¿Que tanto calló la CSS en la muerte de los bebés?

Actualizado
  • 07/10/2013 02:00
Creado
  • 07/10/2013 02:00
PANAMÁ. Mientras la Fiscalía de Homicidios recopila las pruebas necesarias para encausar una demanda penal colectiva por la muerte de nu...

PANAMÁ. Mientras la Fiscalía de Homicidios recopila las pruebas necesarias para encausar una demanda penal colectiva por la muerte de nueve bebés por intoxicación aguda por alcohol bencílico presumiblemente a causa de una sobredosis de heparina ocurrida en la Sala de Neonatología de la Caja de Seguro Social (CSS), se acentúa un asunto aún mas arduo por restaurar: la confianza en la institución.

El lazo entre el paciente, la ciudadanía y la entidad encargada de asegurar una salud de calidad. En medio de una crisis en la que el gobierno busca implementar la Ley 69 que permite el ejercicio de médicos extranjeros en el sistema para complementar el personal de la próxima a inaugurar ciudad hospitalaria, la directiva de la CSS aún no logra inspirar confianza en el paciente producto de los recientes fatídicos desenlaces como el dietilenglicol, los muertos por la bacteria KPC y otros temas particulares en los que los familiares de los difuntos dudan del diagnóstico clínico recibido que justifica la muerte de su familiar.

En el caso de la muerte de los neonatos, un vistazo cronológico a los documentos que contaba la directiva de la CSS versus las versiones vertidas a los familiares afectados, remite a una serie de interrogantes que evidencian la falta de veracidad en las declaraciones ofrecidas a los parientes por parte de las altas esferas de la CSS, la honestidad con la que se asumieron los hechos, y lo que a la fecha se conoce sobre lo sucedido pero se enmudece ante la opinión pública y los padres de los afectados a quienes la institución debería rendir cuentas.

DOCUMENTOS SIN REVELAR

Posterior al 11 de junio, fecha en que 15 neonatos a los que se les administraba nutrición parenteral (NTP) en la Sala de Neonatología presentaron hemorragias, apnea, síndrome de acidosis metabólica, entre otras, la CSS ordenó una serie de análisis de laboratorio para determinar el origen del ‘evento centinela’, como también se denomina a los sucesos adversos inesperados. Las primeras alertas lograron revertir el efecto, en ese entonces, en cinco bebés que sobrevivieron a pesar de que uno murió posteriormente.

La reacción inmediata motivó la suspensión de la nutrición parenteral, denominador común entre los bebés afectados, que entre sus componentes incluía la única heparina de 5000UI disponible en el complejo, pero que los médicos y directivos tenían claro un factor de riesgo en su empleo: alcohol bencílico.

Con este antecedente, se ordena al Instituto Especializado de Análisis de la Universidad de Panamá identificar específicamente esta sustancia en los análisis.

Una semana mas tarde, el 19 de junio, la Unidad Nacional de Farmacoterapia de la CSS confirmó sus sospechas y envió una circular a las direcciones regionales, del interior y zona metropolitana, entre otras, en la que alertaba sobre las consecuencias del uso de medicamentos ‘que contienen como excipiente alcohol bencílico’.

En esta nota informativa, el Dr. Alejandro Cerrud, subjefe de la unidad en mención y firmante del documento, alerta sobre las reacciones contraproducentes del alcohol bencílico emitidas por el FDA cuando se administra a neonatos, o en su función para purgar catéteres, y sugiere, en vez, se utilice cloruro de sodio (0.9%) sin preservantes. (Ver adjuntos)

En el segundo párrafo de las recomendaciones de la circular, Cerrud advierte que debido a que no se cuenta con alternativas a este producto ‘se recomienda extremar la precaución en el uso de medicamentos en los grupos poblacionales en riesgo’. Una confirmación de una intuición que venía asociada a fatalidades ya conocidas en la medicina internacional y en las advertencias de la Food and Drug Administration (FDA), pero que a pesar de la evaluación de riesgos se aprobó su práctica en Neonatología.

La aparición de esta nota sugiere que a los directivos de la CSS se les empezaba a aclarar el panorama de las causas de la muerte de los bebés, pero no pronunciaban palabra ante la opinión pública o los progenitores afectados.

Sin embargo, esa no fue la única circular que se envió. Otra con carácter urgente salió del escritorio de la Dra. María Teresa Donderis, presidenta de la Comisión de Medicamentos, en la que decidía suspender temporalmente el uso de todos los lotes del producto NIRPID, emulsión grasa, ‘luego de la sospecha de reacción adversa severa, hasta tanto la Autoridad Reguladora de Salud determine las causas de estas reacciones y las condiciones de uso’.

Agrega el papel monitorear a los pacientes que hayan recibido el medicamento por la presentación de signos como los que padecieron los bebés antes de su fallecimiento.

Entretanto los padres de los bebés que fallecieron y de los que sobrevivieron al incidente buscaban insistentemente, pero sin resultados, una explicación al hecho. Nadie en el Complejo lograba ofrecerles una razón médica que explicara lo sucedido, a pesar de que dentro de la CSS ya se conocían los resultados de laboratorio del Instituto Especializado de Análisis que confirmaba la presencia de alcohol bencílico en la orina de dos bebés y cinco bolsas NTP. Nada de esto se informó a los familiares en ese entonces.

VERSIONES ENCONTRADAS

A finales del mes de junio, el director de la CSS, Guillermo Sáez-Llorens, manifestó a los medios: ‘de aquí a mañana a más tardar de aquí al lunes ya podamos tener algo concluyente de qué fue lo que pasó, no podemos descartar nada’. Pero llegó el lunes y hubo silencio. En reiteradas ocasiones los directivos prometían a los afectados no ocultar nada y que conforme se contara con información que debían darla a conocer, lo harían.

