Un momento para mirar las virtudes del espacio interior

Actualizado
  • 28/03/2020 00:00
Creado
  • 28/03/2020 00:00
La ciudad es una red de dormitorios, salones de reunión, comedores y jardines privados y públicos, conectados por senderos y separados por paredes, techos y entrepisos

Imaginemos la ciudad sin edificios, quitando los pisos y los techos, pero dejemos el mobiliario, las personas, las actividades. En arquitectura a estas últimas las llamamos el 'programa', los usos del espacio.

La vida de la ciudad está ocurriendo ahora en lugares distintos de donde esperamos.

Para los espacios de actividad humana está hecha la ciudad, los abiertos y los interiores, lo estructural existe solo para albergar y permitirnos el mejor ambiente donde hacer cada cosa.

La ciudad es una red de dormitorios, salones de reunión, comedores y jardines privados y públicos, conectados por senderos y separados por paredes, techos y entrepisos.

La vida de la ciudad está ocurriendo ahora en lugares distintos de donde esperamos. El gerente de una empresa de relojes, en ropa de casa, se sienta a la mesa con su esposa, quien es agente de cuentas de una empresa logística. Comparten café y tostadas mientras, cada uno en su computador y su móvil, atiende su trabajo.

En su recámara, un adolescente tiene una videollamada con sus casi treinta compañeros de salón y su profesor de informática. Un arquitecto, en su oficina en casa, sigue el avance de su hija de primaria quien completa un dibujo sobre el ciclo de vida de las mariposas.

En la noche un grupo de amigos hace una reunión social, pero diferente, en sandalias y t-shirts, hacen una videoconferencia, comparten un refresquito y conversan como lo harían en una de sus casas, pero cada uno instalado cómodamente en casa propia.

A esto los teóricos lo llaman heterotopia, tomando prestado un término médico, y se trata de encontrar algo en un lugar donde no se le espera. Tal vez ahora le llamaremos la nueva normalidad, si bien es temporal, no sabemos por cuánto tiempo.

Desde hace años se habla de cómo las nuevas modalidades de colaboración impactarían la educación, la productividad, la vida en comunidad. En algunos casos se describen estos efectos como disrupción.

Como siempre, algunas personas, organizaciones, ciudades, países van un paso adelante, otras llevan un pie atrás entre excusas y dejar para mañana.

Ahora es fácil ver quién está más preparado para aprovechar estos recursos y para cambiar ante los nuevos retos. La escuelita de danzas de mi hija anunció cómo organizaría sus clases no presenciales, antes de que ninguna empresa o centro educativo que conozca, y allí nunca me habían hablado de las tecnologías de la información y comunicación (TIC), solo las usan.

Ante la necesidad de aislarnos y la realidad de este momento, en que la organización espacial es distinta, podemos reorganizar las actividades en el tiempo. Hacer una rutina es una buena manera de lidiar con estos cambios. Si hace tres semanas nos quejábamos del tiempo que tomaba trasladarse y de las horas a las que había que despertarse, esto ha cambiado, ahora estamos siempre en casa, así que tenemos entre media hora y dos horas más en el día para hacer algo que queramos. ¿Queremos pasar ese tiempo leyendo textos grupales, en su mayoría insulsos, o mil noticias del mismo tema? ¿O queremos hacer una diferencia en nuestras vidas? Para aprovechar el tiempo, hay que estructurarlo y asegurarse de que lo importante se haga, sin dejar de hacer lo urgente.

Identifiquemos lo que nos gusta hacer, lo que tenemos que hacer, lo que queremos aprender, mejorar o perfeccionar. ¿Cuántas cosas con potencial tenemos en casa? Tal vez sea tan sencillo como condimentos o artefactos de cocina que no hemos usado suficiente, instrumentos cuya práctica abandonamos, libros que compramos con ilusión y están allí en el mismo tablillero donde los pusimos hace años, o libros que ya leímos y serán diferentes tantos años después. También herramientas y cosas por reparar, o darle mantenimiento; ahora se puede buscar cómo se hace y aprenderlo más fácil que nunca antes.

