Tradición vs seguridad

Actualizado
  • 23/02/2009 01:00
Creado
  • 23/02/2009 01:00
PANAMÁ. “Resbalosos teñidos. . que asustan y causan miedo con sus huesos pelados o sus cordones de cuero”, dice una estrofa del poema “...

PANAMÁ. “Resbalosos teñidos. . que asustan y causan miedo con sus huesos pelados o sus cordones de cuero”, dice una estrofa del poema “Carnaval” de Rubén A. Jiménez, describiendo a uno de los íconos del Carnaval panameño que está convirtiéndose en una especie en extinción.

Los “resbalosos” aparecen, según el historiador Andrés Villa, en la segunda mitad del siglo XIX, cuando se celebraba el carnaval en el arrabal santanero y donde eran los protagonistas. Secuestraban a las personas, sin intención de causar daño, y las liberaban a cambio de algunas monedas, o donaciones en especie para preparar su comida del día siguiente.

Pero el resbaloso original fue mutando hacia una especie de “guerrero africano, dice Villa, o guerrero del oeste que se untaba de aceite y pedazos de carne cruda” y que amenazadoramente pedía dinero a los transeúntes.

Hoy y desde hace varios años, están proscritos por disposiciones policiales y alcaldicias, que los consideran una amenaza a la seguridad ciudadana.

Como los “resbalosos”, los disfraces de médicos, policías, sacerdotes, enfermeras y los enmascarados, podrían convertirse en solo un recuerdo si el conflicto entre seguridad y expresión cultural, se resuelve a favor de la primera, comenta el sociólogo Raúl Leis.

El Carnaval, en cualquier parte del mundo, no podría ser concebido como tal sin estos elementos que permiten a las personas ser alguien diametralmente diferente por unos días, una suerte de Sr. Hyde de su propio Dr. Jekyll, sin recibir la condena social.

“La opción por el disfraz es de libre elección. El disfraz es la plenitud de la libertad”, dice el sociólogo Leis, quien también asegura que esto se va complicando porque la sociedad cada vez es más violenta, más numerosa y menos tolerante.

Con la prohibición del “uso de máscaras, teñirse parcial o totalmente el cuerpo con sustancias colorantes o resbalosas, vestir disfraces simulando los uniformes de la Fuerza Pública, DIJ, Bomberos y hábitos sacerdotales”, con la intención de brindar mayor seguridad a la población en estas fiestas, se plantea una lucha entre un concepto de seguridad restringida y la expresión cultural del Carnaval, según Leis.

Por su parte, el escritor y crítico literario,

Ricardo Ríos, coincide con el sociólogo, al afirmar que hoy en día tenemos “un Carnaval secuestrado”. Todas estas restricciones, asegura, se dan por la falta de control de la delincuencia.

“Pero estas prohibiciones, no van a disminuir la violencia, dice Ríos, esta debe ser atacada desde sus raíces. Es necesaria una política institucional social”.

Ríos recuerda que en los carnavales de los años 40, 50 y 60, todos se disfrazaban, “en aquella época, encontrabas los disfraces más exóticos y las familias enteras, salían a pasear por la Avenida Central en taxis con tres filas de asientos y carrozas tiradas por caballos, luciendo vistosos disfraces”.

“Llegaremos a un país donde va a ser prohibido divertirse”, cuestiona Ríos, quien además critica el hecho de que mientras se han institucionalizado estas restricciones para el Carnaval, en las tarimas donde se presentan artistas nacionales y extranjeros y alrededor de las que se congregan miles de panameños, se promueve “la degradación pública de la mujer como ser humano”. “Por una botella de licor, se les pide que se quiten la ropa”, lamenta Ríos. Estas son las contradicciones de una fiesta a la cual las restricciones en aras de la seguridad terminarán por matar.

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