La sociedad civil y los partidos políticos

Actualizado
  • 01/08/2020 00:00
Creado
  • 01/08/2020 00:00
Desde hace varias décadas, dos fuerzas, cada una en su momento, han socavado incesantemente la existencia de los grupos políticos: el militarismo y la corrupción.

En la existencia de los partidos políticos encuentra el sistema democrático su sostén más vigoroso. Esta aseveración es real y aceptable, si la democracia es efectiva, participativa y descansa en el respeto a la voluntad de las mayorías. Igualmente tendrá validez si los partidos son, entre otras particularidades, programáticos, de clara probidad y eficientes de la democracia interna en su organización.

La sociedad civil y los partidos políticos

La vigencia de los partidos políticos en Panamá lleva más de un siglo y según los postulados de los mismos, el principal objetivo es procurar el bien común tanto espiritual como material. Empero, la realidad íntima es que ha prevalecido en los partidos la defensa de los intereses políticos, económicos y egoístas de su clase dirigente. Si acaso hubo alguna presencia ideológica, esta se dio en las primeras décadas republicanas en los partidos conservadores y liberales. También sucedió en los años 60 con el advenimiento de la democracia cristiana y con la supervivencia de algunos partidos políticos pequeños, a pesar de todos los decires electorales.

Si bien no tuvimos ni siquiera ensayos de una democracia económica, la que garantiza una distribución justa de la riqueza y un Estado solidario, en el campo social, sí es del todo justo reconocer que durante el ejercicio de la democracia formal que hemos vivido durante toda la era republicana, se ha tenido la habilidad de garantizar la alternabilidad de los grupos en el disfrute del poder, salvo el paréntesis verde olivo y aberrante de la dictadura militar, donde hubo un poder hegemónico cuartelario durante 21 años. Esa alternancia, que no se dio en Centroamérica durante casi toda la centuria anterior, evitó la acumulación de odios e impidió el estallido revolucionario con sus millares de muertos, tan propio de esa misma Centroamérica.

No ha existido durante la vigencia de la democracia formal en Panamá, un partido en el ejercicio del mando por más de dos periodos presidenciales consecutivos. A pesar de algunas buenas experiencias, la existencia de los partidos políticos ha enfrentado graves peligros, unos lo llevan a la picota pública, y otros, a la misma guillotina.

Desde hace varias décadas, dos fuerzas, cada una en su momento, han socavado incesantemente la existencia de los grupos políticos: el militarismo y la corrupción. Una fuerza centrípeta, la militarista, que avanza hacia dentro con todos sus puñales rompiendo las entrañas del partido hasta eliminarlo y que tiene su historia y su fecha; y otra fuerza centrífuga, representada por la terrible guadaña de la corrupción, la que se mina a sí misma y se va regando como verdolaga infectada, pudriéndolo todo, desde los pies a la cabeza del grupo partidario. Existe una tercera fuerza, no definida nítidamente, pero que está allí agazapada, sin despertar sospechas, esperando la hora para aplaudir el avance de la bota militar o la muerte de los partidos para medrar a sus anchas.

El peligro militarista es mundial y nunca morirá. Su accionar es históricamente pendular. Ese péndulo giró fatídicamente el 11 de octubre de 1968. En noviembre de 1949 hubo otro movimiento pendular en la ocasión en que el comandante José Remón derrocó al presidente Daniel Chanis.

Ejecutado el golpe militar de octubre, la primera medida fue abolir la existencia de los partidos. Es que a los militares les trastorna la presencia de intermediarios entre el pueblo y el poder; a los militares les incomoda el testimonio disidente. Para los militares, el buen gobierno es el de las unanimidades. Uno de los títeres fue elegido por unanimidad Presidente de la República. Apenas se dio el golpe, saltaron los pseudo civiles agazapados, trepadores y arribistas a cuadrarse con el mejor toque de tacones y a formar el nuevo gobierno. Al fenecer los partidos en 1968, se inició la gran tiniebla que duró 21 años. Hoy vivimos el peligro de la corrupción de todos los partidos, de todos los pelajes y su propagación o descontrol puede dar al traste con la vida de estos.

