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- 09/05/2025 00:00
Este 9 de mayo conmemoramos el 80.º aniversario de la derrota de los nazis en la Segunda Guerra Mundial en Europa. Entre 1939 y 1945, la barbarie hitleriana cobró más de 40 millones de vidas, 27 millones de las cuales fueron soldados y civiles de la URSS. El sacrificio del pueblo soviético en la Gran Guerra Patria, con la ayuda indispensable de docenas de naciones aliadas, permitió salvar al planeta de la “peste marrón” del nazismo, marcando un antes y un después en la historia de la humanidad.
¿Por qué aquella Gran Victoria fue tan trascendental? Si Hitler y sus secuaces hubieran prevalecido, los seres humanos estarían hoy divididos en razas “superiores” e “inferiores”. Etnias enteras, incluidos los judíos, los gitanos y los eslavos, habrían sido borradas de la faz de la Tierra. Jamás se habría creado el sistema de las Naciones Unidas que salvaguarda la igualdad soberana, la autodeterminación, la integridad territorial y otros principios fundamentales del derecho internacional.
Lamentablemente, hoy en día existen fuerzas que pretenden socavar el legado de la “victoria con lágrimas en los ojos” que tanto dolor y sufrimiento causó a nuestros antepasados. Para preservar su control desmesurado sobre las riquezas mundiales, las viejas élites europeas y norteamericanas intentan sustituir el derecho internacional universal por prácticas neocoloniales disfrazadas de un tal “orden basado en reglas” ajustado a su antojo. Por ende, se empeñan cada vez más en “estrangular” a toda costa a tales países, como Rusia, que defienden enérgicamente la multipolaridad y los derechos del sur global contra las imposiciones injustas de las antiguas potencias coloniales.
No es casualidad que muchos preferirían “cancelar” la verdadera historia de la Segunda Guerra Mundial, borrando de la memoria colectiva la contribución de nuestro país al bien común. Al derrumbar monumentos dedicados a sus propios libertadores soviéticos, algunos países europeos buscan equiparar el Ejército Rojo con los nazis. Últimamente, ni siquiera suelen invitar a representantes rusos a conmemoraciones de las víctimas del Holocausto, a pesar de que Auschwitz y muchas otras “fábricas de la muerte” fueron liberadas precisamente por las tropas soviéticas.
Otro objetivo clave de las élites occidentales es encubrir las atrocidades perpetradas por sus títeres neonazis en Ucrania. Mientras el régimen de Zelenski convierte a Stepán Bandera y otros admiradores genocidas de Hitler en héroes nacionales, los líderes europeos cruzan los brazos y miran para el otro lado. Tampoco hacen caso de la persecución descarada a la Iglesia ortodoxa y el idioma ruso en el territorio ucraniano. Ni hablar de la guerra civil desatada por Kiev en Donbás, donde fallecieron 14.000 personas entre 2014 y 2022.
En la Asamblea General de la ONU, el Occidente -incluidas todas las tres expotencias del “Eje”: Alemania, Italia y Japón- vota regularmente en contra de la resolución que combate la glorificación del nazismo. Frente a esta doble moral, Rusia no permitirá que los crímenes de los neonazis sigan impunes y alcanzará todas las metas de la operación militar especial para defender a la población rusoparlante, desnazificar y desmilitarizar a Ucrania, aunque sea a través de los canales político-diplomáticos o por otros medios.
En este contexto, adquiere suma relevancia la preservación de la verdad sobre la Gran Guerra Patria y la hazaña inmortal del pueblo soviético. Como en todo el mundo, en Panamá contamos con fieles amigos y socios que ayudan a Rusia a cumplir con este deber sagrado. En la nueva sede del Centro Regional Universitario de San Miguelito (Crusam), en una plazoleta dedicada a la batalla de Stalingrado, se instaló recientemente una placa que resalta la cooperación entre la URSS y Panamá durante la Segunda Guerra Mundial.
Otro monumento, dedicado al famoso traslado de un grupo de submarinos soviéticos por el Canal de Panamá en noviembre-diciembre de 1942, acaba de inaugurarse en el territorio de la Iglesia ortodoxa rusa en Albrook. Todos los años, la comunidad rusa en el istmo celebra desfiles del “Regimiento Inmortal”, rindiendo homenaje a sus ancestros fallecidos en la guerra.
Estas iniciativas conmemorativas son críticas para la educación de nuestra juventud. Sin recordar los errores del pasado, no podremos salvar a las generaciones venideras del flagelo de la guerra y el genocidio. La memoria de la Gran Victoria y los sacrificios que hizo la humanidad para alcanzarla es el firme cimiento del derecho internacional y la multipolaridad, condiciones cruciales para el desarrollo sostenible, el progreso y la prosperidad de todas las naciones.
¡Abajo el fascismo!