¿Revolución o involución?

Actualizado
  • 11/10/2008 02:00
Creado
  • 11/10/2008 02:00
PANAMÁ. Para las elecciones del 68 aspiraba a concejal en el distrito capital. Reeligieron a Maximino Bolaños, quien “tenía un problem...

PANAMÁ. Para las elecciones del 68 aspiraba a concejal en el distrito capital. Reeligieron a Maximino Bolaños, quien “tenía un problema”: su color. Un allegado al doctor abordó a mi padre para comentarle que Arnulfo estaría feliz de que yo fuera el “electo” por el PDC. El viejo contestó por mí: “¡NO! Cuando le entregaron la credencial al doctor Oscar Pinzón Castillero —segundo en votos—, la arrojó sobre la mesa: “El que ganó fue Bolaños; entréguensela a él. ” Así en los 41 días de existencia de ese Consejo Municipal, hubo un puesto vacío: el del PDC.

Todas las trampas y manipulaciones de Arnulfo con los resultados electorales en el 68, tanto de diputados como de concejales, fueron esgrimidas por los militares para justificar su golpe once días después de su toma de posesión. Dijeron querer dejar de ser espectadores para ser protagonistas; el país pagó un precio muy alto por esa decisión, sobre todo en endeudamiento acumulado por veintiún años, en esa época no teníamos ni 200 millones de deuda externa. Era el tiempo en que los gringos, alcahuetas de los militares criollos, andaban con el cuento de la amenaza comunista.

En el fondo, los uniformados temían la decisión de Arnulfo de desarticular la cúpula policial para evitar los golpes que lo habían derrocado en el 41 y en el 51. Por eso, además de pedir la renuncia al general Bolívar Vallarino, envió de Agregado Militar a El Salvador a Omar Torrijos, secretario ejecutivo de la Comandancia; le quitó a Federico Boyd el poderoso cuartel de Panamá Viejo y trajo a Luis Carlos Duque, panameño radicado en Argentina quien había estudiado milicia, para imponerlo sobre los demás en la entidad armada.

Torrijos festejaba su traslado de Agregado Militar cuando supo de la sublevación del cuartel de Chiriquí que encabezaba el mayor Boris Martínez, cabecilla del descontento. Se estuvieron disputando el mando hasta febrero del año siguiente, cuando Martínez fue desterrado a Miami.

De tumbo en tumbo, primero íntimo de Somoza; después aliándose con marxistas locales que los llevaron de la mano a Cuba y sus negocios siempre estuvieron cerca de la nueva casta de ricos que ellos mismos crearon. Torrijos hizo famosa ahora la frase, que ahora suelta Balbina: “Ni con la izquierda ni con la derecha, con Panamá” y que, con su juego de doble agente, tanto provecho sacó Noriega, en el poder desde que en diciembre del 69 un grupo de oficiales le dio el efímero golpe a Torrijos y él lo ayudó a readquirir el poder. Ahora es fácil diferenciar ambas etapas: del 69 al 81 en que fue asesinado: Torrijos y Noriega gobernaron juntos por trece años.

El 68 marcó el inicio de un nuevo Panamá: se abrieron puertas para sectores antes carentes de oportunidades, pero de la mano de pocos principios éticos, que hicieron del proceso, antro de corrupción. Las negociaciones con los Estados Unidos concluyeron a un alto costo para la democracia: sin mayor consulta. El referéndum de aprobación fue escandaloso: con un 97% de votos SI; típico de una dictadura.

El aporte popular a la política que sin duda se da después del 11 de octubre, al igual ocurre hoy en Venezuela, condiciona a la democracia a “mantenerme en el poder a cualquier costa”. Los militares parecieron aprender harto bien las mañas de los políticos que tanto criticaron: según recuentos de las elecciones del 84, el PRD —brazo político del proceso—, además de despojar de su triunfo a Arnulfo Arias, alteró los resultados de dieciséis circuitos electorales.

La ausencia de controles propició un relajo ominoso por parte de los militares y sus adláteres. Al mismo Omar se le menciona como amigo cercano del fundador de la mafia colombiana, Santiago Ocampo Zuluaga, con quien compartía la afición de los finos caballos y amigas del capo, como la famosa Claudia de Colombia. Si ahora dicen que Noriega era amigo de Carlos Lehder y socio de muchos de sus colegas narcotraficantes y que Pérez Balladares recibió donaciones de Castrillón Henao, ya Torrijos compartía negocios de café con Ocampo.

Las lacras de ese período del 68 al 89, sumadas a las legadas por los liberales y conservadores de 1903 nos dejan una clase política diezmada, carente de visión de país, sin principios de ninguna clase, y una población cada vez más paupérrima en materia de salud, educación, seguridad y principios. Muy poco cooperó la llamada “revolución” con la identidad nacional de la que carecemos, cada vez más en manos de quienes nos han invadido de todas partes.

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