Curadores egipcios dan nuevo brillo a las joyas de Tutankamón

  • 12/07/2025 00:00
Muchos de estos tesoros no han sido restaurados desde que fueron descubiertos por el arqueólogo británico Howard Carter en 1922

En su adolescencia, Eid Mertah pasaba horas leyendo libros sobre el faraón egipcio Tutankamón, trazando jeroglíficos y soñando con tener en sus manos la máscara dorada del monarca.

“Estudié arqueología por Tut”, contó a AFP Mertah, de 36 años. “Mi sueño era trabajar con sus tesoros, y ese sueño se hizo realidad”.

Mertah es uno de los más de 150 curadores y 100 arqueólogos que han trabajado en silencio por más de una década para restaurar miles de artefactos del Gran Museo Egipcio (GME), un proyecto de 1.000 millones de dólares en la linde de la meseta de Guiza.

Su lanzamiento estaba programado originalmente para el 3 de julio, pero fue reprogramado para los últimos meses del año por motivos de seguridad.

Cuando finalmente abra, el GME será el mayor museo arqueológico del mundo consagrado a una sola civilización.

Albergará más de 100.000 artefactos, la mitad de ellos en exhibición, e incluirá un laboratorio de conservación en directo.

Desde atrás de las paredes de vidrio, los visitantes podrán ver a los expertos trabajando para restaurar un bote de 4.500 años que fue enterrado cerca de la tumba del faraón Jufu para trasladar su alma hasta Ra, el dios del sol.

Pero la estrella del museo será la colección de Tutankamón, con más de 5.000 objetos, muchos de los cuales serán exhibidos juntos por primera vez.

Incluye su máscara funeraria de oro, ataúdes y amuletos de oro, collares de cuentas, carros ceremoniales y dos fetos momificados que se cree que son sus hijas que nacieron muertas.

Rompecabezas de oro

Muchos de estos tesoros no han sido restaurados desde que fueron descubiertos por el arqueólogo británico Howard Carter en 1922.

Los métodos de conservación empleados por el equipo de Carter buscaban proteger los objetos, pero más de un siglo después, su preservación es un desafío.

Cubrir superficies de oro con cera, por ejemplo, “preservó los objetos en su momento”, indicó el curador Hind Bayoumi, “pero ocultó los detalles que queremos que todo el mundo vea”.

Durante meses, este restaurador de 39 años y sus colegas removieron la cera aplicada por el químico británico Alfred Lucas. A lo largo de las décadas, esa cera atrapó tierra y opacó el brillo del oro.

La restauración ha sido un esfuerzo conjunto entre Egipto y Japón, que aportó créditos por 800 millones de dólares y apoyo técnico.

El ataúd dorado de Tutankamón, trasladado desde su tumba en Luxor, fue uno de los trabajos más complejos.
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