Medina Gallego: '¿En un Estado en el que gobierna la criminalidad qué se espera de la justicia?'

Actualizado
  • 20/07/2019 02:00
Creado
  • 20/07/2019 02:00
De acuerdo al catedrático e investigador colombiano Carlos Medina Gallego, hay fuerzas políticas en Colombia que claramente apuestan por la guerra pese a los acuerdos de paz, un conflicto interno que no ha hecho más que recrudecerse

Como un espejismo inalcanzable, la paz se ha vuelto una realidad vedada para una Colombia que no para de desangrarse bajo el ‘postconflicto', marcado hoy por el asesinato sistemático de líderes sociales, la producción récord de cocaína y la oposición del gobierno de Iván Duque a lo acordado entre el Estado y la guerrilla de las FARC.

Para el catedrático e investigador de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL), Carlos Medina Gallego, la paz enfrenta una grave crisis que podría echar por tierra los pocos avances alcanzados. Magíster y doctor en historia por la UNAL, es miembro del Centro de Pensamiento y Seguimiento al Diálogo de Paz.

La Estrella de Panamá conversó en Bogotá con el autor de numerosas obras acerca del conflicto colombiano: la guerra interna más antigua en el hemisferio occidental.

¿Cuál es el estado actual del conflicto armado?

Muy difícil, asistimos a un retorno de la guerra (…) tras la llegada de Duque han sido asesinados 380 líderes sociales y 117 excombatientes desmovilizados de las FARC (hoy el partido Fuerza Alternativa del Común). Los diálogos entre el Gobierno y el Ejército de Liberación Nacional (ELN) estancados, la implementación de los acuerdos bloqueados, incremento de las bandas criminales, reactivación del paramilitarismo y la posible reaparición de los falsos positivos (ejecuciones extrajudiciales por el Estado).

¿Fracasaron los compromisos de La Habana entonces?

No, ocurre que los que se opusieron a los acuerdos son los que gobiernan hoy y no lo quieren implementar. El punto uno de lo pactado, sobre reforma agraria y tenencia de la tierra, no ha sido desarrollado porque los que mandan son terratenientes, lo boicotean. Eso incluye el problema de la sustitución de cultivos ilícitos.

¿Porqué no ha funcionado?

Ningún cultivo que sustituya a la coca va tener el mismo mercado que la pasta de cocaína. No es un asunto de sustituir el cultivo sino cambiar esa forma de hacer ingresos por otra, legal y justa (…) el campesino cocalero no es un criminal ni un narco sino una víctima obligada a sembrar hoja de coca para sobrevivir. Algunos campesinos rechazan ese cambio... Por su puesto, para ese campesino pobre la hoja de coca es el Estado, más bien resultado de la ausencia de este (…) esa hoja pone el pan en la mesa de su familia. Si se quiere eliminar los cultivos ilegales sustituyámoslos por la presencia del Estado en forma de salud, escuelas, proyectos productivos, carreteras, gobierno y seguridad; no como hoy que llega a arrasar al campesinado con su fuerza pública. Las zonas que dejaron las FARC no fueron ocupadas por el Estado sino por bandas criminales, el narcotráfico y los empresarios ligados a éste, incluso en los lugares donde se retiró la guerrilla aumentó la producción de droga.

Colombia es el mayor exportador de cocaína del mundo, parece que el narcotráfico está más fortalecido.

Los años 80's y 90's fueron la época de los carteles de la droga, en cambio el siglo XXI es el tiempo de las empresas del narcotráfico, manejada por hombres de negocio que tienen operadores comerciales y productivos, concentrando importantes sumas de clorhidrato de cocaína que circulan en la economía convencional. Las drogas que salen de Colombia se exportan como mercancía con rutas marcadas y desde los principales puertos del país hacia EE.UU. y Europa. Quedó en el pasado las rutas clandestinas, hoy el narco es una inversión a riesgo sobre rutas comerciales.

¿Pero eso implicaría complicidad de empresarios en la economía legal?

De 100,450 toneladas de cocaína se están incautando entre 40 y 80 toneladas, apenas un 10% (…) es una puesta en escena para decir que se está respondiendo a una política de combate al narco, obvio nadie va admitir que tiene vínculos con el narcotráfico. Es una lógica de un capitalismo criminal y mafioso en el que los empresarios nacionales participan de manera directa o indirectamente a través de la inversión de capital en esa economía de riesgo; el sector ganadero o la industria cafetera es donde hay más lavado de activos. El propio presidente de la Federación Nacional de Cafeteros admitió que hay productores que están en el cultivo de coca, la excusa es que los precios del café están bajos pero hace años que siembran coca.

¿Cómo enfrentar la quimera del narcotráfico en Colombia?

Primero descriminalizando a los campesinos cocaleros, sacarlos de la economía de la droga con alternativas productivas y derechos; lo segundo es establecer una política de salud pública para los consumidores y el tercer elemento, el más problemático, luchar contra los empresarios del narcotráfico, principales beneficiarios de toda la cadena productiva del tráfico, la gran batalla es frente a esos actores no contra los consumidores ni productores.

