Obesidad, el problema que Panamá no sabe resolver

Actualizado
  • 28/09/2014 02:00
Creado
  • 28/09/2014 02:00
Más de la mitad de la población adulta tiene sobrepeso, según estadísticas

Adrián era el gordo del salón cuando estaba en la escuela. Para cuando se graduó, en el 2006, ya pesaba 200 libras (90.9 kilos), demasiado para una personas que mide 1.80 metros y tiene 17 años. En esa época, jugaba baloncesto y tenía cierta actividad física. Sin embargo, eso no le sirvió para evitar la hipertensión. ‘Emotiva’, le dirían los médicos que lo atendieron en aquella época, por lo que no le prestó atención. Tampoco le hizo caso a los comentarios que le hicieron de que era necesario que bajara de peso.

SOBREPESO Y OBESIDAD

La Organización Mundial de la Salud (OMS) explica que el sobrepeso y la obesidad son ‘una acumulación anormal o excesiva de grasa que puede ser perjudicial para la salud’.

El sobrepeso, agrega la OMS, ‘es un importante factor de riesgo de enfermedades no transmisibles, como las enfermedades cardiovasculares (principalmente cardiopatía y accidente cerebrovascular); la diabetes; los trastornos del aparato locomotor (en especial la osteoartritis, una enfermedad degenerativa de las articulaciones muy discapacitante)’.

La investigación del Instituto Conmemorativo Gorgas de Estudios de la Salud ‘Prevalence and Associated Factors of Obesity among Panamanian Adults’ (Prevalencia y factores asociados de obesidad entre los adultos panameños), que analiza los cambios ocurridos en la prevalencia de la obesidad en el país desde el año 1982, indica, entre sus comentarios, que ‘ha habido un marcado incremento en la obesidad en Panamá, tanto en hombres como mujeres, en las últimas tres décadas. La última encuesta a nivel nacional, del 2008, estima que, aproximadamente, el 56.4% de los adultos sufrían de sobrepeso o de obesidad, y que el 21% eran ya obesos’.

Pero la obesidad panameña no se limita a los adultos. Estudios del Instituto Nutricional de Centroamérica y Panamá (INCAP) han colocado a Panamá como el primer lugar en cifras de niños menores de 5 años con obesidad. Las estadísticas del INCAP mencionan que en Panamá el 18% de los niños entre 5 a 9 años de edad sufren de sobrepeso y el 9%, de obesidad.

La última Encuesta de Niveles de Vida, del 2008, señaló que en el grupo de 10 a 17 años, el 18.2% de la población está en sobrepeso y el 7.2% entra en la categoría de obesidad.

La OMS advierte que ‘la obesidad infantil se asocia con una mayor probabilidad de obesidad, muerte prematura y discapacidad en la edad adulta. Pero además de estos mayores riesgos futuros, los niños obesos sufren dificultad respiratoria, mayor riesgo de fracturas e hipertensión, y presentan marcadores tempranos de enfermedad cardiovascular, resistencia a la insulina y efectos psicológicos’.

La obesidad, detalla el Ministerio de Salud (Minsa), fue la décima razón por la que las personas acudieron a consulta externa en los distintos centros de atención del Minsa. La tasa es de mil 237.1 casos por cada 100 mil habitantes. En un año, representó 46 mil 854 casos, .

LA UNIVERSIDAD

Al llegar a la universidad, las cosas se pusieron peor para Adrián: Se acabó el deporte y aumentaron los dulces, las bebidas de cola (‘las de etiqueta roja, las de etiqueta azul, las de marcas ‘pirata’, lo único que importaba es que fueran de cola’, comenta) y todo lo que fuera necesario para las largas horas de estudio y desvelo. En esos momentos, recuerda hoy Adrián, consumía cerca de un litro a un litro y medio de soda al día. Comía, al menos, un chocolate diario, además de los antojos que le daban a lo largo del día: que si empanadas, que si nachos, que si papas o cualquier otra ‘burundanga’.

Al final, junto con el diploma de la licenciatura, Adrián se fue de la universidad con 30 libras (13.63 kilos) más de lo que ya pesaba, y una hipertensión que cada vez le causaba mayores problemas (mareos, dolores de cabeza, etc.); pero que seguía sin atender.

Con una altura de 1.80 metros y 230 libras de peso (104 kilos), Adrián pasó de ser un adolescente con sobrepeso a ser un adulto obeso.

