La ‘Masacre de Panamá', comidilla internacional hace 160 años

Actualizado
  • 10/04/2016 02:00
Creado
  • 10/04/2016 02:00
En 1856, los diarios dedicaban páginas enteras a lo que llamaron ‘la masacre de Panamá', hecho que hemos registrado como el Incidente de la Tajada de Sandía

El nombre de este país no ha sido nunca ajeno a los escándalos internacionales... si en este mes de abril de 2016 el tema obligado de conversación en todas partes parece ser el de los ‘papeles de Panamá', hace 160 años, en abril de 1856, el que ocupaba las primeras planas de los principales diarios del continente era ‘la masacre de Panamá', sangriento episodio ocurrido en esta ciudad —en el sitio donde ahora se encuentra el Mercado de Mariscos de la Cinta Costera—que los panameños hemos preferido registrar como ‘el Incidente de la Tajada de Sandía'.

Una revisión de los diarios estadounidenses y latinoamericanos de los meses de mayo y abril de 1856 muestra el enorme interés que rodeó entonces a los hechos que culminaron con 20 muertes (18 de ellas estadounidenses), más de 50 heridos, el saqueo de hoteles y restaurantes, el robo de efectivo y equipaje de más de 950 extranjeros en tránsito, y la destrucción de las oficinas y dos millas de rieles del recientemente inaugurado Ferrocarril de Panamá.

En uno de estos diarios se puede leer la descripción de las dantescas escenas que presentaba la ciudad durante los días posteriores a los disturbios. según el reporte publicado en el Times Picayune (Nueva Orleans, 29 de abril de 1856), basado en parte en el relato de un redactor del diario panameño The Star:

‘La zona de las chozas en que vivían los nativos del área de la Ciénaga estaba llena de maletas y baúles de equipaje rotos... la estación del ferrocarril lucía enteramente saqueada y olía a sangre... cada cosa que tenía valor había sido robada; los libros y papeles habían sido cortados y hecho pedazos. Una de las cajas fuertes fue abierta y robada... cada escritorio y closet había sido saqueado... nada había quedado en su lugar', decía el diario.

‘En la habitación más grande de la estación había doce cajas, cada una con un cadáver adentro. La última de las cajas estaba siendo sellada con clavos a medida que yo entraba', decía el reporte del redactor, cuyo nombre no aparece.

LOS CULPABLES

En aquella época de prejuicios, en que la esclavitud no había sido abolida en Estados Unidos, y en Panamá solo lo había sido cinco años antes, la prensa local y extranjera fue proclive a culpar a los nativos, gente, a su juicio, ‘dada a las peleas, al saqueo, y a la destrucción', ‘una raza de bárbaros y salvajes', que ante la ‘civilización puesta ante sus ojos, preferían, en lugar de trabajar y superarse, ‘excitar sus mentes hacia el deseo de destruir y asesinar' ( Times Picayune , misma edición).

Como siempre, la soga reventaba en su parte más débil.

CÓMO EMPEZÓ TODO

Vista de forma aislada, la llamada ‘masacre', originada en una disputa por diez centavos (el valor de una tajada de sandía), se había salido de toda proporción... sin embargo, una mirada al completo entramado histórico, sicológico y social de la época deja claro que esa pequeña discusión no fue más que el fósforo que se necesitaba para hacer estallar un barril que había acumulado pólvora desde el momento en que fueron descubiertas las minas de California, en 1849, un hecho que convertiría al istmo en lugar de paso para miles de aventureros y buscadores de fortuna.

EL CABALLO DE HIERRO

El Ferrocarril de Panamá, propiedad de una compañía estadounidense, había empezado a operar, por partes, desde 1853, y, en contra de lo que pudiera parecer, no había traido prosperidad, sino todo lo contrario.

Se estima que más de 12.000 personas, obreros traídos de todas partes del mundo, fallecieron en accidente o por enfermedades como el cólera, el paludismo y la fiebre amarrilla, tragedias de las que fueron testigos los panameños y que permitieron a la compañía introducirse en el lucrativo subnegocio de la ‘venta de cadáveres' (para suplir a universidades y escuelas de medicina).

Pero, si durante los primeros años del descubrimiento del oro californiano el tránsito había generado oportunidades de negocio a los locales (servicios de botes, alquiler de mulas, venta de comida o actividades ligadas al comercio), al concluir la obra y comprobarse que la Compañía del Ferrocarril, en coordinación con la Pacific Mail Steampship Company, acaparaban a los viajeros y reducían su tiempo de estadía en el país al mínimo, los negocios panameños empezaron a quebrar.

La crisis afectó a los boteros del Chagres, a los ganaderos y agricultores del interior y seguramente también a los que transportaban mercancías y productos alimenticios entre la capital y los puertos de Aguadulce, Mensabé y Tonosí (‘El oro de California en la vida panameña', Alfredo Castillero Calvo).

