Así lo confirmó el viceminsitro de Finanzas, Fausto Fernández, a La Estrella de Panamá
- 26/12/2012 01:00
WASHINGTON. Fue una gran noticia, cuando la Reserva Federal anunció que quiere mantener su actual política de tasas de interés bajas hasta que el desempleo, ahora del 7.7%, baje por lo menos a un 6.5%. Se describió correctamente a la Reserva como favoreciendo la creación de fuentes de trabajo, más que luchando contra la inflación, aunque también estableció un objetivo inflacionario del 2.5%. Lo que faltó en los comentarios fue cautela, dado lo que nos enseña la historia: la Reserva intentó eso anteriormente y fracasó —con consecuencias desastrosas.
Cuando digo ‘eso’, me refiero a establecer dos objetivos: el desempleo y la inflación. En los años 70, ése fue el plan de la Reserva.
Los objetivos no se anunciaron, pero estaban implícitos. La Reserva persiguió el entonces popular objetivo de ‘pleno empleo’, definido como una tasa de desempleo del 4%; se consideraba que una inflación anual de entre un 3% y un 4% era aceptable. El resultado fue una esquizofrenia económica. Instancias de crédito fácil para reducir el desempleo incentivaron la inflación, lo que inspiró condiciones de crédito más estrictas, que a su vez fomentaron el desempleo. Para 1980, la inflación era del 13% y el desempleo, del 7%.
La Reserva se metió en camisa de once varas. No sabía lo suficiente para hacer lo que pensó (ella, y muchos otros) que podía hacer.
EL PROBLEMA ACTUAL ES SIMILAR
Aunque la Reserva ha aprendido mucho desde los años 70 —incluyendo la importancia de una inflación baja— su comprensión y sus poderes económicos son aún limitados. No puede, de manera previsible, alcanzar una mezcla determinada de desempleo e inflación. En el intento pueden surgir peligrosos efectos secundarios, entre ellos, una futura crisis financiera.
Como prueba de las limitaciones de la Reserva, observemos a la misma Reserva. Desde la crisis financiera de 2008-9, que la Reserva no anticipó ni previno, repetidamente ha calculado mal. Ha realizado heroicos esfuerzos para reactivar la economía, entre ellos mantener las tasas de interés a corto plazo en casi cero desde fines de 2008 y bombear más de 2 mil millones de dólares, comprando bonos de hipotecas y valores del Tesoro de Estados Unidos. Pero tal como reconociera su presidente, Ben Bernanke, la Reserva ha sobrestimado sistemáticamente la recuperación. Incluso si sus políticas fueron correctas, su impacto ha sido exagerado.
Bombear dinero a la economía produjo sólo ganancias modestas. El blanco del dinero utilizado en la compra de bonos era, mediante la re-inversión en el mercado de acciones y bonos, impulsar los precios de las acciones y bajar las tasas de interés de otros bonos.
El objetivo de esos cambios es estimular el consumo. Muchos economistas creen que puede hacerse más. ‘¿Se está quedando la reserva sin recursos? En cierta medida,’ expresa Mark Zandi, de Moody’s Analytics. ‘Pero las tasas de interés para las hipotecas fijas de 30 años son del 3,35 por ciento. Podrían ser más bajas’.
¿QUÉ PODRÍA CONDENAR A LA RESERVA?
Una amenaza es la irrelevancia. Podría sostenerse que el crédito es tan fácil que la Reserva no puede hacer mucho más. La psicología importa. ‘Lo que veo en empresas pequeñas y medianas es un pesimismo galopante,’ dice el economista Allan Meltzer, de Carnegie Mellon University. ‘Con 1.5 mil millones de reservas bancarias en exceso, es difícil sostener que haya escasez de fondos para créditos.’
El temor sobre el ‘precipicio fiscal’ —todos los incrementos fiscales y recortes de gastos planeados para comienzos de 2013— amplifica ese punto.
La inflación prematura es otro peligro. El consenso es que la inflación seguirá siendo leve, suprimida por la cantidad de desempleados (que mantienen los salarios bajos) y los excedentes en la mayoría de las industrias (que mantienen los precios bajos). La competición funciona. Altos funcionarios de la Reserva pronostican una inflación para 2013 entre un 1.3% y un 2%.
Pero ¿y qué si son demasiado optimistas? La Gran Recesión devastó muchas industrias. Las empresas quebraron. Las fábricas se cerraron. Las inversiones siguen a la zaga. Comenzando en 2009, la capacidad industrial bajó durante tres años consecutivos, según cifras de la Reserva. Nada parecido había ocurrido en décadas. Si la recuperación se acelera, la capacidad excedentaria podría reducirse rápidamente. El poder de las empresas para establecer precios podría fortalecerse inesperadamente. Los precios de los automóviles, pasajes aéreos, y otros productos y servicios podrían elevarse.
DILEMA
La Reserva se vería en un claro dilema. ¿Debería mantener su promesa de tasas de interés bajas hasta que el desempleo llegara al 6.5%? ¿O debería combatir la inflación antes de que se le fuera de las manos?
Finalmente, la posibilidad de una futura crisis financiera es también preocupante. El candidato más obvio es el mercado de bonos, donde a menudo se dice que se ha formado una ‘burbuja’. Los precios de los bonos han subido, como reflejo de las enormes compras de la Reserva y la gran demanda de inversores privados, que buscan una ‘puerto seguro’ a diferencia de las erráticas acciones. Pero cuanto más suben los precios, más peligro hay de que hayan alcanzado niveles artificiales y de que sean vulnerables a una venta súbita. Las familias y las instituciones financieras (pensiones, compañías de seguros) sufrirían grandes pérdidas. Todo pánico podría propagarse a otros mercados.
Es seductor pensar que la Reserva Federal puede crear la mezcla deseada de desempleo e inflación. Y la motivación es poderosa. Unos 5 millones de norteamericanos han carecido de trabajo durante seis o más meses. El actual mercado laboral representa, como dijo Bernanke, ‘un enorme derroche de potencial humano y económico’. Pero la Reserva se está golpeando contra las limitaciones de sus poderes. ¿Vale la pena correr los riesgos a largo plazo por los potenciales beneficios a corto plazo? Es una decisión difícil.