En el primer homenaje a Victoriano Lorenzo

Actualizado
  • 28/04/2018 02:03
Creado
  • 28/04/2018 02:03
El 15 de mayo se conmmeran los 115 años del fusilamiento de Victoriano Lorenzo

Al conmemorar el cincuentenario del fusilamiento del general Victoriano Lorenzo, la República se encuentra ante un vigoroso renacimiento de la opinión popular. Ha sido el pueblo, con su voz limpia, el que ha recordado la fecha infausta y el que ha vencido, a cincuenta años de distancia, las infinitas conspiraciones históricas tramadas en perjuicio del caudillo coclesano.

¿Y por qué ha sido el pueblo? ¿Por qué esas voces han tenido seno y eco en el alma de la masa? Porque Lorenzo era pueblo, era la masa. Nació en la montaña campesina, mustia miserable. Su rostro llevaba, como chispa encendida, todo el rasgo reivindicador de su raza. Es ese rasgo de tristeza que en el cholo nos sugiere tragedias de siglos concentradas, reprimidas, próximas a estallar en cuadros de rebeldías. Su tez entre cobriza y aceituna, sus pómulos salientes y sus ojos pequeños, pero de forzada vivacidad. Haber visto su estampa era lograr un contrato de desconcierto. No era posible que una figura tan sin importancia, de opacidad tal, albergara el espíritu revolucionario de Victoriano Lorenzo.

Y es que así sucede con muchos grandes. No pudo existir una silueta tan absurda como la del gran Dante. Era la encarnación viva, caminante, del infierno. Ofrecía la impresión de portar siempre un pasaje de ese centro de torturas, admirablemente descrito por él en su Divina Comedia. Sin embargo, su fealdad amparó su gran genio, su fama eterna. Y quién pudo haber pensado que el corso diminuto, de perfil para grandes salones y concursos, pudo haber tenido alma para grandes jornadas varoniles y para variar profundamente el curso de la humanidad.

No es, pues, la estampa lo que hace el valor humano. Y no se ofende a Lorenzo cuando irrespetuosamente se le dice cholo, o moreno, o enano, porque tales dicterios son rechazados violentamente por la nobleza, por la dignidad y por las enseñanzas democráticas.

La adolescencia y madurez de Victoriano Lorenzo tuvo el desarrollo propio de todo hombre campesino que anhela superarse. En sus caídas, en sus andanzas, en sus dedicaciones, siempre se encuentra un Lorenzo maleable para la regeneración. Entró transitoriamente a la Cárcel y salió leyendo y escribiendo mejor que nunca; tuvo contactos con hombres de preocupaciones ideológicas y aprendió a ejercer tales preocupaciones en beneficio de los suyos.

Las postrimerías del siglo XIX, encontraron a Victoriano Lorenzo en plena posesión de su destino como fiel intérprete de las angustias y aspiraciones de las grandes choladas. Él comprendió qué significaba para el campesino el despojo, el impuesto audaz, la ausencia brutal de asistencias estatales, la explotación inicua, las inseguridades políticas crecientes. Estremecido el Istmo por una guerra civil, con perspectivas cruentas, el Gobierno imperante quiso organizar mejor sus ejércitos. Un país como el nuestro, mayoritariamente campesino, tiene su mejor botín guerrero precisamente en la cholada. Buscar la cholada fue el propósito del conservatismo , pero burlarle la cholada al Gobierno y organizarla bajo su voluntad férrea y disciplinaria, con objetivos precisos, he allí la primera importancia de la presencia histórica de Victoriano Lorenzo en los campos de Marte.

El ejército de Lorenzo no se lanzó a la guerra a ‘descarnar mandíbulas y a sacar ojos de sus orbitas'. Era también un ejército integrado por personas que no por ser cholas dejaban de tener carne, hueso y alma. Ese ejército buscaba, anheloso, mejores días para la patria, la cesación de injusticias y la eclosión maravillosa de un sistema político fundado en la estabilidad, que no se conocía en el istmo, en el orden —pues solo existía el de los panteones—, en el respeto al derecho ajeno que, según Juárez, es la paz.

Sin embargo, voces que guardan el poder de la vacas del Egipto: de mugir después de muertas y a pesar de oler a carne de panteón, han dicho, desde hace rato, que Lorenzo fue un bandolero. Pero no pudo ser bandolero, por ninguna circunstancia, un compañero de armas de uno de los hombres más importantes de nuestra era republicana ,el Dr. Belisario Porras. No pudo ser bandolero quien, gracias a su heroísmo, tenacidad y visión, ganó en los campos de batalla el título de general. No pudo ser bandolero un soldado campesino que supo controlar una gran masa sin cultura de ninguna especie, y asimismo pudo orientar, férreamente, a un triunfo que por traición desembocó en derrota.