‘Sin comercio sin otros elementos de prosperidad de los que subsidian a los impuestos para pagar a un gobierno fuerte o mantener una fuerza policial respetable, Panamá está secándose', decía un autor desconocido en las páginas de The New York Times del día 5 de mayo de 1856.

‘A pesar de que esas grandes ventajas de celeridad del tránsito son para el beneficio de los miles de nuestros ciudadanos que cruzan el istmo, (los accionistas del Ferrocarril de Panamá) no contribuyen con un dólar a apoyar al gobierno de Panamá', continuaba el columnista.

‘Cuando estuve allá el verano pasado, tuve ocasión de quejarme a los agentes del la Compañía Steamship del Pacific y al cónsul de Estados Unidos, por su iliberal y parsimoniosa resistencia al esfuerzo del Estado de Panamá de imponer y colectar una pequeña cantidad de impuestos al comercio extranjero. La resistencia fue efectiva y el impuesto fue abandonado. Marquen los resultados. Allá, una policía fuerte no se necesita para la protección de Panamá, sino para la seguridad de los viajeros estadounidenses, para nuestro propio interés. ¿Es honesto o razonable que le pidamos al gobierno de Nueva Granada, o al Departamento de Panamá, tan empobrecidos como están, sin contribuir de ninguna forma a su costo?', se preguntaba el mismo autor.

‘Cualquier hombre justo diría que no… ‘, concluía .

LA PREPOTENCIA DE LOS ESTADOUNIDENSES

La convivencia obligada de panameños y viajeros, muchos de la más baja calaña, ya había ocasionado desde el año 1850 varios enfrentamientos.

En muchas ocasiones, los locales habían sido castigados de forma exagerada aun cuando ellos no fueran necesariamente culpables.

En el año 1855, un jurado integrado por norteamericanos había condenado a un istmeño ‘a 50 azotes con látigo de nueve mandamientos de dos en días'.

Ese mismo año se produjo otro incidente cuando ciudadanos norteamericanos intentaban liberar por la fuerza a uno de sus conciudadanos, detenido en una cárcel del Istmo.

EL DESTINO MANIFIESTO

Desde la década del cuarenta del siglo XIX, el mundo había sido testigo de la ola expansionista estadounidense hacia el sur y el oeste, y la adquisición forzosa de los territorios de Texas, Oregón y California.

Esa marcha incontrolable estaba inspirada en la fe de que el pueblo norteamericano estaba ‘destinado' a cumplir una misión sagrada: llevar la civilización y el progreso a los pueblos ‘incivilizados'. A ese movimiento expansivo se le llamó ‘Destino Manifiesto.'

En el contexto del Destino Manifiesto, entre los años 1840 y 1860, surgiría el llamado filibusterismo, ‘cuerpos militares privados' formados por grupos de ciudadanos estadounidenses, que se lanzaban a guerras no autorizadas en territorios que estaban en paz con su propio país.

En el año 1855, uno de los más conocidos filibusteros, de nombre William Walker, llegó a Nicaragua, donde, tras participar en algunos combates de la guerra civil que vivía por entonces esa nación, alcanzó la más alta posición de mando en el país, imponiendo el inglés como idioma oficial y reinstaurando la esclavitud.

En 1856, América Central era presa de la paranoia suscitada por el avance de los filibusteros.

En febrero de 1856, el Congreso de Costa Rica autorizó al Ejecutivo a llevar las armas a Nicaragua para defender a sus habitantes de la ‘ominosa opresión de los filibusteros'.

Durante los primeros días de abril de 1856, se había filtrado entre la población del istmo el rumor de que se acercaba al país un barco con varios amigos de Walker abordo, lo que mantenía a la población aprensiva, de acuerdo con un informe del gobernador del Istmo, Francisco de Fábrega, al Ejecutivo de Colombia sobre los hechos de la masacre.

EL INCIDENTE

El 15 de abril de 1856, unos 950 pasajeros esperaban a que bajara la marea para abordar el buque John L. Stephens, anclado en la bahía de Panamá. Entre ellos estaba un estadounidense llamado Jack Oliver.

A las 6 de la tarde, Oliver, ya pasado de tragos, yseguido de un grupo de acompañantes, se dirigió con actitud altanera al puesto de frutas del pariteño José Manuel Luna.

El gringo tomó una tajada de sandía, se la comió y se fue sin pagar. Cuando el vendedor lo siguió para pedirle que le diera su pago, Oliver lo insultó. Luna se molestó. Los ánimos se caldearon. El forastero sacó su pistola.

Quienes presenciaron la escena salieron en defensa de su compatriota y arremetieron contra Oliver y su grupo, persiguiéndolos hasta el hotel y luego a la estación del ferrocarril, donde buscaron refugio

El grupo, ya convertido en una turba irrazonable armada de palos y machetes, se dispuso a esperar afuera de la estación, cuando empezaron a salir disparos desde la oficina. Una de las balas pegó en el sombrero del jefe de la policía que se había acercado a detener el conflicto. Estaba servida la ‘masacre de Panamá' o, mejor dicho, el ‘Incidente de la tajada de sandía'.

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