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- 12/10/2019 00:00
El último Informe de Competitividad Global (ICG) del Foro Económico Mundial (octubre 2019), reporta la amplia brecha que existe hoy día entre las economías avanzadas, en desarrollo y emergentes en cuanto a sus capacidades en términos de productividad. Divergencia que se eleva a niveles de significativa atención al considerarse que en la última década (2009-2019) los esfuerzos en política monetaria y fiscal se han concentrado en la expansión con miras a la reactivación económica.
Según las cifras, más de $10 mil billones han sido circulados, sin embargo, la economía global se encuentra en un punto crítico donde la desaceleración se acentúa cada día más.
Siendo la competitividad un estimulante del sector productivo y del desarrollo económico, es necesario que se conozcan los puntajes y las posiciones en términos competitivos globales, así como los factores que promueven la divergencia, bajo la consideración de que nuevos factores, como los avances tecnológicos, distorsionan las expectativas de previos análisis.
Tal como lo define el Informe ICG 2019, la competitividad es el resultado de la productividad. Esta última definida a partir de una serie de factores que en su conjunto impactan la capacidad de desarrollo y crecimiento económico. Por lo que, al estar cada economía expuesta a eventos distintos, los niveles de competitividad tienden a variar entre un período a otro sin mantener en la mayoría de los casos uniformidad.
Tal como lo ilustran los resultados de puntaje y posicionamiento período 2019, de los 141 países analizados a partir de 12 pilares básicos del desarrollo que involucran 103 indicadores claves de la salud económica y por ende de la sociedad, solo el 53% de la población reporta estar por arriba del puntaje promedio de 61. Resultados críticos al contemplarse que las 141 economías bajo dicha evaluación contribuyen al 98% del PIB global.
En el ámbito internacional, Asia-Pacífico, Europa y Norteamérica destacan entre las regiones más competitivas opacando a América Latina donde los ambientes políticos y económicos son más frágiles.
En lo que concierne a AsiaPacífico y el mundo, la competitividad es liderada por Singapur que con puntaje de 84.8 destrona de la primera posición a Estados Unidos, que actualmente ocupa el segundo lugar con un puntaje de 83.7. Una desmejora que se atribuye a las tensiones geopolíticas 2018-2019, sin embargo, la potencia norteamericana continúa liderando en innovación, principalmente en lo que respecta a desarrollo y adopción; también se mantiene en términos de dinamismo de los negocios.
Otro importante jugador en la competitividad de Asia-Pacífico es Hong Kong (83.1) ocupando la tercera posición en el ámbito global. En cuanto a Europa, Holanda con 82.4 y Suiza con 82.3 ocupan la cuarta y quinta posición en el top 5.
En lo que respecta a América Latina, Chile con un 70.5 reporta el puntaje más elevado, lo cual establece una brecha de diferencia del 14.3 versus el mejor puntaje global de Singapur. Seguido de Uruguay (63.5), Colombia (62.7), Costa Rica (62.7) y Perú (62). Este último próximo al puntaje promedio de 61 ilustra la fragilidad de la mayoría de las economías latinas, la cuales se ubican por debajo del promedio.
Según las variaciones de los resultados 2019 versus 2010 Chile y Costa Rica han desmejorado mientras Uruguay, Colombia y Perú han apreciado su competitividad. Siendo las dos primeras economías relativamente estables con fuertes industrias nacionales, se elevan las alarmas sobre el resto de la región, dado que algunos países latinos dependen de las exportaciones y manejan monedas propias.
El desarrollo y el crecimiento económico descansan sobre la sostenibilidad. Estos cimientos son los denominados pilares, que se desglosan en 12 punto que contemplan la institucionalidad, infraestructura, adopción TIC, estabilidad macroeconómica, salud, destrezas del capital humano, mercado de productos, mercado laboral, sistema financiero, tamaño de mercado, dinamismo de los negocios e innovación.
Consultando de manera individual los resultados de estos pilares y sus indicadores, algunos de ellos están ausentes. No obstante, con el advenimiento de la revolución 4.0, caracterizada por la tecnología e innovación para el desarrollo industrial y por ende comercial, la innovación (pilar 12), contribuye en mayor parte a la amplitud de la brecha de la competitividad.
La afectación se acentúa a partir del hecho de que la innovación tecnológica está condicionada a la existencia de capital humano dotado de conocimiento y habilidades técnicas en el campo. En lo que respecta a los pilares de la educación, el mercado laboral, la salud y la institucionalidad, los resultados no son los más favorables.
