La Policía se adapta a los cambios en Curundú

PANAMÁ. Entre las premuras de una mañana lluviosa, partimos hacia una misión peculiar: recorrer el barrio de Curundú.

PANAMÁ. Entre las premuras de una mañana lluviosa, partimos hacia una misión peculiar: recorrer el barrio de Curundú.

Era un día de labores como cualquier otro, los estudiantes disfrutaban de sus vacaciones de medio año y en Curundú la llovizna parecía empecinada en impedir nuestro periplo.

Llegamos a la estación de Policía en el corazón del legendario barrio, que no guarda huellas reconocibles del viejo caserío que solía ser.

Ahí esperamos unos 30 minutos, mientras nos asignaban dos unidades ‘de proximidad’, para visitar las calles que remplazan los pantanos de aguas negras que distinguían al peligroso barrio.

Logramos hablar con el subcomisionado Raymundo Barroso, él está a cargo de la Unidad Preventiva Comunitaria (UPC). Una nueva forma de estrategia policial que, como explicó Barroso, ‘hace énfasis en la proximidad con la comunidad’.

La idea es que la comunidad vea en el agente un amigo, alguien en quien puede confiar, ‘el policía se preocupa por la comunidad, por los problemas de las personas, es un agente de cambio’, añade Barroso.

El oficial tenía algo de prisa, precisamente atendía una actividad de capacitación de nuevas unidades de la UPC; dio las instrucciones y nos asignaron a dos agentes para ver en la práctica la teoría que Barroso explicó.

Pronto aparecieron dos mujeres en impecable uniforme azul que tendrían la tarea de llevarnos por el barrio. Alceris Rodríguez e Iliana Cedeño.

Tras algunas sonrisas de intercambio empezó la misión. El primer punto fue una fonda, a un costado de los edificio Salomón... ‘Amiga’, dijo una de las agentes, la de apariencia más joven; dentro de la fonda una mujer que seguro ya pellizca las seis décadas respondió amenamente ‘¡Hola!’ tras el jovial protocolo, le preguntamos a Bella acerca de cómo se siente con la nueva policía... ‘Nos tratan con respeto, no alcahuetean, por eso el barrio ha cambiado’, dijo. Ya en más confianza agregó que antes ver a un policía caminar por esas callejuelas auguraba un tiroteo. ‘Es que ellas se preocupan por los niños’, terminó diciendo Bella.

En efecto, unos metros adelante, Rodríguez se encuentra con unos infantes jugando en un charco de agua, eran media docena y ninguno tenía zapatos puestos. ‘¡Jovencitos!’, exclamó Rodríguez, ‘por favor pónganse los zapatos’, los pequeños rieron con picardía y corrieron a calzarse, ‘tratamos que los niños no anden descalzos, que los muchachos no estén afuera sin camisa y que los grandes no tomen cerveza en la vía’, explicó Cedeño mientras su compañera devolvía sonrisas a los pequeños recién calzados.

Seguimos, Cedeño y Rodríguez son reconocidas a cada paso, desde los balcones de los nuevos edificios los saludos resuenan. Así llegamos a la puerta de Candy, una joven mujer con dos hijos y uno en camino, que le reclamó a Cedeño: ‘Estás perdida, hace días no se te ve...’. ‘Estaba de vacaciones’, respondió la mujer policía. Candy y Cedeño pueden ser de la misma edad, Rodríguez un poco mayor, pero ninguna roza los 35. ‘Lo único que no me gusta es que no dejan que pongamos música alta, y cuando la gente se quiere tomar sus cervezas nos mandan a entrar a las casas’, dice Candy, tras calificar como positiva la nueva policía. Las dos agentes pertenecen al cuerpo encargado de establecer lazos con la comunidad, ‘somos de proximidad’, explica Rodríguez.

Se saludan efusivamente y las tres posan para una foto, una imagen que quizás nadie habría imaginado en Curundú. Saludamos a Anaika, Raquel, todas coincidían en lo mismo, la labor policial está ahora arropada en respeto por el ciudadano y eso la hace más efectiva.

Seguimos hasta la frontera con el Mercado de Abastos, habíamos caminado medio Curundú. Llegamos a la casa de Elpidio García, ‘señor, la cosa ahora es 100% diferente’, explicó el hombre de 73 años y que reside en Curundú desde 1991.

En el camino de vuelta Cedeño pasó a preguntar por dos ancianos que viven solos y a veces tienen alguna necesidad. En el camino encontró a otra niña sin zapatos. ‘Hola, le dijo, ‘¿tus zapatos? ...vaya a ponérselos, que puede pescar una enfermedad...’, dijo mientras tomaba de la mano a la pequeña.

Dos horas después, de vuelta en la estación, las dos agentes de acercamiento con la comunidad irónicamente nos agradecían... ‘más bien gracias a ustedes...’.

Se despidieron y se desvanecieron adentrándose en el recinto policial.

Así la nueva estrategia policial da su fruto, confianza, con eso complementa el nuevo Curundú.

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