• 27/03/2022 00:00

Bozal y ronzal

Ese bozal de certeza, ese ronzal de sometimiento, esas anteojeras de vasallaje, los uncen al yugo de los falsos profetas y sus parábolas

En esta sociedad urbanita en la que nos ha tocado vivir los antiguos aperos de labranza nos son, en general, tan desconocidos como los intríngulis de la teoría del todo, y cuidado que en algunos casos más, así que, para la mejor comprensión de mi argumento me permito refrescar sus conocimientos de implementos ganaderos.

El bozal es un utensilio que se utiliza para cubrir el hocico de un animal bien armado con dientes y colmillos con el fin de que este no pueda comer o morder. Otro tipo de bozal, el ronzal, se usa para los animales herbívoros o inofensivos para que, sin peligro de ahorcarlos o asfixiarlos y sin impedirles comer, se mantengan sujetos y no puedan huir.

Las anteojeras o viseras son piezas que se colocan sobre los ojos de las caballerías de tiro de modo que sólo vean el camino frente a ellos, para evitar que se asusten o distraigan por su visión periférica.?? Para que entiendan más claramente, es lo que le ponían al caballito trapichero de toda la vida de Dios para que siguiera incansable dando vueltas hasta la muerte, amarrado a la mijarra.

Con la rienda cortita nos llevan a todos, señores y señoras, con la rienda cortita y sin perder paso. Nos hacen bailar al son que ellos tocan y todos bailamos como ratas detrás del flautista, admirando el traserito respingón que sigue el ritmo de su flauta de Bartolo.

Nos dicen “¡Saltad!” y allí se lanzan los ingenuos, lemmings enloquecidos barranco abajo. O no, esperen, que se me ha ocurrido una imagen mucho mejor, cerdos endemoniados lanzándose al abismo al comando de la voz tonante de su amo y señor.

Aparece una clara falacia en cualquier sitio y allí tenemos a los borregos, ojos boca y oídos cerrados a la verdad y a la razón, lanzándose como zombis sobre la carroña. Gritando, voceando, babeando sobre el hueso podrido. Que lo que alimenta su voraz necesidad de mierda sea verdad o mentira les da lo mismo, no les importa, lamen con gusto el bocado sifilítico y forroñoso siempre y cuando crean atacar con ello a aquel que les cae mal. Mientras crean que la mentira abona el campo de sus preferencias y sus debilidades, dan por bien servido el engañabobos.

Parafrasean la frase de Saulo en Romanos 3:7 “Si mi mentira destaca la verdad de Dios y así aumenta su gloria, ¿por qué todavía se me juzga como pecador?”.

Muchos de ellos atacan al dios cristiano, vomitando sobre Él, y aún así adoran a otros dioses, (que no falsos, puesto que tienen peso específico propio), y los adoran con ciega fruición, con absoluta entrega. Con el maniqueísmo soberbio del que está convencido de tener a Zeus agarrado por los huevos.

Ese bozal de certeza, ese ronzal de sometimiento, esas anteojeras de vasallaje, los uncen al yugo de los falsos profetas y sus parábolas.

Lo mismo me da que me digas que crees ciegamente en una zarza ardiente que en las palabras del que enarbola su absoluta verdad señalando con su dedito gordezuelo y su voz desagradable a todo zurriburri; o que aún deglutas la rueda de molino de tuits falsos con información falsa, lanzados por cuentas falsas. Me da igual a quién y en qué creas ciegamente, si no eres un ser racional que pueda detenerse a pensar por sí mismo y evaluar con mente fría qué y quién, cuándo y cómo, no eres mejor a aquel que conscientemente vende su voto por prebendas, dinero o una bolsa de comida.

Y quizás eres un poco peor, porque te entregas de gratis.

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