LA HIPERTENSIÓN Y OTROS MALES

El doctor Bey Mario Lombana, presidente de la Fundación Panameña del Corazón, comenta que ‘un 33% de la población adulta sufre de la presión’. Estadísticas del Minsa del 2012 indican que la prevalencia de hipertensión en adultos es de 38.5 por cada 100 mil habitantes. Si se observa por género, la prevalencia en hombres es de 42.9 y, en mujeres, de 36.6. De la población hipertensa, comenta Lombana, ‘ una tercera parte no sabe que la sufre, no ha sido detectada’.

La hipertensión esencial, señala el Ministerio de Salud en el informe ‘Indicadores básicos del país 2014’, fue la tercera causa de consulta externa en los centros de atención del Minsa con una tasa de 2,053.2 casos atendidos; es decir, 77 mil 767 pacientes durante el 2012.

Señala la OMS que, si no se controla, ‘la hipertensión puede provocar un infarto de miocardio, un ensanchamiento del corazón y, a la larga, una insuficiencia cardiaca. Los vasos sanguíneos pueden desarrollar protuberancias (aneurismas) y zonas débiles que los hacen más susceptibles de obstruirse y romperse. La tensión arterial puede ocasionar que la sangre se filtre en el cerebro y provocar un accidente cerebrovascular. La hipertensión también puede provocar deficiencia renal, ceguera y deterioro cognitivo’.

Bey Lombana comenta que, en Panamá, el 51% de los casos de derrame cardiovasculares provienen por la hipertensión arterial. Cifras del 2012 del Ministerio de Salud colocan las enfermedades isquémicas del corazón como la segunda causa de muerte en el país, con mil 672 casos. Las enfermedades cerebrovasculares fueron la cuarta causa de mortalidad ese mismo año, con mil 380 defunciones.

LO QUE TODOS ESPERABAN

Recuerda Adrián que, estando en la sala de urgencias de un hospital por un problema en una pierna, la doctora de turno se le acercó y le dijo: ‘Usted no nos había dicho que era diabético’. Tras el comentario, lo único que alcanzó a decir fue ‘pero yo no soy diabético’. La doctora, antes de irse a ver al resto de los pacientes, solo atinó a decirle ‘pues ya lo sabe’. De eso, ya han pasado casi cuatro meses. Nunca supo cuáles eran sus niveles de azúcar en ese momento, pero sí supo que, 24 horas después de conocer su condición, los niveles de insulina estaban en 212, con todo y que llevaba un día entero sin comer. Esa noche le inyectaron insulina dos veces, y, a duras penas, los niveles de bajaron hasta 162. La doctora le dijo que su diabetes era tipo II, de la que no requiere inyecciones de insulina, la que se conoce como diabetes mellitus o sacarosa. Lo remitieron con un internista y una nutricionista para iniciar la dieta y tratar su nueva condición.

Cuando Adrián tuvo su ingreso oficial a la vida laboral, por el 2010, en vez de mejorar las cosas– en cuanto a su consumo de comida chatarra, el sobrepeso y la poca actividad física– las complicó todavía más. De día trabajaba como asistente de producción en una emisora y, durante las noches, tenía diversos trabajos eventuales en teatro. Los fines de semana, adicional a lo que hacía en las noches, trabajaba como multiusos en producciones infantiles. Eso representaba muchas horas de trabajo, pocas de sueño y cero posibilidades de invertir el tiempo en cualquier actividad recreativa. Los horarios de Adrián eran de lo más variables y eso representaba que nunca hubiese una hora de almuerzo fija o un lugar fijo donde almorzar. Eso, también, representó aún más abuso en el consumo de bebidas carbonatadas, comida chatarra y dulces.

La noche en que le dijeron que era diabético, Adrián, una persona de 25 años y 1.82 metros de altura, pesaba 250 libras (113 kilos), tenía la presión arterial en 160/90 mg/dL. y el colesterol en 400 miligramos por decilitro; además de los triglicéridos en 1,369 miligramos por decilitro. Totalmente fuera de los rangos normales.

LA DIABETES

Mil 71 personas murieron en el 2012 por diabetes mellitus, registró el Minsa, eso convierte a esta enfermedad en la quinta causa de muerte en Panamá. El estudio ‘Perfil de género y salud de la República de Panamá’ del Minsa y la Organización Panamericana de la Salud, del año 2010, señalaba que la diabetes es la única enfermedad en donde la tasa de mortalidad era mayor en las mujeres que en los hombres. Las últimas cifras del Minsa, 2012, confirman lo señalado en el estudio, ya que registran que de las 1,071 muertes ese año por diabetes, 613 correspondían a mujeres y 458, a hombres.

