Entre hidras y claudicaciones

Actualizado
  • 30/01/2021 00:00
Creado
  • 30/01/2021 00:00
Un país sin ejércitos por mandato constitucional no puede engendrar soluciones híbridas. Una policía civil con batallones militares en la frontera sería el paso inicial para constituir un nuevo ejército, lo que igualmente ocurriría si la policía civil llega a estar dirigida por un militar de carrera, tal cual lo ha recomendado la alianza PRD-PP. Peor aún es aceptar o, más que aceptar, pedir la presencia del ejército de Estados Unidos en Panamá como lo ha insinuado el candidato presidencial de Cambio Democrático.
Entre hidras y claudicaciones

Publicado originalmente el 7 de febrero de 2004.

Los hechos tienen la virtud de poner en evidencia la exactitud de los argumentos que se esgrimieron en un momento dado. Es lo que ocurre con los llamados escritos de opinión. Ante una situación determinada surgen de inmediato interpretaciones diversas, pero lo que escasamente se hace es dar seguimiento al itinerario de las posiciones adoptadas. Un ejemplo del tema en estudio es lo que ha venido ocurriendo en la frontera con Colombia. En el pasado reciente se produjeron enfrentamientos con subversivos colombianos que incursionaban dentro del territorio nacional. El suceso delictivo produjo reacciones múltiples. Fueron muchos los gritos que se pegaron al cielo. El grito más alarmante afirmaba que se había perdido la seguridad en el territorio nacional y que se imponía la creación de una fuerza militar especializada, de élite, destinada a la custodia de la frontera. Algunos militares, clérigos y monaguillos propiciaban esta solución. Otros, sometidos aún a los rigores del colonialismo mental, pedían el retorno de las tropas estadounidenses que estuvieron acantonadas en el istmo hasta el 31 de diciembre de 1999. No faltaron encuestas que recogían el “sentimiento nacional” por un pronto retorno de los marines yanquis y del batallón 2000.

Ante semejante vocinglería castrense expuse mis puntos de vista de modo reiterado en mis crónicas sabatinas, muy contrario a la política militarista o armamentista y, sobre todo, a la posición de los quinta columnistas que querían montar un estado de desasosiego nacional por la presencia guerrillera o terrorista en Darién. Esgrimía un argumento fundamental basado en las normas del derecho internacional: cada Estado está en la obligación de mantener el orden público en sus respectivas áreas fronterizas. Si las agresiones que sufre Panamá, decía, provienen de naturales de Colombia, el Gobierno colombiano debe impedir las agresiones; si el Gobierno de Colombia no está en capacidad de mantener la paz en la región, a Panamá le queda el recurso de acudir a organismos internacionales como las Naciones Unidas.

La posición que sustente la falta de seguridad en Panamá no puede ser manejada con irresponsabilidad porque se podía caer en el juego de la ruleta rusa del intervencionismo, dadas las cláusulas antinacionales del tratado de Neutralidad y sus enmiendas. Podría interpretarse como un peligro para el funcionamiento del Canal. El presidente Bush, padre, justificó la invasión de 1989 en los peligros que el régimen de Noriega proyectaba sobre el Canal.

Entre hidras y claudicaciones

En conversación que sostuve con el director de la Policía, Carlos Barés, le planteaba mis argumentos sobre las obligaciones de Colombia, y luego de informarme las medidas preventivas adoptadas en diversos sitios de Darién, me expresó que era política de la diplomacia panameña solicitar al Gobierno de Colombia que mantuviera el orden público en su respectiva área fronteriza.

Con el ascenso al poder del presidente Uribe, Colombia ha perfeccionado sus obligaciones preventivas y represivas en la frontera. El diario La Prensa en su edición del 31 de enero último, trae unas declaraciones del general Pauxelino Latorre Gamboa que confirman las exigencias nacionales que, en síntesis, procuraban una presencia firme de Colombia en su área limítrofe. La fuerza de combate que mantiene Colombia en la frontera darienita es de 2,000 hombres para “evitar que el terrorismo deambule libremente”. El general colombiano informó que en el cordón fronterizo con Panamá, Colombia mantiene cuatro compañías de infantería (un batallón de mil 200 hombres), ocho puestos de policía con 40 agentes cada uno y 400 soldados del batallón de infantería de marina.

Las medidas adoptadas por el Gobierno colombiano en su frontera con Panamá son altamente satisfactorias. Lo trascendental es que las voces que proyectaban una costosa y peligrosa solución militar panameña en esa área o el retorno de las tropas estadounidenses han quedado silenciadas por los argumentos de los hechos, ya sencillamente históricos.

En la diplomacia encuentran los pueblos débiles las mejores alternativas protectoras. No importa que la diplomacia no sea siempre exitosa, lo fundamental es no apartarse de ella. Ese fue uno de los consejos que dejó para la posteridad Justo Arosemena en una de sus obras. Felizmente con motivo del problema fronterizo no se cayó en la tentación de aproximarnos al militarismo. La lección ya está aprendida: para la defensa del Canal, la neutralización efectiva; y para la seguridad en la frontera, que el vecino ponga orden en su casa. Los ejércitos para una y otra cosa volverían a convertir a Panamá en un inmenso cuartel o en un Ejército con un Estado, como ocurrió durante la dictadura militar.

Un país sin ejércitos por mandato constitucional no puede engendrar soluciones híbridas. Una policía civil con batallones militares en la frontera sería el paso inicial para constituir un nuevo ejército, lo que igualmente ocurriría si la policía civil llega a estar dirigida por un militar de carrera, tal cual lo ha recomendado la alianza PRD-PP. Peor aún es aceptar o, más que aceptar, pedir la presencia del ejército de Estados Unidos en Panamá como lo ha insinuado el candidato presidencial de Cambio Democrático.

Es importante dar cuenta del itinerario de las tesis y antítesis que flotan en los artículos de opinión sobre el caso de Darién, porque se advertiría con facilidad que la hidra del militarismo tiene una cabeza en acecho para cada ocasión, sobre todo cuando las antiguas fuerzas civilistas se entretienen en sus propias divisiones o claudicaciones.

FICHA

Un vencedor en el campo de los ideales de libertad:

Nombre completo: Carlos Iván Zúñiga Guardia
Nacimiento: 1 de enero de 1926 Penonomé, Coclé
Fallecimiento: 14 de noviembre de 2008, ciudad de Panamá
Ocupación: Abogado, periodista, docente y político
Creencias religiosas: Católico
Viuda: Sydia Candanedo de Zúñiga
Resumen de su carrera: En 1947 inició su vida política como un líder estudiantil que rechazó el acuerdo de bases Filós-Hines. Ocupó los cargos de ministro, diputado, presidente del Partido Acción Popular en 1981 y dirigente de la Cruzada Civilista Nacional. Fue reconocido por sus múltiples defensas penales y por su excelente oratoria. De 1991 a 1994 fue rector de la Universidad de Panamá. Ha recibido la Orden Manuel Amador Guerrero, la Justo Arosemena y la Orden del Sol de Perú.
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