Multimodalidad 2020, alternativa para la movilidad urbana

Actualizado
  • 17/08/2019 02:00
Creado
  • 17/08/2019 02:00
Para solucionar el problema de escalonamiento existe el concepto de multimodalidad. En lugar de que llevemos un auto por calles cada vez más congestionadas, completemos con el automóvil o a pie una parte del recorrido y luego cambiemos a otro modo de transporte

¿Qué es realmente un tranque? Tranque, trancón, congestión, en general estamos lidiando con la incapacidad que tiene un sistema en movimiento para satisfacer las necesidades de velocidad de sus usuarios. Tenemos una expectativa sobre el tiempo que un viaje debe tomarnos, y a medida que los carros, trenes y motocicletas se han hecho más veloces, también hemos ido aumentando nuestras expectativas de velocidad. Adicionalmente aumentamos el número de vehículos sin incrementar notablemente el ancho de las vías.

La ciudad de Panamá tiene una horrorosa morfología lineal desde el emplazamiento original de Panamá la Vieja (que en ojos de Pedrarias no era óptimo, por estar lejos del puerto). Ya había tranques en el camino para llevar agua y provisiones a la ciudad vieja. Podríamos imaginar hace quinientos años a los primeros pobladores esperando a que llegara su carga en un puerto de pequeñas dimensiones y caminos angostos en esa larga distancia desde la Isla Naos hasta la ciudad vieja.

Hoy, más de la mitad de la ciudad está poblada por asentamientos de casas, cuya morfología vial es la de ‘espinas de pescado': pequeñas calles conectadas por una o dos avenidas principales que se llenan de autos en las horas pico y que usualmente llegan a una esquina con un semáforo para salir de la urbanización. Este sistema escalonado es un fracaso gigantesco de la modernidad gracias al automóvil. Como el automóvil consume mucho más espacio por persona transportada que el transporte público, el tiempo entre semáforos y calles abarrotadas se hace eterno.

Para solucionar el problema de escalonamiento está el concepto de multimodalidad. En lugar de que llevemos un auto por calles cada vez más estrechas o más congestionadas, la idea es que completemos con el automóvil o a pie una parte del recorrido y luego cambiemos a otro modo de transporte más eficiente. De manera concreta, lo que estoy planteando es crear una adaptación para las estaciones del metro, donde podamos colocar enormes cantidades de bicicletas y automóviles. La idea es que los ciudadanos podamos dejar el automóvil o la bicicleta en sitios seguros y subir al tren o al bus. Esto debe ir acompañado de puntos de peaje para evitar que los automóviles entren en el centro de la ciudad. Obarrio, Casco Antiguo, y Bella Vista por ejemplo, deben ser reservadas para el tránsito peatonal y ciclista si no eres residente, y solo los residentes y propietarios pueden usar automóviles en esas zonas.

‘La idea es que los ciudadanos podamos dejar el automóvil o la bicicleta en sitios seguros y subir al tren o al bus',

PABLO GARCÍA DE PAREDES,

ARQUITECTO

Si las calles se vuelven seguras para los peatones y los ciclistas, una gran parte de la población preferirá evitar horas de espera al volante. Lo más interesante de la multimodalidad es que en lugar de ampliar las calles, permite proceder con la fase dos, que es la recuperación de los espacios de calle que pueden servir para otras cosas como comercio y emprendimiento. En un país donde la empresa privada está concentrada (esa es la raíz de la desigualdad económica), crear espacios para el comercio de la clase media y baja es una prioridad. En la actualidad, lastimosamente la mayoría de la gente no se da cuenta de que el sistema espacial lo mantiene cautivo, comprando siempre en los mismos lugares y a la misma gente.

La multimodalidad permitiría regresar también la tranquilidad a muchos barrios que ahora están siendo utilizados como sectores de paso. Antes, los niños podían caminar por las aceras o jugar en la calle. Esto puede ser nuevamente posible siempre y cuando podamos entender como ciudad que la multimodalidad es la manera inteligente de desplazarse. Como ejemplo, podemos imaginar que vivimos en Juan Díaz y debemos ir al trabajo en Obarrio. Llevaremos nuestro auto desde Juan Díaz a un estacionamiento seguro frente a la entrada del corredor Sur, por ejemplo. Ahí abordaremos un tranvía o una ciclovía y llegaremos de manera directa a un punto de conexión o al destino. Como Obarrio estará convertida en peatonal, podremos caminar y movernos bajo árboles con sombra donde ahora hay asfalto, o utilizar nuestra bicicleta hasta la puerta de la oficina.

Los problemas del calor o la lluvia suelen ser citados como la razón por la que el panameño nunca subirá en una bicicleta. Este dilema se resuelve usando el cerebro también. Resulta que plantando árboles en las calles recuperadas y creando sistemas de tramas con sombra y sitios de descanso o resguardo de la lluvia, es decir, limitando la exposición del asfalto al sol y la cantidad de asfalto en los centros urbanos, se puede reducir notablemente la temperatura.

Un país tropical necesita adecuar las condiciones de trabajo al clima. Y la lluvia no es excusa, porque en la actualidad las calles están tan inundadas que usando el carro solo conseguimos acortar su período de vida y generar deudas por reparaciones.

La multimodalidad y el sentido común podrían hacer de nuestra ciudad una de las mejores de Centroamérica.

Ahora mismo, después de quinientos años, solamente sabemos vestirnos como europeos en el trópico y llevar los automóviles a todos lados como norteamericanos. Vivimos con la mente colonizada por costumbres y complejos que hacen que el panameño sea un esclavo en su propio suelo. Esta situación es idéntica a la época colonial, ya que los esclavos eran más numerosos que los amos. Preferimos hipotecar la casa para comprar un auto en lugar de salir a la calle y exigir que se ratifique una ley de multimodalidad que comience a hacer más placentera la caótica ciudad que tenemos y nos libere de la letra mensual.

De paso, aprenderíamos a comprar y producir entre nosotros, a disfrutar de estar al aire libre sin respirar humo o escuchar el ruidoso gemido de un claxón ensordecedor. Quizás tendríamos tiempo hasta para leer poesía o escribir un soneto o dos.

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