Las mujeres en la Orden del Sol

Actualizado
  • 28/09/2021 00:00
Creado
  • 28/09/2021 00:00
El historiador Blanchard (1997) señala que es imposible determinar los motivos de San Martín para premiar a tantas mujeres

“Las patriotas que más se hayan distinguido por su adhesión a la causa de la independencia del Perú usarán el distintivo de una banda de seda bicolor, blanca y encarnada que baje del hombro izquierdo al costado derecho donde se enlazará con una pequeña borla de oro, llevando hacia la mitad de la misma banda una medalla de oro con las armas del Estado en el anverso, y esta inscripción en el reverso: Al patriotismo de las más sensibles”. (Gaceta del Gobierno de Lima Independiente, 4 de enero 1822).

Proclamada la independencia el 28 de julio de 1821 en la Plaza de Armas de Lima y mientras se construían nuevas instituciones en la naciente república peruana, aparecieron los diarios “Gaceta del Gobierno de Lima Independiente” y el “Sol del Perú” (Brewster, 2019) que funcionaron hasta junio de 1822 (Romero del Valle, 1966). Poco después, se creó la Orden del Sol el 8 de octubre de 1821 para recompensar a los que habían trabajado por la causa de la independencia. Los nombres de 112 mujeres figuran en la lista de 368 candidatos (Sutcliffe, 1841, citado por Brewster, 2019) presentada al generalísimo San Martín en la sesión del 11 de enero de 1822. Para la segunda sesión, el día 23 del mismo mes, el número de candidatas había ascendido a 180 lo que demuestra la actitud del “Protector del Perú” –como se denominó a San Martín– hacia las mujeres que por amor a su país tuvieron un rol gravitante en las primeras etapas de la emancipación que permitió la primera caída de la Lima virreinal en manos de fuerzas patriotas sin derramamiento de sangre.

La historiadora Brewster (2019) señala que la condecoración “[...] no estaba restringida a los miembros de la élite que agasajaron al ejército victorioso”, sino a las que trabajaron mandando mensajes, siendo espías, repartiendo propaganda, acopiando suministros e, incluso, elaborando pólvora (García y García, 1924; Basadre, 1981; Balta, 1998). Tampoco había limitaciones por razones de nacionalidad; dos de las condecoradas fueron la guayaquileña Rosa Campusano y la quiteña Manuelita Sáenz. Las dos repartían volantes clandestinas, más tarde Sáenz de distinguiría por su fiereza en los combates (Parte de guerra de la batalla de Ayacucho del mariscal Sucre, 10 diciembre 1824, citado por Álvarez, 1985). Campusano se destacó particularmente impulsando tertulias independentistas en su casa de la calle San Marcelo en Lima (Estrada, 1984), remitiendo informes políticos a San Martín (Neuhaus, 1997) y logrando que el batallón Numancia deje el ejército de la Corona para incorporarse a las filas libertarias, un contingente de 900 hombres que afectó el poder de fuego de las huestes del virrey Pezuela. Se registra también a la venerable María de Guisla, entroncada con la familia del abogado y patriota panameño Rafael Macías, dama que valiéndose de su edad avanzada y aspecto inocente desarrolló una red de espionaje detrás de las líneas godas con la colaboración de su sobrina del mismo nombre (Balta, 1998). Otra figura destacada fue Josefa Carrillo, marquesa de Castellón, mujer talentosa que trabajó como diplomática extraoficial para obtener apoyo del exterior (Parra de Riego, 1935, citado por Brewster, 2019). San Martín la llamó “prócera de la independencia”. Por su parte, Narcisa Arias de Saavedra estableció un hospital en su casa de Lima para atender a los heridos en batalla. Otra de las condecoradas, Manuela Carbajal de la ciudad de Ica donó casi toda su fortuna a la causa de la independencia y durante la ocupación de las fuerzas realistas en Ica, pasaba información en secreto a los patriotas.

El historiador Blanchard (1997) señala que es imposible determinar los motivos de San Martín para premiar a tantas mujeres, aunque especula sobre la posibilidad de que estuviese cavilando aplicar un grado de igualdad política, lo que no solo hubiese preparado a las mujeres en roles más importantes, sino que hubiese significado un cambio social fundamental al inicio mismo de la República. San Martín remarcaba así la contribución de las mujeres con una actitud pionera e inclusiva y las describía como ejemplo de ciudadanas que habían trabajado para el bien de sus sociedades.

Sin embargo, concluidas las guerras de independencia, muchas de estas valientes damas fueron confinadas en tareas de bordado dentro de un régimen patriarcal jerárquico. El Protector del Perú intentó sentar las bases para el avance social femenino, pero no tuvo la oportunidad de poner esas ideas en una práctica a largo plazo. El voto para la mujer se conseguiría en la tierra de los Incas en 1956, siendo el penúltimo país de Latinoamérica en conceder ese derecho.

Embajador de Perú en Panamá
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