Así lo confirmó el viceminsitro de Finanzas, Fausto Fernández, a La Estrella de Panamá
- 22/04/2009 02:00
PANAMÁ. “Mi esposa se queja y me dice que me la paso sembrando pero no tengo finca, yo le digo tranquila mujer que todo Panamá es mío”. Con esta anécdota Jorge Matsufuji un japonés con el corazón panameño, resume el amor que siente por este país, sobre todo por su riqueza natural.
La Historia de Jorge no es una trama cualquiera. Hoy tiene más de 20 años de ser un fiel defensor de la flora y la fauna panameña. Nacido en el Perú en 1937, creció en medio de una familia minera, que explotaba también los recursos naturales, aprendió ese negocio como parte de su herencia cultural.
Su infancia y adolescencia trascendió en esos quehaceres y cuando fue ya un hombre, por supuesto que se dedicó al negocio de la minería y la industria maderera.
Convencido de que la tierra era como una especie de bolsa de la que se podían sacar recursos sin pensar en que se acabaran, Matsufuji tomaba la vida como había a prendido de sus padres, “Talar, comer y chupar”, resume.
“Que más nos quedaba en las noches después de tanto desvastar bosques decenas de hombres juntos en el campo, nos dedicábamos a tomar cervezas y esperar el día siguiente para volver a talar”.
Para entonces en Perú utilizaban una máquina nueva a la que llamaban “Letorno G”, que podía talar una hectárea por hora. “Si trabajábamos 10 horas eran 10 hectáreas menos”.
Luego de una trayectoria empresarial fructífera, Matsufuji llega a Panamá a comienzos de los años 70. “En 1973 vine para vender maquinaria japonesa”, explica.
Una vez en el país empezó a gestionar la venta de maquinaria para la tala y el desarrollo, en esas estaba cuando logró a través de la Unicef (Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia) un contrato “para la venta de 100 motocultores”, recuerda.
A raíz de ese contrato, empieza un recorrido por todas las montañas del país, junto a quien define como “un gran amigo”, el doctor José Renán Esquivel, para entonces ministro de Salud y que le mostró el Panamá de los campos, el de los más necesitados.
“Es ahí donde me doy cuenta de la calidad de la gente que hay en Panamá, y la pobreza que los rodeaba”.
Matsufuji se refiere a las limitaciones del campesino y el indigena panameño pero que a pesar de ellas sigue luchando con buen ánimo.
“Entonces entendí lo que decía Esquivel: Si comes bien estás bien”. En referencia a las necesidades de la población, explica Matsufuji.
Hace varias décadas que Matsufuji, defiende la naturaleza, ayuda a los más pobres y se esfuerza por reforestar el país.
El cambio llegó un día cuando empezaba a explotar unas s concesiones para exploraciones mineras en Bique Arraiján.
“Estaba listo para empezar todo y lleve mi maquinaria al lugar. Recuerdo que esa mañana empezamos a lavar la tierra y al rato vi como las aguas del río del lugar se iban volviendo negras”, rememora Matsufuji. “De pronto mire río abajo y vi a dos familias lavando sus ropas en el agua negra del río.
Eran dos señoras negras que se lamentaban de la suciedad del agua. Entonces reflexione y mande a parar los trabajos. Desde ahí cambié de actividad, decidí que yo no podía seguir en eso. Me convertí en un amigo de la tierra. ”