Los tiempos de Cuba y EE.UU.
El presidente de Estados Unidos, Barack Obama, con menos de 24 meses de gobierno por delante, se muestra efímero en la historia
A los latinoamericanos nos ha costado decenas de años comprender las diferencias que marcaba el mundo de Washington con el mundo claramente inacabado de América Latina. Los cubanos, a diferencia de los chilenos, que también emprendieron una revolución socialista democrática por medio de las urnas, aprendieron la lección más rápidamente. Al final, pese al cúmulo de errores cometidos, los isleños han resistido. Los chilenos pagaron su osadía democrática de la Unidad Popular con la más sangrienta dictadura militar que muchos se empeñan en olvidar.
De ahí que las negociaciones que acaban de empezar en Cuba solo podrán ser entendidas con el concepto del tiempo del tormentoso siglo XX. Tras una semana de reuniones, hay temas que han atascado la ruidosa y sobredimensionada reconciliación entre Washington y La Habana.
El presidente de Estados Unidos, Barack Obama, con menos de 24 meses de gobierno por delante, se muestra efímero en la historia. No ocurre así con los hermanos Castro, que escribieron sus páginas tal y como se moldea el hierro al fuego.
Esta semana de conversaciones entre la delegación estadounidense y la cubana es una micropartícula en la historia universal, casi imperceptible al tiempo de los humanos modernos.
Pero Estados Unidos puede y … debe levantar el embargo contra el pueblo cubano. Todo lo demás es andarse por las ramas. Además, es el único tema de la agenda de negociación que haría que las autoridades norteamericanas trasciendan en el tiempo.
Por otra parte, el embargo es el eslogan político que ha sostenido el régimen cubano para justificar las restricciones democráticas en Cuba. Ahora, de manera simultánea, dos corrientes políticas se encuentran en la historia, pero corren el peligro de la ‘ley de la sospecha’ que, siempre o casi siempre, suele detener iniciativas diplomáticas más frescas y mejor apegadas a los tiempos modernos.
En tal sentido, La Habana debería tener claro que no podrá arrancarle más tiempo al tiempo, está cansada y arruinada, es el momento de los cambios. Desaprovechar esa micropartícula del tiempo sería una condena irreflexiva con las siguientes generaciones cubanas.
A su vez, Washington tiene la fuerza para dirigir, de manera simultánea al esfuerzo diplomático que lleva a cabo en la isla, las actitudes de los republicanos, algunas extremadamente arcaicas capaces de atascar el inicio del deshielo.
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