¿Desde esa lectura dónde queda el uribismo que gobierna hoy?

(El expresidente) Álvaro Uribe y el uribismo están muy desgastados (…) hay que ver si Duque es capaz de romper con el Centro Democrático o si sigue atado a los caprichos del líder de su partido.

¿Pero cómo entender el uribismo? No es solo una expresión oligárquica, tuvo durante mucho tiempo un respaldo de una base popular.

Es un movimiento político que se articuló en la figura carismática de Uribe, un populismo de extrema derecha que moviliza los estados emocionales y no la racionalidad (...) agitando el miedo, el odio, la venganza, las estigmatizaciones como práctica política; en una sociedad políticamente analfabeta como la colombiana eso funciona. Lo único que busca Uribe al final es encubrir sus deficiencias y delitos; además, entendió que la mejor forma de no quedar a merced de los tribunales y hacer uso de la institucionalidad para sus intereses era manteniéndose en el poder político a cualquier precio. Otra cuestión es que el uribismo no proviene de los sectores tradicionales de la oligarquía del país.

‘El campesino cocalero no es un criminal ni un narco sino una víctima obligada a sembrar hoja de coca para sobrevivir... para ese campesino pobre la hoja de coca es el Estado, más bien resultado de la ausencia de este'.

¿Es una nueva oligarquía?

Es más bien una narco oligarquía que surge como un grupo emergente en los ochentas, con el Cartel de Medellín. Él asciende como alcalde, senador y luego presidente de la República.

Puesto las cosas así, el uribismo juega con todas las cartas, legales e ilegales. ¿Como una alternativa puede construirse ante a un actor con tanto poder?

Es difícil luchar contra cierto tipo de prácticas criminales cuando son los criminales los que gobiernas y legislan (…) acaban de enterrar la ley anticorrupción en el Congreso para protegerse. En un Estado en el que gobierna la criminalidad que se puede espera de la justicia y la lucha contra ese modelo de delincuencia. El último terreno de esa batalla es la politización del sistema judicial y el uso de éste como arma de guerra; y eso no es solo en Colombia está ocurriendo en toda América Latina. Cabe preguntarse si se necesita refundar el Estado con otro tipo de fundamentos éticos y morales pero mientras las oligarquías estén en el poder es supremamente complicado tan siquiera dar esa discusión.

¿Si la oligarquía colombiana se beneficia de la guerra por qué una parte de ella respaldó el acuerdo de paz? El caso del gobierno de Santos por ejemplo...

Si bien (el expresidente Juan Manuel) Santos viene de un marco de las tradiciones oligárquicas del país este hizo una apuesta difícil, busca una solución política al conflicto por una cuestión concreta; no se puede tener dinámicas económicas vigorosas ni atraer la inversión extranjera en un campo minado ni en medio de una guerra. Igualmente, siendo ministro de defensa de Uribe, él entendió que las guerrillas no serían derrotadas militarmente, siendo la única forma de alcanzar una victoria en una mesa de negociación, misma que al final expresó la correlación de fuerzas en el campo de batalla, es decir, superioridad del Estado, de allí lo acotado de lo pactado. Para eso tuvo que separarse del uribismo, de donde viene, y convertirlo en oposición. Hoy la dinámica del proceso, al menos en el Congreso, no favorece al uribismo ni a Duque.

¿Hay oportunidad para la paz?

Estamos en un camino de construir una paz que se levanta en medio del conflicto, la paz no significa ausencia del conflicto, estos van a seguir existiendo siempre, el asunto es tener una sociedad donde los problemas se resuelven de forma dialogada, democrática y reconociendo las diferencias sin matarnos.

Hablamos de un cambio cultural profundo...

Sí, aún no hemos superado el hecho de que las diferencias políticas se resuelven políticamente y no con violencia. Los conflictos son consustanciales a la naturaleza humana y colectiva, son los que permiten que las sociedades se desarrollen (…) podremos vivir en una sociedad llena de conflicto pero en paz, o sea, no se usarán las armas y se respetaran las vida de los ciudadanos (…) hay que avanzar en la construcción de ese imaginario porqué aún no lo tenemos. Nada que ver con lo que existe hoy, lo que tenemos es una ofensiva sistemática y masiva, de asesinatos de líderes sociales, de ambientalistas, defensores de derechos humanos y comunicadores, unido a un sicariato calculado de los reincorporados de las FARC, un genocidio parecido al de la Unión Patriótica.

¿Cómo queda la memoria entre tanto dolor?

La memoria no es única ni homogénea, es un concierto polifónico. El reconocimiento de esa polifonía es lo que permitirá la reconciliación en la tragedia que hemos vivido. Ese conjunto de memorias entre víctimas y victimarios son los que permiten avanzar hacia una verdad histórica (…) las víctimas de las FARC, del Estado, de los paramilitares, del ELN y del narcotráfico tiene un relato que debe formar parte de ese imaginario de paz.

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