La educación, en la mayoría de los países en desarrollo y emergentes continúa siendo de calidad media baja, por lo que el contar con los medios para adaptar la fuerza laboral a las innovaciones es una fuerte limitante. Por otro lado, los mercados laborales están plagados de la economía informal, los sistemas de salud no brindan la atención necesaria a partir de los niveles primarios, y la institucionalidad fuertemente golpeada por el deterioro de la administración de los estados e instituciones públicas que no son eficientes.
Incluso los países desarrollados enfrentan retos para sobrellevar las exigencias de la innovación tecnológica. Miembros del G20 como Francia, Brasil, India, China y el Sur de Corea reportan un declive en su capacidad de investigación y desarrollo en este campo.
El país se ubica en la posición 66 de 141 economías analizadas en 2019, y en sexta posición en el ámbito regional. En el período 2010, el país se posicionaba como el número 53 de 139 economías en el ámbito internacional y en segunda posición en el ámbito regional.
Una década es sinónimo de múltiples cambios, por lo que las variaciones de resultados no son una sorpresa. Sin embargo, el país ha tenido un deterioro a partir de 2010 que se evidencia en los reportes previos de competitividad, así como en situaciones en materia política y económica del día a día.
Entre los factores con mayor incidencia en la productividad y por ende competitividad de la economía panameña, la innovación representa un reto fuerte que se acentúa por las problemáticas que enfrenta el sistema educativo, la poca flexibilidad de los mercados laborales, el reducido tamaño del mercado resultado de la poca diversidad de las industrias, el deterioro de la institucionalidad y la tendencia a la economía informal.
A pesar de que la economía local se mantiene por encima del promedio, los pilares que reportan deterioro, así como aquellos que reportan puntajes bajos deben de ser atendidos.
Hay que destacar que el dinamismo de otras economías también impacta en las variaciones de puntaje y por ende en el posicionamiento, principalmente en estos últimos períodos (2016-2019), en los cuales las principales economías del mundo se han dedicado a las disputas comerciales y políticas que terminan por desviar los esfuerzos de la productividad.
Las economías dinámicas se caracterizan por direccionar esfuerzos para mejorar las condiciones del mercado local.
En este tipo de ecosistema, se adoptan todos los cambios que generen ventajas en diversas perspectivas.
Un ejemplo de ello es Singapur, un país desarrollado y próspero que continúa trabajando en mejorar diferentes sectores.
Los indicadores reportan apreciación en su sector público, mercado laboral, diversidad e infraestructura.
Entre otros países que han apreciado significativamente su nivel de competitividad global según la lista, se ubican Vietnam, alcanzando su índice máximo de 61.5. En contraste con las cifras históricas, este resultado equivale a una mejora de 10 posiciones versus el período 2018 (65). Otros como Dinamarca, Uruguay y Zimbabue, han incrementado su proporción de recursos renovables, otorgándoles ventajas frente a otras economías donde estas materias primas reportan alerta de escasez.
Con el porvenir de los años el concepto de estabilidad económica evoluciona, exigiendo que exista una armonía entre la productividad, la calidad de vida equitativa y la sostenibilidad ambiental. Esta última, es un objetivo reforzado por aquellos que alegan a favor de las corrientes identificadas bajo los conceptos de economía verde y economía azul.
Ambos versan sobre los potenciales de desarrollo y crecimiento, bajo la inclusión de la protección del medio ambiente, los océanos y la reducción de los cambios climáticos que son fuente de catástrofes que impactan las perspectivas económicas.
La anhelada productividad como fuente de desarrollo y crecimiento que eleve las ventajas competitivas requiere de reformas grupales. Es decir, que se elaboren acciones a partir del análisis comprehensivo de todos los factores e incluso individuos, que subestimen las capacidades de las naciones en materia de economía sostenible a largo plazo.
Mientras no se manifiesten estas inclinaciones correctivas, no se podrán plantear expectativas de prosperidad, por el hecho de que los sistemas actuales, primordialmente de las economías en vías de desarrollo y emergentes, ya conceptuadas como frágiles, no brindan los ambientes apropiados para sobrellevar las exigencias de los mercados, en materia de innovación y educación.
Innovación sin capital humano educado y entrenado es una falacia, y sin el recurso financiero disponible o con la malversación del mismo, se limita la capacidad para la investigación y el desarrollo, así como la posibilidad de establecer mercados eficientes.
