Una visita que alimentó el alma

Actualizado
  • 29/08/2018 16:48
Creado
  • 29/08/2018 16:48
A pesar de ese caminar lento y la edad avanzada, algunas se levantaron para bailar al acorde de la música que llevó, Mares de mi Patria.

Mientras que para muchas personas el tiempo pasa rápido, otras sentirán que el reloj es lento y tortuoso. Los sentimientos dependerán de en qué condiciones se encuentra el ser humano. Si nos vamos a una sala del hospital oncológico, es posible que encontremos posiciones disímiles si las comparamos con la gente de afuera, que no padece de dolencia alguna. ¿Qué pasará por la mente de esos hombres y mujeres que vimos en el Hogar Bolívar? ¿Recibirán la visita de sus parientes o de sus amistades? ¿Tendrán los alimentos, medicinas y los cuidados que se necesitan, a esas edades avanzadas?

Autoridades de la Universidad Marítima Internacional de Panamá, UMIP, llegaron a la sede de esa morada de la tercera edad. Asistieron en compañía de cadetes y miembros del conjunto típico, proyecciones folclóricas, Mares de mi Patria. También aportaron gran cantidad de útiles, jabones, pañales, ropas, los cuales les fueron entregados a la madre regente de ese lugar, Rosa Isabel Acosta Fuentes. “A nombre del señor rector, Aládar Rodríguez Díaz, queremos entregarle estas donaciones las cuales son el producto del desprendimiento de los distintos colaboradores de esa casa de estudios”, dijo el coordinador de la visita, René Hernández González.

Y es que el lugar se sostiene gracias a los aportes de la empresa privada y del gobierno, pero, siempre habrá más necesidades que donaciones. Es importante crear conciencia en la ciudadanía, para que se acerquen, no solo a dar sino a entretener, tal como lo hizo la gente de la UMIP.

El impulsor de la creación de ese asilo fue el señor, José Gabriel Duque. Él buscó a otros mecenas para inaugurar el 19 de marzo de 1883 lo que se conoció como el asilo, Bolívar. En diciembre de 1898, los fundadores otorgaron a las hermanas de las Hijas de San Vicente de Paul, la administración de ese centro. Esta orden religiosa todavía dirige los destinos de ese hospicio.

En los primeros años funcionaba en calle 11 oeste, del barrio de San Felipe, en el casco viejo. En 1914 fue trasladado a los predios que se conocen hoy como “El Hatillo y en 1923 es reubicado en la avenida, Matías Hernández, corregimiento de Río Abajo, donde permanece hasta la actualidad.

En el año 1968 cambió el nombre a Hogar Bolívar de Ancianos”. Brinda atención, protección y seguridad a ancianos y ancianas con problemas de abandono, indigencia, extrema pobreza, salud, dependencia física y mental. Desde 1966 recibe el apoyo de una organización sin fines de lucro conocida como, “Hogar Bolívar”.

Llegar al sitio es como reencontrarse con muchos trazos de la historia olvidada. Las personas que allí residen son de avanzada edad y así de profundos son los cuentos y las historietas. Te hablan del pasado remoto y del reciente; expresan sus sentimientos de angustia por el olvido de los familiares y te hacen remembranzas de los momentos más emocionantes que han vivido. “Mire señor cuando se anunció el primer pago de cien a los 70, recibimos la visita de gente que, pensamos, nos habían olvidado”; esta historia se la escuché a varios.

Lo anterior me lleva a concluir que no llegaron por la persona que abandonaron a su suerte sino, para cobrar el apoyo que el gobierno le iba a dar a través de ese programa de cien a los 70 y que hoy se conoce como 120 a los 65. También hay los que reconocen la visita constante de hijos, nietos, sobrinos y amigos, pero esos son los pocos. De repente, uno se encuentra con una mirada perdida; una mano temblorosa o una voz entrecortada. El hecho de llegar con camisa blanca provocó que una dama me confundiera con un médico. La dejé con su error, pero tuve que escuchar sus malestares, expresándome que le costaba dormir. “Las noches son una pesadilla para mí; quiero que me dé una medicina, para dormir”, manifestó.

A pesar de ese caminar lento y la edad avanzada, algunas se levantaron para bailar al acorde de la música que llevó, Mares de mi Patria. Los cadetes aprovecharon, para intimar con las octogenarias damas. Una que otra sonrisa; una caricia en esa cabellera blanca y un sonar fuerte de una ficha de dominó. Debo reconocer que la gran mayoría ya no cuenta con las energías para pararse o caminar. Es allí donde se hace necesaria la presencia de voluntarios.

Dios nos ofrece la oportunidad de redirigir nuestros pasos; en vez de perder el tiempo en cosas baladíes, pudiéramos poner en la agenda semanal un… “hoy me toca ir al Hogar Bolívar”. Al personal de la Oficina de Relaciones Públicas le encantó la actitud desprendida de los que donaron y el comportamiento de los cadetes y los miembros del conjunto típico. Todos retornaron con un nudo en la garganta y con la promesa de volver pronto. El hogar, Bolívar nos permitió cumplir con lo que mandata la ley cristiana, “ama a tu prójimo como a ti mismo”. Dios bendiga a los ancianos y ancianas que dejamos allá y que nos permita que esta acción no sea de ocasión sino de un comportamiento constante.

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