Por el camino de la conservación

Actualizado
  • 03/03/2019 01:03
Creado
  • 03/03/2019 01:03
El científico chiricano Claudio Monteza se propone continuar los estudios sobre el comportamiento de los monos cariblancos y de las poblaciones de ñeques en Coiba

A sus 13 años, Claudio Monteza ya sabía que sería biólogo. Mientras crecía en su natal Chiriquí, al occidente de Panamá, el joven miraba con curiosidad a las ardillas, iguanas, tarántulas, tortugas, peces, sapos y serpientes que habitaban en una quebrada y en un parche de bosque detrás de su casa, en David. Cuando algún animal se introducía a la casa, él era el designado oficial para sacarlo.

Durante un tiempo vivió en Changuinola y cerca de su casa había un pequeño canal habitado por caimanes. ‘Cuando llegaba de la escuela, me llevaba las carnes de la nevera para tirarle pedacitos a los caimanes y observar qué hacían', recuerda el estudiante de posgrado en comportamiento animal de la Universidad de California en Davis (UC Davis).

Monteza se graduó de biólogo en la Universidad de Panamá y fue pasante del Instituto Smithsonian de Investigaciones Tropicales. Inicialmente, su interés se fijó los patrones que formaban las escamas de distintos colores de las serpientes.

Sin embargo, a medida que exploraba y conocía más sitios naturales de Panamá, pensó que estudiar dichos patrones no eran una necesidad para el país. En cambio, estudiar las poblaciones de mamíferos para apoyar su conservación, sí lo era. Y así, inspirado también por el trabajo del biólogo especialista en felinos silvestres, Ricardo Moreno, decidió seguir por el camino de la conservación.

‘La peor amenaza para la conservación, tanto en Panamá como en el mundo, es la falta de educación', indica el investigador. ‘Tenemos una población de panameños que no conoce la fauna del país porque eso no se imparte adecuadamente en los planes educativos'.

En su opinión, si Panamá tuviera una visión clara del valor de su biodiversidad y una planificación a futuro, no sería tan difíciles los esfuerzos para preservar los recursos naturales, no solo en el presente, sino para los siglos siguientes.

TROPAS DE MONOS

Actualmente, Claudio Monteza es becario de la Secretaría Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación (SENACYT) y estudiante graduado asociado a la Estación Científica Coiba AIP. El Parque Nacional Coiba es el espacio científico, donde espera contribuir con su trabajo, directa o indirectamente, a la conservación de este Patrimonio Mundial de la Humanidad y a generar interesantes propuestas de investigación.

En 2015, Monteza participó en el proyecto del inventario biológico rápido BioBlitz Coiba. A partir de marzo de 2017 colaboró en una investigación con su profesora de antropología de UC Davis, Margaret Crofoot, y con el Dr. Brendan Barret, sobre cómo los monos cariblancos (Cebus capucinus) en la isla Jicarón, utilizan piedras como herramientas para romper caparazones de cangrejos, caracoles, cocos y otros alimentos, trabajo que fue publicado en 2018.

Este año, el científico se propone continuar estudiando el comportamiento de los cariblancos, especialmente, en lo relativo al uso de piedras como herramientas, y sobre la dinámica social de sus tropas en Jicarón. Estima que empezará con los proyectos nuevos en julio de 2019.

‘Se conoce que, en tierra firme, una tropa de cariblancos está formada por hembras y machos, y que ambos participan en el cuidado de las crías, pero son los machos los que migran en busca de otras tropas, para evitar el cruce entre individuos emparentados', explica el estudiante de posgrado.

‘Pensamos que en Jicarón es diferente, que son las hembras las que se están dispersando', añade. Sustenta esta hipótesis en los datos obtenidos con cámaras trampa durante un año en el estudio liderado por el Dr. Barret, que revelan que son los machos los que utilizan las piedras como herramientas.

‘Eso nos hace cuestionar que, si en tierra firme son los machos los que migran, y ellos son los que usan las piedras como herramientas, son ellos los que deberían llevar ese conocimiento a las otras tropas, pero hemos encontrado que solo una tropa está utilizando las piedras como herramientas', detalla el biólogo.

Entonces, ¿cómo se transmite ese conocimiento a otra tropa? Una posibilidad es que si son las hembras las que se están dispersando, sean ellas las que llevan ese conocimiento. Esto, de acuerdo con el investigador ‘sería muy revolucionario para la ciencia de los primates'.

Otra hipótesis tiene que ver con la presencia o ausencia de depredadores. En las islas Jicarón y Coiba hay muchos frutos que los monos cariblancos comen en tierra firme, pero como en estas dos islas no hay depredadores felinos, los monos pueden explorar más en el suelo porque no corren riesgo y eso puede cambiar la dinámica social de las tropas, apunta el investigador.

‘Al poder alimentarse en los árboles y en el suelo, no tienen que viajar tanto ni tener un territorio tan grande para la tropa, porque tienen recursos en el suelo y en los árboles, en comparación con los individuos en tierra firme, donde la tropa está más restringida a los árboles y por eso, deben contar con un mayor territorio, lo cual favorece que haya más enfrentamientos entre tropas', explica.

Si esta idea es correcta, en Coiba debe haber menos peleas entre las tropas de monos cariblancos. Una evidencia d e ello es que en las fotos de cámaras trampa obtenidas en durante un año, no aparecen individuos con heridas en la cara. ‘En cambio, si observamos monos cariblancos en la isla de Barro Colorado o en el Parque Nacional Soberanía, es muy probable que encontremos individuos con heridas en la cara producto de peleas con tropas vecinas'.

A partir de los datos obtenidos, Monteza y su equipo esperan usar tecnología de reconocimiento facial. ‘Hemos acumulado más de un año de fotografías de diferentes individuos en la isla y queremos enseñarle a un software a identificarlos'.

ÑEQUES

Monteza también quiere estudiar las poblaciones de ñeques del parque y compararlos genéticamente con los de tierra firme, trabajo que se iniciaría a finales de 2019.

Los ñeques de Coiba fueron considerados una especie diferente pero cuando se comenzaron a desarrollar tecnologías para hacer análisis genéticos entre individuos y poblaciones, aprendimos que muchas especies que consideramos diferentes, no lo son, señala el investigador afiliado a COIBA AIP.

A pesar de que los ñeques de Coiba están aislados, Monteza y otros científicos que trabajan con genética, consideran que no ha transcurrido tiempo suficiente para separarlos como especies diferentes. ‘Es una población que está en camino a diferenciarse en algún momento. El tiempo de aislamiento es cerca de 10 mil años, pero es poco para separar especies', indica el investigador.

No hay evidencia genética suficiente sobre los ñeques, cariblancos, monos aulladores, el venado cola blanca y la zarigüeya del Parque Nacional Coiba, para distinguirlos como especies diferentes, sino como poblaciones aisladas. Algunos tal vez los puedan considerar como subespecies, señala Monteza.

En años anteriores se pensaba que el ñeque solo estaba en la isla de Coiba, pero en el estudio BioBlitz se encontraron ñeques en isla Jicarón, los cuales fueron verificados con cámaras trampa.

‘Considero que la posibilidad de encontrar especies nuevas de mamíferos en el Parque Nacional Coiba es muy baja. La oportunidad de investigación está en encontrar cuáles son las consecuencias en el comportamiento de las especies al haber estado aisladas de tierra firme por 10 mil años', concluye Monteza.

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