Integrantes de la caravana migrante en el estado de Chiapas, en el sur de México, denunciaron este jueves 21 de noviembre que las autoridades les bloquearon...
- 04/03/2017 01:00
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El actual contexto internacional y los previsibles escenarios futuros, de creciente incertidumbre y complejidad, requieren una respuesta latinoamericana acorde con los desafíos de la nueva globalización. Fortalecer la integración es un imperativo de productividad y competitividad, para desarrollar nuestro mercado interno, y relacionarnos exitosamente con las demás regiones del mundo. Sólo ello podrá constituir a América Latina en una cadena de valor, que se inserte en los macro mercados con una oferta exportadora adecuada a la demanda dinámica mundial.
Necesitamos una integración modelo siglo XXI, conectada con la cuarta revolución industrial y los nuevos factores de competitividad. Debemos adaptarnos rápidamente, ajustar nuestros sistemas productivos, agregar valor a los recursos naturales y desarrollar los servicios. Una tarea conjunta para el sector empresarial, el mundo del trabajo, el sector financiero y las políticas públicas.
Hemos hecho importantes intentos de integración comercial desde el siglo pasado. Pero el comercio intralatinoamericano llegará este año apenas al 15% -hace tres años era del 18%- y a escala global, somos solamente el 5,5% del comercio mundial. En exportaciones de bienes de alta tecnología, somos el 5%, comparado con el 50% del Asia, que hace quince años ya tenía el 30%, o con China, que en el mismo período pasó del 7 al 33%.
Los modelos de inserción existentes en la región no deben ser un obstáculo. El gobierno de Chile desde los inicios de su administración, hizo para ello una propuesta que llamamos ‘Convergencia en la diversidad', para buscar la complementariedad entre la Alianza del Pacífico y el Mercosur -que juntos son el 92% del PIB regional-, abierto asimismo a los otros esquemas de integración como el Sistema de Integración Centroamericano o el Caricom. Según lo ha señalado la presidenta Michelle Bachelet, ‘se puede confluir en un espacio tan diverso, pero es una tarea que requiere de conceptos matrices que la guíen y de voluntades políticas que la empujen'.
Es también el momento de ampliar la membrecía de la organización. El ingreso de Panamá a la ALADI en 2012 fue un paso muy importante en esta dirección, que contribuye a fortalecer y darle densidad a nuestra institución, tanto por la posición estratégica que Panamá ocupa en la región y el nuevo dinamismo que aporta al comercio internacional con la exitosa ampliación del Canal, como asimismo por ser un país con gran experiencia en los servicios, que debemos potenciar porque es el sector más dinámico del comercio mundial.
Consideramos que el Tratado de Montevideo y la Asociación Latinoamericana de Integración (ALADI) son el marco jurídico e institucional idóneos para potenciar esta convergencia. Ya lo planteamos junto a otros miembros en 2004 para la convergencia de los acuerdos existentes, para crear el ‘Espacio de Libre Comercio', lo que fue plasmado en las Resoluciones 59 y 60 del Consejo de Ministros. Los principios de la ALADI: pluralismo, convergencia, flexibilidad, tratamientos diferenciales y multiplicidad de acuerdos, son justamente los que necesitamos para avanzar ahora más allá de lo arancelario, en las nuevas formas de integración en productividad y competitividad. Los trece países miembros de la ALADI (Mercosur, Alianza del Pacífico, Bolivia, Ecuador, Venezuela, Cuba y Panamá), representan 510 millones de habitantes, casi el 90% del territorio regional, en números redondos somos el 95% del PIB y el 90% del comercio exterior. Todos vinculados por una red de acuerdos de complementación o de alcance parcial, que cubren prácticamente más del 90% del comercio de bienes, y algunos comprenden también los servicios.
Con esta base, principios e instrumentos, podemos pasar a una nueva fase de integración, recogiendo el acervo existente y la experiencia acumulada en nuestros distintos procesos, intensificando asimismo la cooperación con el sistema multilateral representado por la OMC, la UNCTAD, el Centro de Comercio Internacional y organismos técnicos regionales como la CAF, el BID-INTAL, el IICA y otros de igual relevancia.
Hoy nos enfrentamos a una especial coyuntura: por una parte, el resurgir del proteccionismo comercial que pone trabas a nuestras exportaciones. Por otro lado, las cadenas globales de valor de los mega-mercados, en las que no estamos integrados como región. Y al mismo tiempo, los nuevos factores de competitividad que surgen del entorno digital. Para posicionarnos en este escenario, corresponde articular en América Latina, bajo el Tratado de Montevideo de 1980 y el marco de la ALADI, una nueva generación de acuerdos, en sectores claves para la competitividad, como la energía, la infraestructura, las telecomunicaciones, el comercio electrónico, la facilitación del comercio, encadenamientos productivos, integración digital, y muchas otras que complementen los acuerdos en vigor.
EMBAJADOR REPRESENTANTE PERMANENTE DE CHILE ANTE LA OMC