- 15/11/2009 01:00
PANAMÁ. En el reino animal hay criaturas nómadas, habitantes del mundo sin una ciudadanía fija, que recorren grandes distancias año tras año en busca de un mejor lugar para alimentarse, encontrar un refugio para el invierno, o, incluso para el amor, para reproducirse, anidar y cuidar a sus crías. Pese a que este fenómeno es tan antiguo como la vida sobre el planeta, las rutas de estos migrantes fueron un misterio para la ciencia durante muchos años. Hay cientos de especies, por aire, por tierra y por mar que cada año acometen a la aventura en travesías tan largas que cambian de latitud, continente y hemisferio.
Pero una vez más, la ciencia llegó para explicarnos las razones. Y no sólo eso. Ahora, gracias al uso de la tecnología de telemetría satelital, los científicos pueden rastrear las rutas migratorias de especies amenazadas o en vía de extinción, y así poder determinar sitios clave para su conservación, como áreas de alimentación y reproducción.
El biólogo marino del Instituto Smithsonian de Investigaciones Tropicales, Héctor M. Guzmán, con el apoyo económico de Senacyt, Fundación MarViva y Conservación Internacional, está llevando a cabo un proyecto en el cual son usados transmisores satelitales para determinar las rutas migratorias de tiburones, ballenas y tortugas que año tras año llegan al istmo por el Océano Pacífico.
¿Qué hacen Guzmán y sus científicos? Se la pasan recorriendo constantemente las aguas y costas del Pacífico panameño en busca de estos migrantes, que como muchos otros contribuyen a que Panamá sea conocida como una ruta de tránsito. Cuando los encuentran, los animales les temen igual que a los pescadores pero ellos no quieren el carey de las tortugas, ni las aletas de tiburones para vender a Japón. Sólo quieren colocarle una antenita inalámbrica que en nada afecta el desarrollo de su vida bajo el agua, para así, monitorear vía satélite por donde andan estos animales. La técnica se llama telemetría satelital: la información viaja del transmisor intalado en el animal, en cualquier parte del mundo, a un satélite y desde allí llega a la computadora de los científicos. Esta herramienta ha sido usada con fines científicos durante varias décadas; cada día nuevas innovaciones hacen que la información obtenida sea más precisa y que cada transmisor se adecue al comportamiento y la morfología del animal que está siendo monitoreado.
Las transmisiones satelitales indican la localización GPS a medida que el animal marcado se desplaza. Así, es posible saber cuánto tiempo tarda en moverse de un lugar a otro y qué ruta toma. Además de estos datos, el transmisor satelital brinda otra información valiosa acerca del comportamiento de la tortuga, como cuánto tiempo estuvo bajo el agua y a qué profundidad e incluso la temperatura del agua. Esta información es necesaria para proteger los corredores o rutas por donde viajan las especies migratorias, y determinar en dónde se encuentran los hábitat críticos para cada una de estas especies, ya sea el área donde anidan, donde cuidan a sus crías o donde se alimentan. Gracias al uso de la tecnología en la ciencia, sabemos que los albatros pueden llegar a viajar hasta 15,000 kilómetros para ir a incubar sus huevos; ellos aprovechan las corrientes de viento para viajar unos 900 kilómetros diarios a 80 kilómetros por hora.
También se ha demostrado que los tiburones ballena pueden viajar 13,000 kilómetros en 37 meses y nadar a 240 metros de profundidad.
Además de las características del viaje, conocer las rutas migratorias sirve como estrategia de conservación para muchas especies; por ejemplo, en el caso de los elefantes se establecieron corredores entre parques nacionales de Africa para facilitar sus largos tránsitos, y en el de los salmones se abrieron túneles por entre las esclusas Ballard en el Lago de Washington para permitirles llegar a sus lugares de desove.
En Panamá, los científicos se están preocupando por definir los movimientos de uno de los animales más simpáticos, misteriosos y en mayor peligro: las tortugas marinas. Es crítico conocer los lugares específicos en donde las rutas de pesquería se encuentran con sus rutas de migración para salvarlas.
La tortuga carey, en vía de extinción, al igual que otras especies de tortuga, como la verde ( Chelonia mydas ), la laúd o baula ( Dermochelys coriacea ) y la lora o caguama ( Lepidochelys olivacea ), migran durante la época de anidación. Viajan más de 2,600 kilómetros desde su zona de alimentación hasta las playas, para aparearse y depositar sus huevos. Las tortugas hembras viajan cada dos o cuatro años, mientras que los machos viajan todos los años. Llegan desde aguas abiertas para que el calor y la humedad de la arena tropical incuben sus huevos. Es extraño: nadie ha podido definir como es posible que estas tortugas, regresen adonde nacieron a poner sus huevos.