Del Estado de bienestar al Estado privatizado

Actualizado
  • 16/03/2019 01:00
Creado
  • 16/03/2019 01:00
Es una lucha por la sobrevivencia política de los Estados de bienestar, que enfrentan una acentuada desaceleración y con tasas elevadas de desempleo e inmigraciones masivas de países subdesarrollados

Hay una transformación en las relaciones económicas entre los estados nacionales y las empresas multinacionales, producto de la globalización mundial. El mundo es el mercado en el cual se mueven las empresas multinacionales, las cuales se resisten a financiar los regímenes de bienestar que han prosperado en el período de post segunda guerra mundial.

Al mismo tiempo, las elevadas tasas impositivas que cobran estos países son el principal incentivo para que las empresas, y las personas adineradas, procuren explorar todas las opciones posibles que les permitan escapar a la exacción fiscal.

Este enfrentamiento entre Estados Nacionales y Empresas Multinacionales toma a Panamá en el medio por el tipo de régimen económico adoptado en función de su peculiar condición de país de tránsito y de libre movimiento de capitales que le ha caracterizado todo el tiempo. Pero el tema no se agota en una áspera y burocrática tramitación de cobro de tributos.

No es un problema o enfrentamiento de esos Estados de Bienestar financiados con impuestos, y deuda, contra Panamá. Es una lucha por la sobrevivencia política de los gobiernos de esos Estados, que enfrentan una acentuada desaceleración y con tasas elevadas de desempleo, a la vez de inmigraciones en oleadas de países subdesarrollados.

Y en lugar de enfrentar y sincerar sus sistemas con sus contribuyentes, arremeten contra países como el nuestro, lo cual nos convierte en la excusa para presionar el cobro de los cada vez más elusivos tributos.

Este parece ser un campo más reciente de enfrentamiento, en un proceso que arrancó con el sistema económico vigente hace 500 años, según autores como Immanuel Wallerstein.

La globalización, la consecuente acumulación de ahorros en pocas manos y recursos financieros en lugar de generar inversión productiva, la innovación tecnológica, la robótica, el mejoramiento en los sistemas de comercialización y producción, ha contribuido a reducir la demanda de empleo y, en consecuencia, a debilitar la demanda agregada, a limitar la capacidad de los Estados, y como secuela, a disminuir la calidad de vida de los consumidores.

Por otra parte, cada día es más evidente que los bienes públicos que usualmente el Estado de Bienestar provee a las sociedades caen en la esfera de los servicios que producen y comercializan las corporaciones empresariales. Desde la educación, la salud, la seguridad, transporte, servicios básicos como abastecimiento de agua potable, tratamiento de aguas servidas, defensa nacional, sistemas penitenciarios, servicios y productos financieros como el blockchain , etc., cada día es más evidente que la función del Estado Nacional como lo hemos conocido en nuestras generaciones, se desdibuja dando paso a una creciente presencia del sector privado.

Entretanto, los recurrentes escándalos de la clase política en todas las sociedades, continentes, países, alimentan el sentimiento de rechazo hacia los gobiernos fuertes y capaces de arbitrar la vida en sociedad.

¿Qué tipo de sociedad se está gestando? ¿Podrán las corporaciones empresariales algún día asumir exitosamente la administración pública del Estado? Ya hay esbozos interesantes de colaboración en lugar de enfrentamiento entre Estados y Empresas. Son las Asociaciones Públicas Privadas en la cuales los Estados y empresas crean un tercer vehículo o medio, a través del cual se comparten riesgos y utilidades.

Por otra parte, en medio de esta maraña de tendencias, asoman dos modelos interesantes: uno, la China que, siendo una sobreviviente del sistema de economía centralmente planificada, adoptando medidas de mercado, y utilizando y promoviendo la inserción en los mercados globalizados, la inversión extranjera y la innovación tecnológica, logra sacar de la penuria a su población pobre según los estándares occidentales, que llegó a ser el 80% de sus habitantes y lo ha reducido al 10% de pobres, apenas. ¿Veremos este modelo replicado por otras potencias?

Por otro lado, la mayor economía del mundo, Estados Unidos, estrena un liderazgo que responsabiliza a la globalización de su pérdida de predominio mundial y hace público un nuevo slogan. MAGA. Make America Great Again. ¿Y cómo lo pretende hacer? El camino contrario de China: cerrando sus mercados, pese a que las políticas arancelarias y de estímulo de repatriación de capitales no han impedido que el déficit comercial continúe en ascenso.

¿Qué podemos esperar en este contexto? ¿Veremos al Estado tradicional asumido por las empresas para su administración plena, incluida la Justicia? ¿Cómo se podrá dinamizar los mercados, si continúa la concentración de ahorro en las mismas manos y se amplía la brecha entre trabajadores y empresas?

O, por otra parte, veremos países cerrados al intercambio comercial, ¿en un intento ya practicado y fracasado de proteger sus propios mercados a costa de un declive de su calidad de vida?

No hay duda. Vivimos tiempos interesantes.

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