Más importante que las cosas, son las personas, ¿Qué puede ser mejor que dedicarle tiempo de calidad a nuestra gente? Tenemos ahora la oportunidad de guiar a un pequeñín en su aprendizaje, concentrarnos en su potencial, sobre todo si ya otros se concentran en sus retos; llamar a un adulto mayor, pariente, vecino, amigo propio o de amigos, a ver si está bien, si tiene compañía, si necesita algo, hacerle reír. Redescubrir a la pareja, al amigo, a los padres, familiares. La mejor parte es que para esto no tenemos que estar en la misma casa.

Repartir las tareas de cocinar y hacer oficios, y compartir las horas de comer, entretenernos y volver a dormir. Pasar más y mejor tiempo en conversaciones y juegos de mesa, que frente a la pantalla. Hacer ejercicio en la casa, calistenia: sentadillas, pechadas, saltar soga.

Probar algo nuevo yoga, tai chi, meditación. Tantos recursos hay. Pequeñas cosas como hilar una serie de películas que querías ver, terminar un libro muy largo que se te resistía.

No dejar de lado las ideas, el espacio interior es óptimo para la creatividad: de tuitero se puede pasar a ser escritor; de garabatear en los márgenes a ser artista; de estar siempre tamborileando con el lápiz o tarareando, a ser músico. No importa si no nos sale todo bien a la primera, ahora tenemos el tiempo y la privacidad para ir mejorando.

En lugar de hacer muchas cosas pequeñas, pasemos a hacer solo algunas y más grandes. A algunos nos gusta trabajar lo creativo a medio despertar, antes del baño, apenas después del té.

Habrá tiempo también para comunicarnos e informarnos, pero este debe tener su propósito y sus límites. Lo más importante ya lo sabemos: quedarnos en casa, lavarnos las manos, no tocarnos la cara. Más allá de eso, actualizarnos, ver cómo avanzan las cosas y qué nuevas recomendaciones hay de los expertos. Con media o una hora de información al día basta.

Por cierto, el que no entiende la lógica detrás de los lineamientos que nos dan los expertos, que los cumpla por responsabilidad y solidaridad.

El que piense que sabe más que ellos, que escriba entonces un libro, pero desde su casa. Que apunte cada día lo que estima que va a pasar al siguiente y verifique, y que solo lo publique cuando esto haya terminado, cada punto de vista se podrá valorar.

Si puedes hacerlo, deja a la ayuda de casa que no venga, dale vacaciones adelantadas y sigue pagándole, ese dinero hace más diferencia en su vida que en la tuya. Así también, si puedes seguir pagando al profe de música y que te dé las clases virtuales, hazlo. Págale al mecánico que compuso tu auto, aunque no lo puedas retirar inmediatamente, al ebanista que termine un mueble en su taller y que te lo guarde. Piensa en los demás. Si tienes la fortuna de poder hacerles bien, hazlo.

Tal vez el mayor privilegio sea aquello que damos por sentado, dormir, dormir las horas que te pide el cuerpo, si son ocho o diez. Ya sea en un sueño largo nocturno o completando con una siesta. Si no es ahora, ¿cuándo? Descansar es una de las mejores cosas que podemos hacer para cuidar nuestra salud física y subjetiva.

Los que estudian la naturaleza llaman ciclos de perturbación y sucesión a lo que ocurre tras eventos, como un incendio o inundación, que cambian el funcionamiento de un ecosistema, sea un bosque o arrecife coralino en el mar, por ejemplo. Cuando el sistema se repone, lo hace de modo distinto, con otras dinámicas, las especies ajustan su papel dentro de él, unas con mayor éxito que otras. Este momento propicia también la evolución.

No sabemos cuánto tiempo va a durar esto, ni tenemos una idea clara de cómo va a terminar, mientras tanto debemos concentrarnos en lo que sí sabemos y podemos hacer. Cuando salgamos de casa lo haremos a un mundo distinto. Habremos cambiado nosotros también y dependerá de nosotros, más que de otros, cómo serán estos cambios.

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