La UE avanza hacia los Balcanes, el ‘polvorín' europeo

Actualizado
  • 10/02/2018 01:01
Creado
  • 10/02/2018 01:01
Con los países de los Balcanes occidentales en la mira, la Unión Europea busca ‘expandir' el bloque comunitario hacia una de las regiones más convulsionadas del viejo continente

Tras décadas de negociaciones, la Unión Europea (UE) dio, no sin aprensiones, una luz verde simbólica a la entrada de seis países de los Balcanes occidentales.

El pasado martes 6 de febrero, la Comisión Europea concretó la futura ampliación del bloque comunitario, con la aprobación de una nueva estrategia para las incorporaciones de Macedonia, Serbia, Bosnia-Herzegovina, Montenegro, Kosovo y Albania.

Con hoja de ruta llamada, ‘Estrategia para los Balcanes Occidentales: Una perspectiva de ampliación creíble', Federica Mogherini, representante de asuntos exteriores de la UE, presentó la propuesta que fue aprobada por los líderes europeos, aunque con límites, restricciones y sin una fecha vinculante para la inclusión de los nuevos miembros.

Las perspectivas más optimistas dentro la UE apuntan a 2025 como fecha para la incorporación plena de los países de una de las regiones más convulsionadas de Europa.

Como un auténtico ‘polvorín', los Balcanes se encuentran cruzados por arraigados conflictos políticos, territoriales, étnicos y religiosos, que hace difícil vislumbrar una adhesión a corto o mediano plazo.

Con problemas cuyos orígenes se encuentran incluso desde antes de la Primera Guerra Mundial, la complicada convivencia balcánica se mantuvo en relativa ‘paz' mientras estas naciones formaron parte de la Yugoslavia socialista durante la Guerra Fría. La caída de la Unión Soviética —de la cual era parte Albania—, junto al derrumbe del resto del Bloque del Este, fue en los 90 el caldo de cultivo perfecto para la implosión de la federación yugoslava. Esto reflotaría antiguas disputas de todo tipo, que terminaron en guerras fratricidas, matanzas etnorreligiosas y una cuestionada intervención de las potencias occidentales europeas y Estados Unidos, a través de la OTAN (Organización del Tratado del Atlántico Norte), misma que no contó con la autorización del Consejo de Seguridad de la ONU, y que oenegés como Amnistía Internacional calificaron de violatoria al derecho internacional.

DIFÍCIL ADHESIÓN

El reciente fallo del Tribunal de La Haya en favor de Eslovenia frente a Croacia (junio de 2017) , sobre la disputa fronteriza en el mar Adriático, es un ejemplo de problemas no resueltos en la región. Pese a ser ambos miembros de la UE, las instancias del continente han sido incapaces de resolver el conflicto, mientras el gobierno de Zagreb ya anunció que no acatará la orden de La Haya.

Entre los aspirantes para entrar a la UE, Macedonia mantiene abiertos choques con Grecia —ambos reclaman ser herederos del nombre ‘Macedonia'—; entre tanto, en Bosnia-Herzegovina aún se mantienen abiertas las cicatrices de las grandes brutalidades y genocidios cometidos en las guerras entre bosnios, serbios y croatas.

A esto se suma el problema de Kosovo, país creado en 2008 y considerado por Serbia como parte integral de su territorio. El joven Estado no es reconocido por el Gobierno serbio, pero sí por la mayoría de las naciones parte de la UE.

Los reclamos de Belgrado son respaldados también por países que ya son parte de la UE, como Eslovaquia, Chipre, Rumania, Grecia, y España, que mira con preocupación la situación de Cataluña en el espejo kosovar.

Bajo este panorama, la UE condiciona la entrada de estos países a la aplicación de modificaciones a sus legislaciones internas, que incluyen temas del ámbito judicial, de seguridad, conectividad energética, transporte, lucha contra la corrupción y la delincuencia organizada, así como cambios en materia migratoria, esta última, pieza clave en la política comunitaria de contener la ola de refugiados de África subsahariana y el Magreb.

Estos son solo algunos de los retos por enfrenar por parte de la dirigencia europea y los grupos pro-UE en los Balcanes, en una región con altos índices de pobreza y desigualdad, y donde solo 39% de sus ciudadanos considera que sumarse al bloque comunitario será mejor para sus economías, según datos de la propia Comisión Europea.

EL ‘PROBLEMA RUSO'

La preocupación de Bruselas por una pronta expansión hacia el Este tiene a su vez una lectura geopolítica con miras sobre Rusia, señalado por Bruselas de ‘intervenir' en los países del Este, e incluso en los asuntos internos de miembros del bloque.

La crisis en Ucrania, junto a la anexión de Crimea a Rusia y el estallido de una guerra civil en el este del país, terminaron por deteriorar las relaciones entre Moscú y el bloque, sumándose así al concierto de sanciones contra el Kremlin bajo el liderazgo de Washington.

El problema para Bruselas, a diferencia de los estadounidenses, es que el mercado ruso es un espacio comercial importante, lo que convierte las sanciones en un ‘arma de doble filo'.

Un informe publicado en septiembre de 2017 por Idriss Jazairy, relator Especial de la ONU sobre Derechos Humanos y Sanciones Internacionales, indicó que las medidas contra los rusos han representado una pérdida de 3,200 millones de dólares mensuales para el bloque comunitario, mientras Rusia enfrenta pérdidas de 55,000 millones de dólares desde 2014.

Finalmente, otros problemas sin resolver en la ‘expansión' de la UE hacia el Este lo encarnan el brexit y el auge de grupos de ultraderecha euroescéptica, que obstaculizan la viabilidad del avance del bloque hacia los Balcanes.

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