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- 18/01/2024 00:00
Sí, antes de comprar las zapatillas o saltar a la caminadora. Una condición médica desconocida o no tratada puede lanzar esa promesa al precipicio. En mi formación como entrenadora personal aprendí que la evaluación médica es vital. Medidas como el peso corporal, azúcar en sangre o presión arterial ayudan a determinar si hay algo que atender antes de empezar.
El tipo de actividad, su intensidad y duración del ejercicio cambia según el objetivo que se proponga cada persona. Tener una meta, marca el camino. No es lo mismo moverse con el fin de quemar grasa, que moverse para ganar masa muscular.
La motivación es útil para comenzar y no para continuar. En su libro ‘Hábitos atómicos’, James Clear sugiere dejarla a un lado e invita a tener una intención clara: Yo haré (X) a esta hora y en este lugar. Eso ayudará a forjar el hábito. El autor sugiere fortalecer la intención uniéndola a un hábito que ya tengamos arraigado. Un ejemplo del autor es: después de quitarme los zapatos del trabajo, me pondré las zapatillas para salir a hacer ejercicio inmediatamente.
El cuerpo necesita acondicionarse y reeducarse progresivamente cuando se empieza. Eso sucede incluso a nivel celular y cerebral. Los músculos “aprenden” los nuevos movimientos. Una intensidad más baja facilita ese proceso y evita lesiones que obligarían a parar. Además, se minimiza la aparición del dolor muscular posentrenamiento, un enemigo de seguir con la promesa.
En el libro ‘Hábitos de un cerebro feliz’, Loretta Graziano Breuningen habla de la dopamina y otras hormonas. Explica que estas “sustancias químicas de la felicidad” se liberan cuando esperamos una recompensa y nos motiva a seguir buscándola. Celebrar los avances que se tengan ayuda al cerebro a activar nuestro sistema de recompensa.
Se libera dopamina. Nos sentimos felices y motivados, lo cual ayuda a que queramos repetir la actividad. Tener al cerebro de aliado es vital. Creo que ese puede ser el mejor camino para cumplir la promesa.