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- 18/10/2015 02:00
- 18/10/2015 02:00
En el reciente debate presidencial demócrata, la persona que hay que observar estaba en casa, tomándose su tiempo. Después del debate, que tuvo toda la intensidad y hostilidad de un club de lectura suburbano, los comentaristas mediáticos se preguntaron si había aún espacio para Joe Biden en la contienda.
Incluso si decide entrar en ella, no es que vaya a diversificar el campo. Mirando al escenario en Las Vegas, me pregunté si los demócratas estaban tratando de acaparar el mercado de blancos de más de 50 años. Sin duda se trata de una elección extraña cuando los republicanos tienen un conjunto de candidatos que representan más lo que es Estados Unidos.
Que uno piense o no que Biden deba entrar en la contienda tiene que ver con la opinión que uno tenga de Hillary Clinton. Parece que a CNN le gusta la exsecretaria de Estado y la defenderá. De la misma manera que en las primarias demócratas de 2008, defendió a Barack Obama contra los ataques de Clinton. Después del debate del martes pasado, los reporteros, locutores y comentaristas de la cadena presentaron la narrativa de que Biden debería mantenerse al margen.
Clinton tiene la nominación demócrata ya preparada, dijeron. Los electores demócratas ya tienen suficientes opciones, dijeron. No hay espacio para Joe, dijeron. Por el contrario. El desempeño poco memorable de Lincoln Chafee, Martin O'Malley y Jim Webb —junto con el regalo que Clinton obtuvo de Bernie Sanders, quien dijo que los estadounidenses están ‘hartos de oír hablar sobre los malditos emails'— sugieren que Biden debe entrar en la contienda.
El vicepresidente debe presentarse por el bien del partido. Si el plan de los demócratas era darle a Clinton oportunidad de entrenarse antes de la gran pelea, fallaron. Tras varios meses de campaña, aún no ha tenido un adversario serio.
Biden es tan bueno como Clinton para los electores demócratas, que buscan una persona que sea lo que ella no es —auténtica, fiable, agradable, leal a la Casa Blanca. Biden es una fuerza constante y calmante en una campaña que ha sido caótica, desagradable e impredecible. Y no genera los escándalos personales ni el drama que genera Clinton.
Lo que Biden parece generar es temor entre los Clinton. No importa que los medios que se muestran amistosos con Hillary desechen tan fácilmente al vicepresidente. Porque los Clinton no lo harán. Irán tras él con la sutileza de un ataque aéreo.
Si Biden entra efectivamente en la contienda, no será fácil para Clinton lanzar una ataque completamente frontal contra su gestión como vicepresidente en los dos períodos pasados. Eso significaría atacar al gobierno en el que ella sirvió.
Y eso expondría una grieta que ni los demócratas ni sus substitutos de los medios desean revelar. Ha quedado claro durante un tiempo que el presidente Obama y los que son leales a él, como la asesora de la Casa Blanca, Valerie Jarrett, no desean ver que Clinton suceda a Obama y prefieren a Biden. La mejor manera de asegurarse un ‘tercer período' para este presidente es elegir a su vicepresidente.
Así pues, el camino más seguro para los Clinton a fin de destruir a Biden sería remontarse a su carrera en el Senado. Sin duda oiríamos que por permitir el trato que se le dispensó a Anita Hill durante las audiencias de Clarence Thomas hay que considerarlo sexista, y que sus esfuerzos por poner más policía en la calle lo convierten en racista. Se volvería desagradable.
Irónicamente, las mismas cualidades por las que Biden fue un candidato atractivo como compañero de fórmula de Obama —a saber, su atractivo para los hombres blancos de clase obrera— pronto podría ser una desventaja. Solía considerarse como un factor positivo que Biden comprendiera las inquietudes de los hombres blancos de la clase obrera. Los Clinton lo pintarán como un indicio de que Biden está fuera de contacto en un país que cada vez es más diverso.
Ya se reportó que fue Biden el que informó a la columnista del New York Times , Maureen Dowd, que su hijo moribundo, Beau, le pidió que se presentara como candidato presidencial. La columna de Dowd ayudó a alimentar las especulaciones sobre la candidatura de Biden, creando simpatía hacia él. Pero la revelación de que él había sido la fuente de esa noticia pareció, a algunos demócratas, cobarde y oportunista. Alguien filtró eso—para manchar a Biden. ¿Cuán bajo puede llegar un político para vencer a su rival? Mantengan un ojo en la campaña de Clinton. Podríamos hallar la respuesta.
THE WHASHINGTON POST
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Joe Biden es tan bueno como Hillary Clinton para los electores demócratas, que buscan una persona que sea lo que ella no es —auténtica, fiable, agradable, leal a la Casa Blanca. Biden es una fuerza constante y calmante en una campaña que ha sido caótica, desagradable e impredecible. Y no genera los escándalos personales ni el drama que genera Clinton.
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Irónicamente, las mismas cualidades por las que Joe Biden fue un candidato atractivo como compañero de fórmula de Barack Obama pronto podría ser una desventaja. Aunque se solía considerar como un factor positivo que Biden comprendiera las inquietudes de los hombres blancos de la clase obrera.