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- 04/08/2015 02:00
Es incomprensible que cada dos años, como consecuencia de la revisión del salario mínimo, surge en la opinión pública la discusión sobre el papel de la productividad en la definición de precios y sueldos. Lo peor es que la mayoría de la gente ni siquiera sabe lo que significa productividad.
Para personas vinculadas al sector productivo, productividad es darle a las empresas y a los trabajadores las herramientas para hacer algo mejor y más rápido. Y, en ese sentido, en los últimos años se han descubierto una infinidad de dispositivos y aplicaciones tecnológicas que ayudan a que las cosas se hagan más rápido que antes. Pero para los abogados y demás tecnócratas que usa el Gobierno en el proceso de revisión del salario mínimo, el tema es diferente. Para ellos la productividad es una fórmula desde hace décadas: la producción por hora por trabajador.
Según cifras oficiales, la productividad en Panamá es como una montaña rusa. Desde la década de los 50 hasta los años 70, la productividad creció a una tasa promedio anual de 2.1%. En la década siguiente bajó a 1.1%, a pesar de la introducción de computadoras en oficinas, bancos y plantas industriales.
Con el inicio de la era digital en los años 90, nuevamente se disparó a 2.5%, para luego caer en la primera década del milenio a 1.4%. Y desde el año 2010, se registran niveles por debajo de 1%.
Es importante señalar que si la productividad creciera a una tasa anual de 2%, se tardaría 35 años en doblar el estándar de vida de la población; a una tasa de 1%, 70 años.
Para efectos prácticos, además de la baja productividad en Panamá tenemos un problema de medición. Simplemente, hay cosas que no se pueden medir porque son gratuitas o no tienen costo definido.
Por ejemplo, buscar una dirección tardaba antes minutos u horas; ahora sólo se requiere acceder a un apps de GPS y en segundos se encuentra el lugar. Esta misma aplicación puede igualmente localizar una mercancía dentro de una bodega o contenedor y en segundos lograr lo que antes tardaba minutos y hasta horas.
Pero no todos los apps son gratis. Y recordemos que el PIB es un reflejo de las millones y millones de transacciones monetarias que ocurren diariamente en el mercado de bienes y servicios.
Históricamente, el PIB es un concepto creado en los años 30 cuando los economistas trataban de medir la producción de acero y trigo, en vez de servicios e innovaciones como ocurre ahora. Por eso, pareciera que ha llegado el momento para que el PIB se modifique e incluya intangibles, como la calidad y otros aspectos intrínsecos de la producción que no se registran monetariamente en la contabilidad nacional.
Por ejemplo, arreglos en una casa de plomería, electricidad y de cocina que son realizados por su propio dueño no son computados en las cifras oficiales. Igualmente sucede con las miles de personas que realizan trabajo doméstico y despachan desde sus casas.
Con lo cual llegamos al punto si la productividad es un concepto obsoleto o simplemente los economistas son incapaces de medirla efectivamente.
Por supuesto, que hay sectores de la actividad económica donde el volumen de producción aumenta todos los años y es fácil cuantificar su productividad. Pero también hay segmentos donde cada vez participan más personas y es muy difícil aumentar la productividad. Por ejemplo, un barbero sólo puede cortar cabello un número específico de cabezas, independientemente del talento o de las herramientas.
Entonces, cómo se explica que en Panamá tengamos baja productividad en tiempos de alta tecnología. La respuesta la podemos encontrar en su baja adaptación a la innovación. Sencillamente, algunos países asimilan mejor la tecnología y por eso avanzan más rápido que otros.
Desde hace años, en Europa y ahora más reciente en los Estados Unidos, todos los trabajadores que atienden una mesa de restaurante o despachan tragos en una barra usan dispositivos de mano para ordenar y cobrar. Desafortunadamente, esta tecnología todavía no se ha generalizado aquí en Panamá y seguramente haría que nuestra productividad en la industria de entretenimiento y turismo suba el día que la adaptemos. Y así ocurre en muchas otras áreas en las que hemos quedado rezagados y estamos en la cola.
Hace un par de años, como parte de un experimento para medir la productividad, el encargado de una biblioteca determinó el tiempo que ahorraba cada vez que buscaba un libro usando el tradicional sistema de tarjetas versus un programa automático de localización. En promedio, el localizador siempre ganaba a las tarjetas en 15 minutos.
Si añadimos este tiempo ahorrado a cada ministerio, oficina, escuela y hogar alrededor del país, el resultado es una contribución importante a la productividad.
Como vemos, el tema no es para debatirse cada dos años. Es un argumento de peso para ser incluido en una agenda que cambie la forma de ver la misma razón de nuestra existencia. Porque si no lo hacemos, desaparecemos.
El mundo es una jungla y los grandes se comen a los chicos, los rápidos a los lentos y los inteligentes a los brutos.
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Entonces, cómo se explica que en Panamá tengamos baja productividad en tiempos de alta tecnología. La respuesta la podemos encontrar en su baja adaptación a la innovación. Sencillamente, algunos países asimilan mejor la tecnología y por eso avanzan más rápido que otros.