Jorge Sahd: 'Panamá tiene una contradicción; crece pero se ha quedado atrás institucionalmente y en el combate a la corrupción'

Actualizado
  • 07/01/2023 00:00
Creado
  • 07/01/2023 00:00
El director del Centro de Estudios Internacionales de la Universidad Católica de Chile desmenuza los elementos más importantes en materia de riesgo político para América Latina y Panamá, en 2023
Jorge Sahd: 'Panamá tiene una contradicción; crece pero se ha quedado atrás institucionalmente y en el combate a la corrupción'

Anualmente, un equipo de expertos y analistas como Jorge Sahd, director del Centro de Estudios Internacionales de la Universidad Católica de Chile, se unen para analizar las proyecciones de la región latinoamericana, partiendo esencialmente del acontecer sociopolítico. El 'Índice de riesgo político América Latina' llega a su tercera edición, se trata de un reporte concebido para identificar los principales desafíos que enfrenta la región. Para 2023, el trabajo editado por Sahd, Daniel Zovatto y Diego Rojas recoge temas como el retroceso democrático, el incremento del crimen organizado, la “marea rosa” con fuerzas de izquierda y centro izquierda, la crisis humanitaria producto de la migración, una economía “anémica” que detona el voto castigo, la volatilidad y los posibles escenarios de estallido social, entre otros aspectos relevantes. Sahd nos recibe desde la capital chilena para abordar las aristas de este reporte, que de alguna manera invita a aterrizar ideas en Panamá, un país que se aproxima a un escenario electoral complejo en 2024.

2022 cerró con un escenario regional político reconfigurado debido al regreso de una nueva marea rosa a América Latina, donde cinco de sus principales economías –Brasil, México, Chile, Argentina y Colombia– son gobernadas por fuerzas de izquierda o centro izquierda. Una marea rosa consecuencia del “voto castigo” en la región. ¿Qué reforzó este voto castigo?

2023 va a ser un año complejo por dos grandes elementos: uno, la reconfiguración política o marea rosa 2.0 que más que responder a que América Latina es de izquierda, es un péndulo producto del voto castigo donde en 14 de las 15 elecciones desde 2019 a la fecha, los votantes castigaron al oficialismo; la única excepción fue Nicaragua, donde no hay democracia ni elecciones libres. Por otro lado está el elemento económico; 2023 será un año de un gran enfriamiento de la economía regional, donde el Fondo Monetario Internacional proyecta un crecimiento promedio del 1,7% para el PIB, pero hay estimaciones más pesimistas como la de Standard & Poor's que habla de 0,7%, o sea, una región que crece a menos del 1%. Ese enfriamiento económico, aunado a que el costo de vida sigue siendo alto por la inflación y que habrá mayores restricciones financieras por el alza de las tasas, va configurando un panorama económico muy complejo para la región, sumado a esta reconfiguración política que pudiera eventualmente generar nuevos episodios de estallidos con malestar social; esa es la región que enfrentamos para 2023, con alto nivel de riesgo político, incertidumbre y una economía anémica.

Con este crecimiento económico anémico que plantean, y el retroceso en materia de desarrollo social, ¿cómo se verá afectada la política?, ¿qué países son más vulnerables a posibles estallidos sociales?

La región está inclinándose hacia un tercer shock: el primero fue la pandemia, que golpeó fuertemente; el segundo fue la guerra que persiste y que pensamos que era una invasión relámpago, pero se ha transformado en una guerra de desgaste sobre los 300 días y que aceleró problemas que venían manifestándose a nivel global en las cadenas de valor y aceleró una inflación que ya estaba presionada por la pandemia. El tercer shock, es el de 2023, con mayores restricciones financieras y el enfriamiento de una economía, que por los estímulos fiscales y monetarios fue muy expansiva para tratar de contener los efectos de la covid-19 en 2020 y parte de 2021; en ese sentido, tenemos una región vulnerable, donde pondría en primer lugar el problema que enfrentan las tres dictaduras: Venezuela, Cuba y Nicaragua, que están en una situación crítica; sumemos Haití, que es un Estado fallido. En un segundo tramo tenemos a países con niveles de incertidumbre política mayores, como el caso de Colombia y Chile, tenemos el desastre institucional de Perú, donde la duda es si la nueva presidente será capaz de encaminar el país hacia una estabilidad política y que se realicen elecciones a fines de 2023 o en 2024, y luego tenemos países que verán una gran desaceleración significativa de la economía, donde, hay unos que van a crecer sobre el promedio, como Panamá, pero igualmente van a enfrentar un crecimiento económico muy bajo, que no solo se manifiesta a nivel regional sino global.

Este será un año de preparación de cara a la intensa agenda electoral que vivirán seis países con sus elecciones presidenciales en 2024: El Salvador, Panamá, República Dominicana, Venezuela, México y Uruguay. En todos hay un clima de grandes tensiones debido a temas económicos y políticos: hablemos de la vinculación del electorado joven en estos procesos, cuando hay desánimo y desconfianza en las instituciones.

