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- 10/09/2020 00:00

Sin duda, Messi tiene prisa. Está apurado. Ya en la columna anterior comentaba que el factor tiempo resulta esencial para un jugador de un brillo excepcional, pero con 33 años a cuestas. Por eso, lo que le sobra es sin duda categoría, pero no tiempo. Y una vez tomada la decisión de quedarse con el F.C. Barcelona, está apurando las etapas con velocidad vertiginosa. Llegó antes que nadie al primer entrenamiento y se fajó en solitario, como si fuera un novato con anhelos de triunfo. Y apenas un par de días después, ya entrenó de manera colectiva con la misma intensidad de toda la vida. Inclusive se dice que quiere minutos de juego en el primer amistoso del Barça que se jugará este sábado.
Cada vez que un jugador está a punto de firmar un nuevo contrato, o de cambiar de aires, toma en cuenta tres factores. Es una ecuación invariable que se aplica igualmente al mejor jugador del mundo, o a un suplente de la cuarta división.
El primer factor (aunque no estoy siguiendo ningún orden de importancia) es el deportivo. Es decir, cuáles son las posibilidades de éxito deportivo de mi institución. ¿Somos competitivos? ¿Pelearemos algún título? ¿Acaso nos tendremos que conformar con evitar algún temible descenso? Esto implica el análisis del plantel en el que el jugador va a participar, su cuerpo de entrenadores, la dirigencia del club, su historial deportivo.
Un segundo factor es el económico. Es decir, cuánto voy a ganar por mis servicios profesionales. No necesita ninguna explicación.
Un tercer factor es el afectivo, y seguramente el más complejo, por todos los elementos que incluye. No solo me refiero al amor que un futbolista pueda o no sentir por una institución. Este factor incluye también la vida familiar, las cualidades específicas de una ciudad, etc.
La idea es que un jugador busque el balance adecuado entre los tres factores a la hora de tomar una decisión determinada. Es cierto que existen jugadores que desbalancean la ecuación, considerando –es un decir– el factor económico por encima de todos. Un buen ejemplo fue la marcha de Tévez a China, país en el que hizo una fortuna, renunciando a la calidad deportiva y de paso a vivir con su familia por todo un año. Un ejemplo opuesto es Aaron Winter, jugador que dejó el Inter de Milán para retornar a su natal Holanda, ganando menos dinero, pero manteniéndose él y su familia alejados de una sociedad racista que lo atormentaba.
Sus deseos de irse eran sin duda deportivos y afectivos. Deportivos por no mantener suficiente confianza en el proyecto Barça y afectivos por sus discusiones constantes con la directiva y la rabia producida por el posible despido de su gran amigo Luis Suárez.
Pero lo que lo hizo quedarse fue el factor económico. Me explico. A Messi le seducía enormemente reunirse con Guardiola en un proyecto de gran potencial deportivo, como el del Manchester City. Pero para lograrlo debía arreglar su situación contractual con el Barcelona. Es decir ambos, jugador y club, debían litigar un contrato con una cláusula de rescisión equivalente a 700 millones de euros. El City no quería arriesgarse. Ningún club del mundo puede pagar una cláusula semejante sin caer en una gravísima sanción del Fair Play financiero de la UEFA. Rápidamente el Barça se negó a reducir la cláusula (previamente acordada entre club y jugador). Entonces fue cuando Messi se dio cuenta de que su opción era una: quedarse por una temporada más.
Así, tan rápido como exigió marcharse, Messi retornó al entrenamiento como en los últimos 17 años. Pero esta vez llegó con una carga de estoicismo solitario y se entrenó en soledad, pero con el ánimo feroz y comprometido de siempre. Es como si estuviera siguiendo la frase guía lanzada por Koeman días atrás: “Solo quiero trabajar con gente que quiera estar aquí”.
Koeman no ignora que Messi es un caso particular. Tampoco ignora que tiene entre sus manos al mejor jugador del mundo. La primera vez que ambos conversaron, Koeman le planteó que lo quería como piedra angular del nuevo proyecto. Ahora, una vez recuperada la piedra angular, toca realizar el dibujo táctico del equipo, armar un conjunto que aúne eficacia y belleza en la búsqueda de títulos.
Jorge Valdano decía en una columna reciente, mientras duraba el impasse entre club y jugador, y mientras buscaban un acuerdo entre ambas partes enfrentadas: una, el Barça es “más que un club, pero Messi es más que un jugador”.
Al quedarse, Messi consigue tres objetivos muy concretos en referencia a los tres factores que mencionamos anteriormente en este artículo. Si tomamos en cuenta la parte emocional, su permanencia le permite “comprar” una temporada de cierta estabilidad, al no someterse a un juicio contra el Barça, y tampoco obligarse él y su familia a cambios radicales en su vida cotidiana. Siguiendo con la parte emocional, los mejores amigos de Messi ya no jugarán con él (ya lo sé, suena a rabieta en el patio del colegio) y esto lo afectará por un tiempo. Seguramente muy poco tiempo. Me refiero a las bajas más que probables de su compadre Luis Suárez y su carnal chileno Arturo Vidal. Pero no podemos dejar de lado el extraordinario profesionalismo de Messi y su legendaria capacidad competitiva. Todos lo vimos llegar al primer entrenamiento del Barça antes que todos sus compañeros. Y aunque le tocaba entrenar en solitario, lo hizo con la misma concentración y fortaleza que siempre pone. Es decir, que a sus amiguitos los extrañará, pero sin mermar ni un ápice su fabuloso rendimiento.
Si revisamos la parte deportiva, no sabemos si Messi confía lo suficiente en Ronald Koeman, sus compañeros y el nuevo proyecto. Lo más probable es que no confíe lo suficiente, si nos atenemos al poco trato que ha tenido con Koeman, el envejecimiento de un buen puñado de compañeros, y la extrema inexperiencia de los demás. Pero la posible desconfianza es normal en el astro argentino. El único de sus entrenadores con el que se siente capaz de confianza total es Guardiola.

Con Luis Enrique se peleó abiertamente, a Setién lo despreció sin ambages y a Valverde lo manejó a su gusto. Koeman ha pedido tapar tres agujeros en su plantel: quiere un delantero (que podría ser Lautaro o Memphis Depay), un centrocampista de músculo (seguramente Wijnaldum) y un defensa central (aquí el favorito indiscutible es Eric García, joven jugador del Manchester City, formado en La Masía y que ha manifestado su deseo por retornar a casa).
Es cierto, no parece un plantel amenazante en exceso. Pero calidad tiene. Y juventud le sobra. Basta ver el despliegue de Ansu Fati con la selección española para entusiasmarse.
Como en casi todos los proyectos deportivos, terminarán mandando los resultados. Koeman es un entrenador serio y trabajador, con un plantel limitado que va a ir necesitando ajustes y remiendos, en medio de una reestructuración general gracias a las repetidas torpezas de los dirigentes del club.
Volviendo a Messi. En cuanto a la parte económica, esta temporada será la última de su vigente contrato, garantizándole seguir recibiendo algo así como 8 millones de euros al mes (según cifras de L'equipe). Es decir que en este aspecto no hay ningún problema.
Una vez finalizada la temporada 20-21, el Barça tendrá que dejarlo ir gratis, o retenerlo, mediante una renovación. Y si bien, la primera opción parece tener mayores posibilidades, todo quedará pendiente del rendimiento deportivo del club en la temporada.