Datos de la Federación Internacional de Diabetes señalan que en Panamá hay 184 mil diabéticos entre 20 y 79 años, de los cuales, agregan, 85 mil (el 45%) no ha sido diagnosticado aún.

La prevalencia de diabetes tipo 2 por cada 100 mil habitantes en Panamá es de 9.5, destaca el Minsa. La prevalencia en el istmo es mayor a la tasa mundial, que es del 8.3%.

La Organización Mundial de la Salud advierte de que ‘con el tiempo, la diabetes puede dañar el corazón, los vasos sanguíneos, ojos, riñones y nervios’. La OMS también resalta que la diabetes: ‘aumenta el riesgo de cardiopatía y accidente vascular cerebral (AVC); incrementan el riesgo de úlceras de los pies y, en última instancia, amputación; la retinopatía diabética es una causa importante de ceguera; insuficiencia renal; el riesgo de muerte es al menos dos veces mayor que en las personas sin diabetes; la neuropatía diabética se debe a lesión de los nervios a consecuencia de la diabetes, y puede llegar a afectar a un 50% de los pacientes. Aunque puede ocasionar problemas muy diversos, los síntomas frecuentes consisten en hormigueo, dolor, entumecimiento o debilidad en los pies y las manos’.

Proyecciones de la OMS especulan que la diabetes será la séptima causa de mortalidad en 2030.

LA VIDA NUEVA

Mañana, 29 de septiembre, Adrián cumple tres meses de conocer su condición. ‘Mi vida ha dado un giro completo’, dice . Aparte de los medicamentos (toma metformina para el azúcar; rosuvastatina, para el colesterol; e ibersartán, para la presión), lleva una vida mucho más saludable a punta de ejercicio, y, sobre todo, dieta. Adrián ha eliminado de su dieta todos los dulces y comidas ricas en azúcar. Tampoco come nada frito ni con mucha sal. ‘Cuando uno de los doctores me dijo que con esos niveles de azúcar, colesterol y triglicéridos me podía morir de un infarto en cualquier momento, entendí que esto era en serio. A partir de ese momento, adapté mi vida a la dieta y a una buena alimentación. No extraño la soda ni los dulces... bueno, los chocolates, de vez en cuando, pero no los quiero probar, ni esos que son para diabéticos, porque me da miedo. No quiero arriesgarme. En realidad, lo que más extraño es el pan blanco, el queso y tomar leche entera. Nunca me podré comer un emparedado en pan molde blanco de jamón y queso con mayonesa y acompañado de un vaso de leche. Puedo comer pan integral, queso light y leche descremada, mas no es igual’.

Adrián cuenta que lleva una dieta estricta que le ha hecho bajar más de 60 libras. ‘Me gustaría bajar algo más’. Ha hecho del ejercicio parte de su rutina y asegura que se siente extraño cuando no lo practica.

‘A todos les sorprende cuando les digo que soy diabético. ‘¿Tan joven? ¿Qué edad tienes? ¿25 años? ¿Y ya eres diabético?’. Eso me dicen todos’, comenta Adrián. ‘No me lamento de ser diabético, en realidad, considero que me lo busqué. Nadie me mandó a tomar tanta soda, a veces, para mantenerme despierto, tomaba más de dos litros al día; nadie me mandó, tampoco a comer tanto chocolate ni dulces’, reflexiona.

‘Ahora que lo veo en retrospectiva, me doy cuenta de que algo estaba mal conmigo. Yo creo que en un día podía consumir hasta 4 mil calorías. Siempre tenía hambre y cuando comía, lo hacía en cantidades industriales. Siempre pedía la ración más grande de todo y, sin embargo, siempre tenía hambre’, confiesa Adrián, quien añade: ‘Las semanas previas a saber que era diabético, ahora lo recuerdo, siempre tenía sed. Tomaba soda, y así mismo tomaba agua. Podía tomar hasta tres litros de agua. Luego supe que ese era un síntoma. También era un síntoma que siempre tenía sueño, estaba eternamente cansado. Levantarme por las mañanas era todo un reto. Generalmente desayunaba y me volvía a dormir una hora más. E igual me sentía agotado’.

Adrián, hoy, una persona de 1.82 metros y 25 años, pesa 183 libras (83.1 kilos). ‘No recuerdo cuándo fue la última vez que pesé eso, supongo que tendría como 14 años’. Y tras una pausa comenta: ‘¡ Pero ya qué!, el daño está hecho. Ahora la vaina es que no me afecte más. No quiero terminar haciéndome diálisis ni que me amputen un dedo o que me dé un derrame’, concluye.

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