Lo que ha sucedido es que las generaciones postguerra civil de los mil días han desconocido la historia verdadera y tan solo han bebido en las fuentes de las leyendas negras. La gran tragedia de la República es que casi siempre los buenos son los vencidos, y la historia casi nunca, o nunca, es escrita por los vencidos.

Victoriano Lorenzo no fue bandolero. Cuando Rafael Uribe Uribe, senador único del Liberalismo colombiano en una Cámara de sesenta legisladores, pedía reconocimiento de la beligerancia de los patriotas cubanos que luchaban por su independencia, un legislador, amparado en su perfidia, le ripostó al gran decapitado que esos que luchaban en Cuba eran unos bandoleros. Entre ‘esos' se encontraba José Martí, todo corazón.

En el mundo convulso de hoy, no llaman bandolero a Víctor Raúl Haya de la Torre, insigne americano, apóstol auténtico; y bajo la toga de un apóstol no hay alma de rufián. No llaman también bandolero al pueblo de Venezuela que lucha bajo el comando de Rómulo Bethancourt contra la tiranía más oprobiosa de Suramérica. Y los grandes guerrilleros del Casanare, en Colombia, no luchan acaso bajo el estigma de bandolero. No. El bandolerismo es una muletilla de mentiras ante ausencia de razones.

Señoras y Señores: Un gran escritor de América dijo alguna vez que ‘la juventud es la edad de las admiraciones apasionadas. Cuando en ella se cree, la creencia se enraíza hasta el fondo del alma. Por eso a través de los siglos, sigue siendo hoy tan verdadera como ayer la leyenda sutil de aquellos muchachos que desde el fondo de Iberia o de la Galia, llegaban hasta Roma nada más que para ver a Tito Livio. Venturosa edad en la cual se aspira a ajustar la conducta con los sueños y en la cual por lo mismo la desilusión o el desencanto ponen en los labios un sabor de ceniza'.

Sí, ¡un sabor de ceniza! Un sabor de ceniza que trae desde hace mucho tiempo las generaciones panameñas en sus labios. Han sido generaciones creyentes que han buscado en los caminos tormentosos la verdad histórica para llegar, como los muchachos de Iberia y de La Galia, a depositar su fe en nuestros valores humanos auténticos, en nuestros hombres que tenían sangre de pueblo y que dieron por el pueblo su sangre. Y por el desencanto, por la desilusión de no poder llegar conscientemente ante ellos, es que hoy nos encontramos resueltamente ante la presencia histórica de Victoriano Lorenzo para decir, con todo pulmón, que no eternamente habrá cenizas en nuestros labios.

Esta jornada conmemorativa de Victoriano Lorenzo es el primer paso para rendirle justicia a los olvidados en la historia escrita por los vencedores. Otros, como León A. Soto, Iturralde, que dejaron únicamente estelas de dignidad y que pueden llevar el título de Maestros y de orientadores, recibirán a su hora, los tributos de la Historia cierta. Es la historia que no consagra el consejo de las alcurnias y que no está escrita por aquellos humanistas que domados por tal complejo eran tan panegiristas como los humanistas al servicio de los Médicis que no conformes con relatar sus hazañas, dedicaban capítulos enteros al caballo de Don Lorenzo, al perro de Don Lorenzo.

Es la historia del pueblo la que dará justicia. Señores: la conmemoración de hoy constituye la suprema glorificación de la justicia humana.

‘Ha sido el pueblo, con su voz limpia... el que ha vencido, a cincuenta años de distancia, las infinitas conspiraciones históricas tramadas en perjuicio del caudillo coclesano'

FICHA

Un vencedor en el campo de los ideales de libertad:

Nombre completo: Carlos Iván Zúñiga Guardia.

Nacimiento: 1 de enero de 1926 Penonomé, Coclé.

Fallecimiento: 14 de noviembre de 2008, Ciudad de Panamá.

Ocupación: Abogado, periodista, docente y político

Creencias religiosas: Católico

Viuda: Sydia Candanendo de Zúñiga

Resumen de su carrera: En 1947 inició su vida política como un líder estudiantil que rechazó el Acuerdo de bases Filós-Hines. Ocupó los cargos de ministro, diputado, presidente del Partido Acción Popular en 1981 y dirigente de la Cruzada Civilista Nacional. Fue reconocido por sus múltiples defensas penales y por su excelente oratoria. De 1991 a 1994 fue rector de la Universidad de Panamá. Ha recibido la Orden de Manuel Amador Guerrero, la Justo Arosemena y la Orden del Sol de Perú.

Lo Nuevo
comments powered by Disqus