Panamá y el vidrio virreinal peruano

Actualizado
  • 24/12/2021 00:00
Creado
  • 24/12/2021 00:00
Uno de los puntos más concurridos por la aristocracia limeña para la compra de objetos de vidrio fue la botica de 'San Andrés'

«Ica, que fabrica mucho aguardiente, [...], y de una fábrica que tiene de vidrios ordinarios envía grandes porciones, que se gastan entre la gente ordinaria de Lima y otras provincias [...]El valor anual de todos estos artículos asciende a 588.742 pesos» (Tadeás Haënke, 1790).

La historiadora G. Ramos (1989) señala que, en el virreinato peruano, la fabricación de vidrio se desarrolló en el valle de Ica gracias a los obrajes allí instalados por los jesuitas y que alcanzaron su apogeo en el siglo XVIII. Según el 'Proyecto Estudios Indianos' de la Universidad de Navarra, la producción de vidrio estaba asociada al cultivo típico iqueño: la vid, así como la elaboración de vinos y pisco.

El geólogo Bueno (1951) y el historiador Macera (1964) explican que el valle de Ica –concretamente, las pampas de Villacurí– contiene tierras salitrosas que permitían la expansión de una planta llamada 'barrilla o yerba de vidrio' cuyas cenizas contienen sosa, ingrediente esencial para fabricar vidrios, jabones y lejías. De acuerdo con Ramos (1989), el primer horno de vidrio se estableció en Xauranga por el maestro Pedro de la Barrera que lo transportó desde Sevilla, vía Panamá, en la primera década del siglo XVII. La fabricación de vidrio era una empresa costosa por lo que los jesuitas articularon una red de suministros para asegurar leña constante, insumos alimenticios locales y el transporte de la mayoría de lo producido hacia Lima y Piura (en el Perú) y Nicaragua. Una pequeña cantidad se destinaba a las ciudades de Huamanga, Jauja y Huancavelica en la sierra. Con el tiempo, los obrajes de vidrio de convirtieron en unidades integradas de producción con jornaleros de otras especialidades, por ejemplo, con maestros fundidores de cobre y estaño (necesarios para reparar las pailas y los moldes que se usaban para hacer vidrio) y los 'labradores de madera' que no solo eran leñadores, sino que reparaban las parras y bateas de la 'fábrica'.

Luego de la expulsión de los jesuitas (1767) tanto del Virreinato como de Ica, el espacio dejado por estos fue acaparado por el maestro vidriero Francisco Bernaola que, a partir de 1704, desde su hacienda 'Mamacona' –antigua propiedad jesuita–, pugnaba por acaparar la producción de vidrio en el valle. Sus aspiraciones monopólicas no se concretaron gracias a la Dirección General de Temporalidades que bregó por mantener abierta la producción de vidrio al mayor número posible de interesados.

Uno de los puntos más concurridos por la aristocracia limeña para la comprar de objetos de vidrio fue la botica de 'San Andrés' (Archivo General de la Nación Perú-AGNP, C13, leg.265, 1787), donde además de mostrar manufacturas locales se importaron vidrios desde la península –de la real fábrica de La Granja de San Ildefonso–, vía Panamá (Pastor, 2002). Allí se vendían “frasquitos de cristal de Holanda a 12 reales cada uno” (AGNP, Protocolos notariales, 1746, folios 556-559), vidrios en objetos de loza y de cedro tallado (AGNP, Protocolos notariales, 1718, folio 779), “vidrios de Venecia” (AGNP, Protocolos notariales, 1647, folios 304-306), “ollitas de vidrio de Ica” (AGNP, Notario Juan Bautista Tenorio, 1755), “piezas de botellas de vidrio de Ica a 3 reales cada uno” y “tazas de vidrio de Ica grande en 2 pesos” (AGNP, Notario José de Bustinza, 1762), “tazas con tapadera de plata de 12 reales a 2 pesos”, “lebrillitos de vidrio de Ica a un peso”, “piezas de vidrio de diferentes juguetes” (AGNP, Notario Gregorio González, 1772), “cornucopias” que eran espejos de vidrio azogado y “arañas de cristal de tres órdenes [de luces] con flores de colores en 100 pesos” (AGNP, Notario Lucas de Bonilla, 1794). El creciente interés de la élite limeña por los objetos de vidrio y su exportación a otros lares llevó a afirmar a la historiadora Martins (2021), citando a Vicente (2009), “[las] políticas adoptadas por la dinastía de los Borbones restringieron las posibilidades de desarrollo de las industrias locales, pero claramente estas no afectaron la vidriería de Ica”.

Los vidrios se utilizaron también en incrustaciones de muebles como “una [cajeta] de carey con cristal” comprada en Portobelo, Panamá (AGNP, Notario Pedro de Espino, 1726) y “[…]cantoneras de plata con dos laminitas de cristal que también tiene el dosel con otras dos de bronce y marcos de ébano” (AGNP, Escribano Orencio de Ascarrunz, 1750) así como pomos de vidrio para las puertas valuados en 6 pesos cada uno (AGNP, Notario Juan Bautista Tenorio, 1746) producidos en Panamá.

El vidrio pasó también al escenario de la moda personal femenina. De acuerdo con la historiadora Martins (2021) hay evidencias que “[...]las personas más distinguidas del virreinato [peruano] ostentaron joyas compuestas por distintos modelos de cuentas de vidrio” que el lenguaje virreinal bautizó como 'piedras de Francia' (O'Phelan, 2007) por el uso de esmaltes azules y blancos. Otro tipo de joya en vidrio de mucha aceptación en Perú y Panamá fueron los relicarios a los que se les añadía oro, plata o marfil, así como los botones de vidrio para los trajes de las señoras. Preferencias que reforzaron las dinámicas de ostentación de las élites criollas en los virreinatos hispanoamericanos hasta los inicios de las guerras de independencia en el que el cambio de paradigmas modificó el gusto artístico de las personas.

Embajador de Perú en Panamá
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