La alegría del Carnaval tiene sus implicaciones

Actualizado
  • 06/03/2011 01:00
Creado
  • 06/03/2011 01:00
PANAMÁ. Los orígenes. Las festividades del carnaval no son de nova data, por el contrario, sus orígenes se remontan desde la África negr...

PANAMÁ. Los orígenes. Las festividades del carnaval no son de nova data, por el contrario, sus orígenes se remontan desde la África negra, con sus celebraciones sagradas, hasta la civilización sumeria, egipcia y greco-romana en el mundo antiguo. En algunas de estas culturas se realizaban festines, comilonas y bacanales; mientras, en otras se realizaban cultos ceremoniales. Lo cierto es que cada sociedad ha matizado de manera particular los carnavales en relación a su contexto sociocultural y étnico. Por ende, no sería prematuro sentenciar la premisa que los carnavales son parte de la idiosincrasia cuasi universal de la humanidad.

Indistintamente de las características contextuales de su celebración, la fiesta de la carne (términos etimológico muy cuestionable, dado los diferentes significados y modos de festejarlos de un grupo humano a otro) en las diferentes partes del mundo, esta variopinta expresión de alegría colectiva encuentra su orden cronológico y constitutivo en la víspera de la cuaresma cristiana. Lo que permite deducir su carácter antagónico, frente a la solemnidad de esta última; una suerte de escape anti-mesiánico a la represión, sacrificio y abstención del cristianismo.

En muchas partes de América Latina, entre las que destacan Brasil, Colombia, Ecuador, Perú, Cuba y Panamá, el carnaval ha sido matizado y enriquecido ya desde el siglo XVI por la cultura negra colonial e indígena. Con esta suerte de sincretismo entre diversas culturas, el carnaval se ha transformado en una manifestación multicultural y étnica compleja.

EL REINADO DE MOMO EN PANAMÁ

En Panamá, ya sea en la capital, la península de Azuero u otros lugares, las fiestas del Rey Momo (como se les denomina popularmente, haciendo referencia al dios romano del sarcasmo y la burla) se celebran a lo grande, entre luces y jolgorio. Ya desde los primeros lustros de la vida republicana (1910), los carnavales han formado parte de la identidad nacional, convirtiéndose en un evento sociocultural y económico anhelado por gran parte de la población del istmo.

Los entendidos más devotos celebran ininterrumpidamente las tres estaciones del ritual carnavalesco: pre-carnavales, carnavales y carnavalitos (post). Además, se dividen los días según un orden temporal, en las mañanas reinan las caóticas mojaderas o culecos; las tardes se visten del colorido ambiente de los desfiles y tunas; finalmente, la noche es coronada con bailes populares, realizados en avenidas públicas, centros nocturnos o los llamados toldos.

Por otra parte, la fraternal camaradería que evoca esta fiesta no desarmoniza con un orden tradicional preestablecido, estructurado coherentemente con miras de producir un evento racional durante sus cuatro días de duración. El viernes se corona a la reina, el sábado, día de pleno desarrollo festivo, el domingo, la reina se viste con la pollera (traje típico), al tiempo que se destaca algún tema del imaginario nacional, el lunes, es el día de las comparsas y, el martes, salen las carrozas y la reina vestida de gala.

EXPRESIONES SOCIOCULTURALES Y ECONÓMICAS

Todos los años Panamá es visitada por turistas de diversas partes del mundo ansiosos de experimentar las fiestas de Momo. Un éxodo, igualmente importante, se genera desde la urbe citadina hacia el interior. Fenómeno migratorio que ayuda sustancialmente a la economía de ciertas partes de la geografía nacional, como es el caso de Las Tablas, en Los Santos, en donde se da el encuentro paradigmático más significativo, en términos artísticos y organizativos, en el país.

Sectores como las industrias licoreras, los hoteles, restaurantes, centros bailables, bares y establecimientos para la venta de comestibles y bebidas espirituosas se preparan para obtener grandes ganancias derivadas directamente por el carnaval.

