Un recorrido por el recién remodelado CETA

Actualizado
  • 10/08/2014 02:00
Creado
  • 10/08/2014 02:00
El Centro de Estudio de las Adicciones lleva 25 años atendiendo a aquellos que tienen problemas con las drogas, el alcohol, el juego y otros

En lo más alto de una colina dentro de los terrenos del Instituto Nacional de Salud Mental (Insam), está ubicado el CETA, Centro de Estudio y Tratamiento de Adicciones.

Al entrar a la casa donde está ubicado el centro, todo es silencio. Actualmente, hay siete pacientes en tratamiento (3 mujeres y 4 hombres). Mañana, comenta una de las enfermeras, ingresa una cuarta fémina; sin embargo, comenta Milagros Ávila, trabajadora social, ‘siempre hay más hombres que mujeres’.

PACIENTES Y PERSONAL

Todo es silencio, porque los siete pacientes que están en el programa en este momento se encuentran en su terapia; además, señala Virginia Cervera, encargada del cuerpo de enfermeras, ‘la privacidad y el anonimato de los pacientes es lo primero’, eso quiere decir que en ningún momento del recorrido serán vistos.

En realidad, comenta la Dra. Juana Herrera, encargada del centro, el CETA tiene la capacidad de atender, a la vez, a 20 personas.

El centro lleva cinco lustros atendiendo a drogadictos, alcohólicos, ludópatas, adictos al sexo, y personas con trastornos alimenticios. Curiosamente, en estas dos décadas y media, el Ceta nunca ha contado con un presupuesto propio, tampoco con un personal exclusivo.

Aunque hay cinco enfermeras, dos trabajadoras sociales, dos psicólogas y dos psiquiatras adiccionistas que son ‘empleados permanentes’; todos provienen de otras unidades del Insam y se ofrecen voluntariamente a ser trasladadas. Cuando se les pregunta si con ese personal que tienen es suficiente, Juana Herrera sonríe y admite que no.

REMODELACIÓN

A finales del mes de junio, Ana Belfon acudió al CETA para inaugurar oficialmente el mejorado edificio, el cual, gracias a fondos del Conapred (Comisión Nacional para el Estudio y la Prevención de los Delitos Relacionados con Drogas), fue remodelado.

El proyecto, cuenta Herrera, venía planeándose desde el 2003, pero no fue hasta ahora, tras muchas correcciones y papeleos, que se logró.

Al enlistar las mejoras que se le hicieron al lugar (pisos, dormitorios, sala de ejercicios, salón de esparcimiento, salón de terapias, cuarto de audiovisuales, comedor, baños y demás), una de las enfermeras comenta ‘parece una clínica de rehabilitación privada’.

Y si bien se ha logrado una parte importante, comenta la psiquiatra Herrera que las mejoras todavía no están completas. A la recepción del lugar– una enorme sala en donde hay varios televisiones y juegos de sala–, se le van a crear varias divisiones para que los doctores y encargados de los pacientes puedan atender a los familiares de quienes están en rehabilitación; en el salón de ejercicios –un cuarto lleno de espejos y dos bolsas de arena–, le hacen falta las máquinas; y en el salón de audiovisuales se están haciendo mejoras para que se puedan llevar a cabo, con mayor comodidad, todas las reuniones que ahí se coordinan (reunión de egresados, algunas terapias grupales, terapias ambulatorias, etc.). También hay que cerrar la terraza donde los pacientes reciben a sus familiares que los visitan los fines de semana. Aunque está techada, desean levantar paredes para ponerle aire acondicionado.

EL ARDUO PROCESO

‘La recaída es parte del proceso, así lo señala la literatura internacional sobre el tema de adicciones’, comenta Herrera, por eso en el CETA una persona puede ingresar hasta tres veces. Luego de eso, no es ingresado más, porque, como dice la psiquiatra, ‘pensarían que esto es como un hotel y que siempre pueden volver’.

Cuenta Virginia Cervera que la experiencia en el CETA es difícil, ‘se manejan muchas emociones’. La enfermera comenta que los pacientes, al principio, se encuentran en un estado emocional confuso. ‘Algunos presentan problemas para dormir, muchos malestares físicos (dolores de cabeza, diarrea) debido a que no están consumiendo la sustancia a la que son adictos, otros se encuentran ansiosos, caminan de un lugar para otro’. Por eso, destaca miss Cervera, ‘hay que evitar que tengan momentos de ociosidad’.

En el CETA, se detalla, hora por hora, todas las actividades que deben llevar a cabo los pacientes, aunque sea dormir o alimentarse.

Milagros Ávila, trabajadora social, comenta que por allí han pasado todo tipo de personas: ‘Desde muy humildes, hasta profesionales y gente con mucho dinero’. ¿Qué tienen en común? El poco respeto a las reglas y vivir en los extremos: O carecían de mucho o les sobraba de todo.

VOLVER AL MUNDO

Semanalmente en el CETA hay reuniones de egresados. A estos encuentros deben acudir durante tres meses los pacientes luego de su rehabilitación. ‘Algunos acuden por más tiempo’, comenta Herrera.

–¿Cómo se sienten cuando ven a un paciente en la calle y se dan cuenta de que se recuperó?

–Muy bien. Es una gran emoción– explica la psiquiatra–. Algunos nos abrazan y nos agradecen, otros son más discretos y nos dicen: ‘Solo por hoy’, eso significa que están bien, pero que es un día a la vez– explica la doctora Herrera.

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