Este descontrol debe ser revisado para que todo vuelva a su nivel normal y decente. Los partidos que mueren víctima de la corrupción jamás resucitan. Los que fenecen por los decretos de los verdugos golpistas, siempre resurgen como el ave Fénix. Ocurrió en España. El cuadro político de 1936-1939 se actualizó muy igual apenas murió Franco. El paisaje político peruano, una vez terminó Odría su gestión dictatorial, trajo de nuevo al APRA, al pradismo y dio nacimiento al belaundismo. Lamentablemente el péndulo también retornó, dio su golpe y amarró anclas al retroceso que hoy padece esa buena nación.

En España han fallado los golpes pendulares por el vigor democrático de los partidos y de sus dirigentes, y por el perfeccionamiento creciente del Estado solidario. En un sistema partidario así concebido, los partidos democráticos son hermanos gemelos de la democracia. Los que no son hermanos gemelos de la democracia son los partidos corruptos. Y si no se purgan a sí mismos oportuna y drásticamente, morirán irremediablemente y las urnas electorales serán sus funerarias.

Las democracias no se basan ni en los hombres ni en las sociedades refinadas. Por eso la misión no es atacar a los partidos provocando su desprestigio o su extinción; la misión es exigir la purificación de los grupos políticos para que encuentren su salvación por la vía de la regeneración. La estrategia militarista que lleva a la abolición de los partidos no puede ser la estrategia de los demócratas.

De igual modo es un absurdo darle curso a cualquier controversia entre los partidos políticos y la ahora llamada sociedad civil, porque los partidos son una rama calificada de la sociedad civil. Más que rama de un mismo tronco, son siameses con idéntico ADN. Es obvio que los antiguos grupos de presión, concebidos genéricamente, son hoy los integrantes de la sociedad civil. Esa sociedad civil está penetrada por todos los partidos o se podría decir en sentido contrario. El grupo empresarial del PRD, v.g., está formado por figuras importantes de la sociedad civil. Tampoco se puede olvidar que en los gabinetes militares siempre participaban algunos conspicuos personajes de la sociedad civil de entonces. Las jornadas patrióticas de la Cruzada Civilista contra la dictadura militar constituyeron un baño positivo de la sociedad civil en el Jordán purificador.

Los partidos deben tener también la oportunidad de purificarse para que sean realmente partidos y realmente democráticos. Al purificarse deben otorgar un mayor papel participativo al núcleo social madre. Se debe adoptar una ley, como ocurre en otros países, que concede a los integrantes de la sociedad civil –universidades, clubes cívicos, sindicatos, cooperativas–, un porcentaje definido para cubrir los puestos de elección popular.

La sociedad civil extendería su territorio y se descubriría que en Chupampa, Boquete y Sortová también existen sociedades civiles, porque ellas no solo moran en el área metropolitana. Es hora de fortalecer a la sociedad civil para el buen desempeño de su alta misión como grupo de presión de carácter moralista, y es la hora de purificar a los partidos para que la democracia se consolide con el aporte coadyuvante de todos los partidos y de todos los panameños.

Publicado originalmente el 12 de julio de 2000.

La sociedad civil y los partidos políticos
FICHA
Un vencedor en el campo de los ideales de libertad:
Nombre completo: Carlos Iván Zúñiga Guardia
Nacimiento: 1 de enero de 1926 Penonomé, Coclé
Fallecimiento: 14 de noviembre de 2008, ciudad de Panamá
Ocupación: Abogado, periodista, docente y político
Creencias religiosas: Católico
Viuda: Sydia Candanedo de Zúñiga
Resumen de su carrera: En 1947 inició su vida política como un líder estudiantil que rechazó el acuerdo de bases Filós-Hines. Ocupó los cargos de ministro, diputado, presidente del Partido Acción Popular en 1981 y dirigente de la Cruzada Civilista Nacional. Fue reconocido por sus múltiples defensas penales y por su excelente oratoria. De 1991 a 1994 fue rector de la Universidad de Panamá. Ha recibido la Orden Manuel Amador Guerrero, la Justo Arosemena y la Orden del Sol de Perú.
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