Un rincón de historias: la Bajada del Ñopo

Actualizado
  • 18/01/2020 00:00
Creado
  • 18/01/2020 00:00
Al dejar atrás las torres de la avenida Balboa comienza a cambiar el paisaje. Calles estrechas donde solo puede transitar un carro a la vez, edificios antiguos a punto de caer, otros en restauración, obreros trabajando y los billeteros cantando los ganadores del próximo sorteo

En el corazón de nuestra ciudad se encuentra un lugar olvidado por algunos, pero recordado por muchos. Famoso por la historia que esconde entre sus habitantes y viviendas. En sus mejores tiempos servía de paso peatonal desde la avenida B para llegar al Mercado Público, lugar donde se podía conseguir de todo.

Aquel día, Graciela Castro, sonriente y accesible, relataba sus memorias.

Una calle transitada por autos, un establecimiento de tatuajes, un estacionamiento y hogares en ruinas es en la actualidad la Bajada del Ñopo.

Pasando por los edificios altos de la avenida Balboa, comienza a cambiar el paisaje. Aparecen fondas en las aceras y restaurantes de comida criolla donde venden el famoso arroz con pollo, saus y sancocho.

Calles estrechas por las que solo puede pasar un carro a la vez, edificios antiguos a punto de derrumbarse, otros en restauración; obreros trabajando y los billeteros cantando los ganadores del próximo sorteo. En mi viaje hacia la Bajada del Ñopo descubrí hermosas paredes donde los artistas han dejado la marca de su creatividad.

El paso del tiempo trajo consigo transformaciones en la esencia arquitectónica original.

Santa Ana es un corregimiento que ha sido testigo de luchas históricas de nuestro pueblo para alcanzar su soberanía. Este lugar fue el escenario de aquel video que le dio la vuelta al mundo: Guillermo Ford golpeado por los Batallones de la Dignidad en 1989.

Es el mismo sitio que acogió el mitin del Movimiento Inquilinario el 10 de octubre de 1925, histórica fecha que dejó cicatrices de muerte.

Al llegar al parque de Santa Ana se puede caminar hacia la avenida B y encontrar numerosos edificios antiguos de impresionante fachada. A mi derecha, un muro muestra una pintura de colores vívidos de dos indígenas guna con sus característicos y llamativos atuendos. Pero no veía algún letrero que me orientara.

Entré a una mueblería para preguntar si al menos estaba en la dirección correcta. La mujer que me atendió me dijo que sí y que la Bajada del Ñopo se encontraba cruzando la calle.

Emocionada por haber llegado a mi destino, comencé a observar el lugar y a tomar algunas fotografías. En la falda de la bajada, dos señoras conversaban animadamente. Me acerqué a ellas para preguntarles si eran residentes allí y les conté de mi curiosidad por la historia del lugar. Sonriente, una de ellas me invitó a sentarme a su lado y comenzó a narrar.

Las calles del corregimiento de Santa Ana resguardan tesoros de la historia.

Como toda una guía turística y con la memoria intacta, la mujer me llevó a viajar en el tiempo. Me transportó con sus vivencias y relatos de los cambios del barrio desde su adolescencia hasta sus 72 años. Su padre le había contado acerca del “ñopo”.

En aquel tiempo, un español tenía su tienda en aquella calle. En ese lugar vendía diversos productos y tenía una clientela frecuente. Para ese entonces, a las personas de piel blanca se les decía “ñopos”.

La bajada, originalmente de piedras marinas, tenía un par de piezas de hierro para que las personas se apoyaran al caminar. En aquellos días, Luis Cheng, magistrado de la Corte Suprema de Justicia, quería que sus carros bajaran de manera directa desde la avenida B y como tenía contacto con el general Omar Torrijos, logró que la escalera desapareciera debajo de una capa de cemento, llevándose consigo muchas anécdotas. Lo único que dejaron fue una escalerita al costado. El cambio ocurrió alrededor del año 1975.

En la actualidad, se puede apreciar un estacionamiento donde antes se erigía una casa de madera conocida como 'La Española' que estaba rodeada de una diversidad de flores. También existía un solar y varias tiendas en las que vendían patines, revistas antiguas y otros artículos.

En la esquina de la calle se encontraba una casa colonial hecha de mampostería en el interior y en el exterior cuyo derrumbe cambió la fachada. La mayoría de las viviendas edificadas en esta calle fueron construidas de madera; sin embargo, el paso del tiempo trajo consigo cambios y el uso de otros materiales.

Mientras aquella mujer, Graciela Castro, relataba sus memorias, pude notar que recuperaba los recuerdos de la mejor época de su vida. Al escucharla, reflexioné sobre la manera en la que pequeños relatos de nuestro país pueden recuperarse a través del tiempo. Ya llegada la tarde le agradecí y me retiré, esperando volver a encontrarla pronto en la Bajada del Ñopo.

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