Sabemos que los sistemas político-electorales de los países de América Latina y el Caribe son muy variados; algunos tienen voto obligatorio, otros voluntario, otros han restituido el voto obligatorio. El joven, es una manifestación clara de un electorado cada vez más volátil. Como hablamos al iniciar la entrevista, hay una “marea rosa 2.0” donde las principales economías van a ser gobernadas por fuerzas de izquierda o centro-izquierda, y esto es producto del voto castigo y de que la ciudadanía, muy manifestada con los jóvenes, está cambiando rápidamente su preferencia; lo que en el pasado hablábamos como el período de “luna de miel” de los gobiernos, que tenían de seis meses a un año de mayor tolerancia del electorado, desapareció... hoy la “luna de miel” prácticamente no existe; tenemos el caso de Colombia, donde se desploma el apoyo de Petro en casi 20 puntos en dos meses; el caso de Chile, donde Boric en cinco semanas perdió el apoyo que gobernantes anteriores perdían en 50 semanas, y así podemos ver distintos ejemplos. El voto joven es volátil, impaciente, y con crecientes expectativas que en parte está sufriendo el problema de la informalidad laboral; esto se acentuará en 2023 con una economía que caerá de manera importante. Si esto lo llevamos a nivel regional, veremos que los ciclos políticos serán cada vez más cortos, que las personas son infieles ideológicamente, y cada vez más pragmáticas si sus gobiernos son capaces de resolver sus problemas de seguridad, muy importante hoy día, y otros asuntos como salud, educación, migración, entre otras materias; si los gobiernos no son capaces de tener delivery en esas materias, rápidamente el electorado les quita el apoyo y espera la próxima elección para castigar a ese oficialismo.

Volvamos a Panamá, donde reconocemos un contexto también complejo: vemos a un 'hub' financiero que se ha quedado atrás en materia de lucha contra la corrupción, con una institucionalidad débil; y vienen las elecciones en 2024, ¿cómo describes el panorama?

Me tocó estar en tu país en octubre del año pasado y resalta el crecimiento acelerado que ha tenido en la última década, sobre la media de la región, destacando como hub financiero, la infraestructura que le da el Canal, un lugar central para el comercio internacional... pero a la vez, se ha quedado atrás en otros temas: por una parte, la pandemia golpeó muy fuerte a Panamá y su capacidad productiva se vio resentida y fue de las economías más afectadas, especialmente por todo lo que significaron las restricciones y cuarentenas extendidas; por otro lado, uno ve temas estructurales, la brecha significativa en el capital humano, cada vez mayor, y su poco avance a nivel institucional y de combate a la corrupción. Si uno ve los índices de Panamá, sobresale en materia de crecimiento económico a pesar de la desaceleración que está enfrentado, pero en el combate a la corrupción no ha variado mayormente y está a niveles de países con grados de desarrollo infinitamente inferiores... entonces ahí, Panamá tiene una contradicción: crece, pero se ha quedado atrás institucionalmente y en el combate a la corrupción; ahí hay un desafío estructural que debería ser prioridad en la agenda de los gobernantes.

El incremento de flujos migratorios “que aumentarán la xenofobia y los enfrentamientos sociales”, es otro punto medular en el informe. ¿Cómo se relaciona esto con la gobernabilidad?

La crisis migratoria se mantiene por tercer año consecutivo en el top 5 del Índice de Riesgo Político. Mientras tengamos la crisis social y humanitaria de Venezuela, donde más de 7 millones de venezolanos han salido del país y 6 millones se concentran en nuestro hemisferio, vamos a seguir teniendo este desafío. Ya no es solo lo que tradicionalmente conocíamos como el Triángulo Norte y su presión hacia Estados Unidos, sino que tenemos el caso venezolano, distribuido principalmente en Colombia, Argentina, Chile, Brasil y Ecuador. La migración es un buen ejemplo de las dificultades que están enfrentando las administraciones en gobernabilidad o en la capacidad de llevar adelante sus agendas. Hoy hay una mayor fragmentación política, el poder legislativo está cada vez más tensionado con los gobiernos, hay poca valoración de los acuerdos políticos, y poca coordinación regional... todos elementos necesarios para abordar temas complejos como la migración, donde debes coordinar acciones con países fronterizos, los pasos irregulares, entre otras cosas, y si no hay un espíritu de coordinación, y dificultad a nivel interno de generar acuerdos, es muy difícil enfrentar este tipo de problema complejo.

Si bien en este informe anticipan tiempos “nublados”, también hablan de oportunidades para nuestros países; quisiera concluir con ello.

América Latina tiene dos grandes oportunidades que puede aprovechar: la primera es que cuenta con los recursos naturales y las fuentes de energía clave para la economía verde. Bolivia, Argentina y Chile, por ejemplo, forman parte del Triángulo del Litio, siendo de las mayores reservas a nivel mundial. Tenemos oportunidades para el desarrollo de las energías limpias. El cobre, otro recurso natural crítico, es fundamental para todas las necesidades de una economía más sustentable, y para ello, los gobiernos tienen que poner en el centro de la agenda la atracción de inversión extranjera, sin esto, no podremos desarrollar los proyectos críticos para otra energía fundamental como el hidrógeno verde. Por otro lado, tenemos la capacidad de la reconfiguración que se está dando en las cadenas globales de valor y de suministro, que eran muy dependientes de China, y que luego de la pandemia, los países están buscando la oportunidad de relocalizarlas y acercarlas, y cómo transformarnos en un polo estratégico en las cadenas globales que está relocalizando Estados Unidos. Estos dos grandes temas representan oportunidades para la región, pero tienen que venir acompañadas con reglas del juego claras, estabilidad política y una voluntad de los gobiernos de ponerlas en el centro de sus agendas.

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