En las conferencias de prensa o declaraciones a los medios, los directivos negaban que el incidente hubiera sido producto de una negligencia médica, en todo caso de ser así, prometían actuar con medidas drásticas al respecto.

Decían que podría tratarse de una interacción medicamentosa; también se planteó la duda sobre el registro sanitario de las drogas; se aseveraba que la persona que había preparado la nutrición parenteral era la misma que lo hacía desde hace más de una década. Pero no se hallaba una razón clara y concisa, al menos ante la opinión pública, que determinara las causas de muerte y afectación de los bebés. Tal vez la única certera se centraba en descartar una contaminación de virus o bacterias, pero no más.

La CSS anunció el arribo (11 de julio) de un equipo del Centers for Disease Control and Prevention CDC, que ayudaría a esclarecer la situación. Era un mes el transcurrido desde la muerte de los bebés y sus padres aún no tenían respuestas de la institución. Los especialistas del CDC visitaron la sala de preparación, la de farmacia, la de Neonatología, revisaron expedientes, conversaron con los médicos, enfermeras, farmacéuticos y personal. Pero, nuevamente, no se conoce cuál es el resultado de estos hallazgos, más bien permanece en secreto, sin que hasta la fecha la CSS rinda un informe a los padres o a la ciudadanía. Un asunto que se resume en transparencia y acceso a la información.

Corría el tiempo, y el 25 de julio La Estrella publicó que se habían encontrado rastros de alcohol bencílico en las muestras. De inmediato hubo una reacción de la CSS que motivó al equipo médico interdisciplinario encabezado por el Dr. Néstor Sosa reconocer, en conferencia de prensa, la existencia de una estrecha vinculación entre los síntomas presentados en los bebés y los efectos que produce la heparina con alcohol bencílico en neonatos de bajo peso.

Para principios de agosto la CSS recibió un informe de la Sala de Situación integrada por un equipo multidisciplinario, en su mayoría médicos de la CSS, cuya misión consistía en efectuar una valoración de los hechos. Estas personas, además, echaron un vistazo retrospectivo a las tasas de mortalidad de la Sala de Neonatología; esbozaron posibles hipótesis sobre las causas de intoxicación y finalmente ofrecieron recomendaciones y conclusiones de lo actuado.

INFORME DE LA SALA

Entre ellas vale la pena destacar algunas recomendaciones que coinciden con algunos puntos investigados por La Estrella.

Uno de ellos se asocia a los utensilios disponibles en la entidad. Por ejemplo, el uso de jeringuillas que debían emplearse para medir las dosis exactas de medicamentos. Entre más pequeña es la jeringa, es más fácil la lectura de las unidades y mayor es la precisión en la dosis. Sin embargo, al parecer el personal no contaba con este recurso que hubiera contribuido a una correcta dosis, en este caso de heparina con alcohol bencílico. Los médicos afirman que en cuerpos tan pequeñitos como los neonatos una gota puede hacer la diferencia en las consecuencias o reacciones de un medicamento en el bebé debido a que se debe ser muy cuidadoso en las dosis de administración del medicamento.

Lo sorprendente es que la Sala de Situación reafirma que no se contaba con las herramientas de medición requeridas para este tipo de tareas. El informe que emitió la Sala cuenta con más de una docena de sugerencias, entre ellas destaca la adquisición de ‘instrumentos adecuados para la medición de dosis muy pequeñas de sustancias y medicamentos requeridos en estos pacientes’. Lo que evidencia que a la fecha en que ocurrió la desgracia no se contaba con este material, por tanto, es muy probable la relación de éste consejo con el hecho de que carecían de jeringuillas indicadas para estas mediciones.

El equipo de la Sala también hizo énfasis en revisar muy bien los medicamentos que se utilizan, lo que confirma que los medicamentos que se manejaban en aquella fecha no eran los más indicados.

La Estrella también reveló dudas sobre la capacitación del personal que preparó la mezcla de nutrientes aquel 11 de junio, esto, a pesar de la insistencia de los directivos en que se trataba de un personal experimentado; en su momento planteamos la hipótesis de que la persona que había cumplido con esta asignación parecía no contar con la experiencia necesaria.

Curiosamente, el informe recomienda ‘asegurarse que el personal que participa en la atención de los pacientes y en la preparación y administración de medicamentos esté debidamente entrenado y capacitado para realizar esta actividad’, insinuación que evidenciaría una falta de entrenamiento en el personal que interactuó aquella fecha, ya sea con los medicamentos, en la preparación de los mismos o la atención a los bebés.

Dicho sea de paso, el informe final de la Sala de Situación no se ha dado a conocer a los familiares. Los directivos de la CSS prometieron que revelarían el contenido de las averiguaciones que realizaría el equipo médico encargado, o que cuando los profesionales informaran qué había sido lo que ocasionó el desenlace fatal se daría a conocer. Pero no fue así.

El 26 de agosto el presidente Ricardo Martinelli dejó saber a los medios que la muerte de los bebés se debió a un error humano.

A estas fechas las apuestas inclinan la balanza a que el secreto mejor guardado de los directivos de esta entidad es que ya cuentan con todos los detalles del fatídico incidente, no solo eso, sino que también conocen los pormenores de cómo sucedió, quién preparó y qué pasó aquel 11 de junio. El misterio mejor guardado que podría evitar cientos de tomos en la fiscalía de homicidios y que este caso permanezca en la cola de los muchos otros que carcomen la credibilidad de la institución y enferman el sistema. Y nadie dice nada.

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