A su vez, esta fiesta proporciona oportunidad para el desarrollo expresionista a grupos pertenecientes a la comunidad lésbica-gay. Además, estimula la desinhibición, la experimentación de todo tipo de excesos y pasiones, racionales o irracionales, de muchos de sus participantes.

Entre lujuria y alcohol se entregan los participantes al ritual del agua (mojaderas), los disfraces coloridos, los desfiles de carros alegóricos artísticamente confeccionados, las comparsas, el obstinado sentimiento de moverse al compás de un estribillo resonante y continuo, que son solo algunos de los elementos socioculturales esenciales del carnaval.

INCONVENIENTES INESPERADOS

Posiblemente, la nota alarmante y carente de todo puritanismo religioso, es que los carnavales en Panamá y el interior de la república son eventos propicios para contraer enfermedades relacionadas a la ingesta excesiva de bebidas alcohólicas y ETS (Enfermedades de Transmisión Sexual).

Según UNICEF y ONUSIDA (2010), Panamá se encuentra en el tercer lugar de casos registrados con VIH/SIDA en la región centroamericana (Honduras ocupa el primer lugar, seguido de Guatemala), lo que es alarmante, ya que existen más 20 mil personas que viven con el virus sin saberlo (no detectadas).

Irónicamente, en muchos casos, los besos y alegrías generan resultados algo menos evidentes, y aún más distante de la imaginación del extasiado; son los embarazos no deseados producto de la vehemencia del momento. Esta condición, que afecta principalmente a adolescentes del sexo femenino, se agrava en casos de trasmisión del VIH, además, de que es la entrada a una lógica de sobrevivencia y lucha precoz por la vida.

ENTENDIENDO EL FENÓMENO

No percibir los carnavales como un hecho económico lesionaría poderosamente cualquiera comprensión de sus implicaciones humanas. Sin embargo, dado el hecho histórico de que sus orígenes son previos a la lógica capitalista de acumulación, no sería legítimo ubicar su explicación únicamente bajo este criterio.

Si se efectúa una radiografía sociológica a las festividades del carnaval, no tardaremos en clasificarla como una representación colectiva. Concepto acuñado por el sociólogo francés Émile Durkheim, que sugiere la dicotomía entre lo individual y lo social y permite entender cualquier fenómeno sociocultural, sea material o inmaterial, en términos de producción humana.

De esta forma, los carnavales son sólo una de las muchas maneras creadas por los seres humanos para expresarse colectivamente. Mediante ritos y costumbres, se ha constituido un patrimonio de la humanidad. Esta afirmación no pretende ser una apología de los carnavales, sino develar su carácter humano, desmitificando su supuesta esencia diabólica. Si los carnavales evocan sensualidad y excesos, no son, hoy por hoy, para honrar a una deidad pagana en particular, sino porque estos elementos son parte de nuestro ser como especie.

Por ende, la represión de estos temperamentos desbordantes no se debe buscar en fórmulas religiosas, sino en la exaltación de una moral colectiva que nos exija subliminar estos reflejos instintivos, legitimados y orientados por una fuerza de mítica-cultural-tradicional, en miras de prevenir algunos inconvenientes.

DESPUÉS DE LA FIESTA, A RECOGER LOS PLATOS

Una vez los carnavales se han extinguido temporalmente del corazón humano, las personas asiduas a la celebración regresan a sus hogares agotadas, tanto física como económicamente y, en ciertos casos, emocional y moralmente también. Otras, se incorporan tranquilamente a sus obligaciones educativas, laborales y civiles, habiendo quemado algo de estrés y tensión psicosocial.

Por ende, bajo este escenario sociocultural, edificado por el hombre y para el hombre, se gesta la felicidad a la par de todo tipo de inconveniencias prevenibles. Por ende, aunque suene antagónico, debemos acoger los carnavales con templanza y mensura.

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