Elegancia del carnaval de ayer

Actualizado
  • 18/02/2012 01:00
Creado
  • 18/02/2012 01:00
PENONOMÉ. Hace ya 100 años que el carnaval penonomeño goza de especial fama.. Ese singular entusiasmo centenario se desarrollaba en otr...

PENONOMÉ. Hace ya 100 años que el carnaval penonomeño goza de especial fama.

Ese singular entusiasmo centenario se desarrollaba en otro ambiente, con diversidad de ocurrencias, con características tan sanas, pueblerinas, de alegrías y de tradiciones memorables que por décadas se mantuvieron en la ciudad de Penonomé y pueblos aledaños, pero que ahora solo son recuerdos lejanos de una fiesta que cambió.

Así lo enfoca Heraclio Quirós George, un ciudadano de reconocida memoria histórica del Penonomé de ayer.

En su residencia de la Barriada Miraflores, frente a un grupo de totumas, curiosas vasijas elaboradas del fruto del árbol de calabazo que eran las favoritas en las mojaderas y que eran los envases que antaño se utilizaban en las casas campesinas e incluso en residencias en poblados urbanos para beber agua fresca de la tinaja, para el café, para disfrutar bebidas varias, a veces para saborear exquisitos y típicos ‘preparos’ alimenticios como el guacho o el gallo pinto, un guisao de yuca o simplemente para echarse agua fresca en un baño casero.

El veterano educador, periodista, líder cívico e historiador evoca desde esos recuerdos la estampa de ese carnaval de las totumas en San Antonio de Penonomé, donde su padre, Pascual Quirós, prominente comerciante y ganadero de la villa zaratina, promovía en los días del carnaval acuático esta festividad que involucraba a hombres adultos, mujeres, jóvenes y niños.

‘En aquel tiempo, cuando no había acueducto, mi padre tenía la elegancia de mandar a las casas de sus familiares y vecinos una totuma, en especial a las damas. También enviaba una ‘lata’ de agua para que entre ellos mismos se mojaran y al que pasara por el lugar también’, relata con emoción.

A él le gustaba agasajar y festejar con los demás, aunque no probaba licor ni fumaba. Le apasionaba atender en esos días cuando se engalanaba los carnavales con reinas, no princesas, que bajaban por el río Zaratí hasta llegar a Las Mendozas, donde la primera autoridad del distrito (alcalde), la recibía junto al pueblo y allí iniciaban las fiestas del carnaval que todos los días tenían algo diferente.

FORMAS DE LA DIVERSION

Lo elegante era que un caballero ‘empapara’ a una dama, sorprendiéndola, y viceversa. Eso sí, siempre con un gesto respetuoso.

En el caso del comerciante Pascual Quirós, a él lo perseguían para atraparlo con la mojadera de totumas que había repartido entre las damas y si lo encontraban decían que lo habían agarrado ‘clueco’; es decir, cansado (panameñismo distorsionado de ‘culeco’, porque era como simbolizar cuando una gallina que empollaba se escondía, huía y volvía a aparecer en su nido de huevos, pero que al final reposaba agotada del alboroto), explica su descendiente rememorando aquellas vivencias.

El caso es que al ubicarlo, las ‘bangañas’ de agua vertidas sobre su cuerpo por las bellas féminas del barrio, mezcladas con añil (tinte para vestidos), se le colocaba una cadena chata y a partir de ese instante era el personaje del momento o del día. Entonces patrocinaba por la noche el brindis del tamborito a amistades, en especial a las damas (con Anís del Mono).

‘Cuando él llegaba al tamborito, tenía la gran costumbre de ir preparado, no digo de lujo, pero sí llevaba su pañuelo, bien preparado, bien perfumado y al momento de sacar a la señorita que él señalaba, se lo colocaba en el hombro de la dama, significando este gesto distinción, y esa era la que salía a bailar con él. Al toque de los tres golpes, él con lujo de detalles, sin tomar aguardiente y cuando era el momento que consideraba propicio, se metía la mano al bolsillo, sacaba monedas y las echaba a los pies de la damisela para que ella bailara sobre ese dinero’.

Inmediatamente, la muchachada que estaba alerta alrededor, se abalanzaba a recoger las monedas con alboroto y regocijo.

¡LA DE PAGAR.... LA DE PAGAR...!

Otro detalle de esas épocas, narra Don Heraclio, es el instante de la tonada ‘Laaa haaa deee pagar, laaa deee pagar... fulano de tal, laaa haaa deee pagar, sino la paga la deberáaa’, que consistía en que ante la presencia de un personaje público, de la política, un pudiente local o foráneo en la pista del baile, los tamboreros ‘tiraban sus instrumentos, se detenía el toque y entonces la cantalante iniciaba la tonada antes mencionada, para que el homenajeado levantara uno a uno los tambores y luego realizara un brindis a las mujeres, diera algo de dinero a estos músicos y después que todo era satisfecho, otra vez se reiniciaba la tonada con la copla ‘...yaa laa pagóo, ya la pagóo, fulano de tal ya la pagóo’.

RESCATAR EL PASADO

Heraclio Quirós ha conversado con miembros del Grupo Raíces, con la idea de que se pueden rescatar algunas de estas tradiciones, sin embargo ‘falta un poco de entusiasmo para echar a andar’, exclamó con energía.

‘Es cuestión de comenzar y convencer la necesidad de volver al pasado, no todo, pero sí algo del pasado que nos invite a recordar que eran unos momentos elegantes que a través de una fiesta usted se divertía sanamente y todo era a beneficio de la comunidad y carnavales en este caso, cosa que también se repetía, pero ya en otra forma menos carnestolenda, en fiestas patronales y días patrios’.

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