Así lo confirmó el viceminsitro de Finanzas, Fausto Fernández, a La Estrella de Panamá
- 06/12/2015 01:00
SAN DIEGO —La gente se muda a California para escapar de los fríos inviernos. Pero esta semana, aprendimos que vivir aquí no significa que evitaremos la dura realidad del terrorismo internacional.
En el sur de California, el miércoles fue como otro día cualquiera--hasta que dejó de serlo. Alrededor de las 11:30 de la mañana, estaba almorzando como a una milla de la escuela de mis hijos cuando me enteré de la masacre de San Bernardino, que está como a una hora de distancia.
En uno de los tiroteos masivos más sangrientos de la historia de nuestra nación, 14 personas resultaron muertas y 21 heridas, después de que pistoleros abrieran fuego durante una fiesta de fin de Navidad en el Inland Regional Center.
El edificio proporciona las oficinas a una organización que emplea asistentes sociales y asiste a individuos con discapacidades de desarrollo. La sala de conferencias, donde el ataque tuvo lugar, había sido alquilada por el departamento de salud del condado.
Un video tomado momentos antes del tiroteo muestra a diversas personas con espíritu festivo, algunas de ellas en sillas de ruedas. Era un lugar improbable para realizar una declaración política, a menos que el plan radicara en escoger un ‘blanco blando' a fin de generar la mayor cantidad posible de indignación pública.
Misión cumplida. En este momento, la indignación abunda tanto en California como el brillo del sol. Lo que nos faltan son respuestas en un atentado terrorista que rompe todas las reglas. Un par de horas después del tiroteo, mientras la situación era aún fluida, un amigo policía me envió un mensaje: ‘14 muertos. ¿Quiénes eran estos [palabrota]?' Los [palabrota] fueron más tarde identificados como Syed Rizwan Farook, de 28 años y su esposa, Tashfeen Malik, de 27. Farook, ciudadano nacido en Estados Unidos, viajó a Arabia Saudita, donde conoció a Malik, y la trajo a Estados Unidos. La pareja musulmana tiene un niño de 6 meses, para el cual hicieron arreglos con una niñera antes de emprender su misión de muerte.
Mi amigo me texteó: ‘Si fue ISIS, la vida tal como la conocíamos aquí, en California, se acabó'. ‘Corrección', le contesté. ‘En Estados Unidos'. Toda la tarde, un experto en terrorismo tras otro, en medio de la exasperación, echó sus brazos al cielo y admitió que no comprendía en absoluto este atentado.
Entre los factores atípicos: el hecho de que los pistoleros fueran un hombre y una mujer; que hubiera dos atacantes, cuando en la gran mayoría de los tiroteos masivos hay sólo un individuo; y lo más curioso, el hecho de que huyeran de la masacre, mientras muchos terroristas se suicidan por la causa.
Informes de que Farook había ido a la fiesta y se había ido de ella para después volver condujeron a algunos —incluyendo a la Casa Blanca— a sugerir prematuramente que se trataba de violencia originada en el lugar de trabajo; pero el hecho de que volviera con Malik, y de que ambos estuvieran protegidos con armaduras modernas y blandieran armas semiautomáticas, deja en claro que el ataque fue planeado con antelación. ¿Pero es posible que esta pareja asesina se tomara todo ese trabajo, realizara todos esos planes y acumulara todas esas armas sólo para diezmar una fiesta de Navidad?
Éste es otro de esos casos en que, si uno cree que tiene todas las respuestas es porque no comprende las preguntas. Eso no impidió que el grupo liberal, Democracy for America, enviara unas pocas horas después del tiroteo —mientras la policía aún perseguía a los sospechosos y los cuerpos de las víctimas acababan de llegar a la oficina del forense del condado— un macabro mensaje electrónico. En él, el director ejecutivo, Charles Chamberlain, alegó que ‘los republicanos continúan tomando partido por la NRA y posibilitando que los terroristas maten a inocentesW y agradeció al público por ‘luchar contra los que posibilitan a los terroristas' haciendo una donación.
Más clase, Charles. Recuerda: En la medida que pienses que estás haciendo una buena obra, no tienes que ser una buena persona. Pero a medida que la historia se desarrollaba, me concentré sólo en tres detalles: en que los atacantes estaban aún libres; que podrían atacar otro blanco blando; y que podrían haber tomado la Ruta 15.
Si iban al norte, irían hacia Las Vegas. Pero si iban al sur, pasarían a una milla de la escuela de mis hijos. Salí del restaurante, me metí en el carro, y encendí la radio. Después fui a la escuela y estacioné en el área donde se recoge a los niños. Tenía que ir a buscarlos de todas formas. Entonces, ¿qué importaba que fuera una hora antes y que no hubiera otros padres alrededor? Podía esperar, y es lo que hice. Cuando sonó la campana y mis hijos entraron en el carro, los saludé y apagué la radio. Y entonces, sólo entonces, respiré.
THE WASHINGTON POST