Reacciones estimulantes

Actualizado
  • 19/02/2022 00:00
Creado
  • 19/02/2022 00:00
Es obvio que una mala situación económica genera la desestabilización política. Sobre todo, si las fuerzas políticas no toman conciencia de que la anormalidad económica es mundial y que cada gobierno de turno no juega otro papel que el de la víctima de turno. El caso patético del presidente argentino lo viene confirmando. Subió recientemente al poder con el voto entusiasta de su pueblo y aún no ha podido desarrollar su plan económico de gobierno
Reacciones estimulantes

Al observar los problemas de nuestro hemisferio, se podría afirmar qué fantasmas de la de las crisis económicas recorren la América Latina. Los entendidos afirman que todo es producto, tal vez transitorio, del proceso denominado globalización, proceso que tiende por su filosofía íntima, a hacer más ricos a los ricos y más pobres a los pobres.

En la actualidad no existe un solo país latinoamericano exento de grandes tropiezos económicos. Argentina, en la cuerda floja, envía mensajes desde el ojo de la tempestad. El Uruguay, el Paraguay y el inmenso Brasil, oscilan entre el bajo crecimiento económico y el endémico déficit fiscal. Venezuela no toma pulso alguno y se debate entre la pobreza y la demagogia. México lleva sobre su conciencia al Subcomandante Marcos y con él, a diez millones de indígenas que viven en la miseria.

Es obvio que una mala situación económica genera la desestabilización política. Sobre todo, si las fuerzas políticas no toman conciencia de que la anormalidad económica es mundial y que cada gobierno de turno no juega otro papel que el de la víctima de turno. El caso patético del presidente argentino lo viene confirmando. Subió recientemente al poder con el voto entusiasta de su pueblo y aún no ha podido desarrollar su plan económico de gobierno. Con el agravante de que los problemas se acumulan incesantemente.

Si en la actualidad el presidente de Panamá fuera Vallarino o Torrijos, la situación económica fuera igual. Así como igual es la Argentina de los meses finales de Menem y la Argentina actual de De La Rúa; como igual es el México de Zedillo al México de Fox. Son mil factores externos los que provocan las crisis internas de estos pueblos subdesarrollados de América.

Un panorama económico de tal envergadura reclama en cada país de la existencia de una clase política inteligente, generosa, previsora y patriótica; que el alma de esa clase política no esté mordida por los siete pecados capitales.

En estos días escuché una conferencia dictada por el ministro de Hacienda del gobierno de Adolfo Suárez en España. El exministro explicaba que España superó sin mayores escollos la transición del franquismo a la democracia gracias al talento, la renunciación y al espíritu público de su clase política, de su clase de todos los signos ideológicos. A pesar de que Franco dijo que todo lo había dejado “atado y bien atado” para garantizar la supervivencia de su tiranía, las convicciones democráticas, el coraje de la clase política, con el rey Juan Carlos a la cabeza, hicieron posible el milagro de construir una España democrática y próspera. Sí como he apuntado, la crisis económica viene generando cierta convulsión política en toda la América Latina, es igualmente cierto que en ningún país se sugiere que la alternativa sea romper con el orden constitucional.

En los países en que los intereses económicos y la ambición política dieron su golpe de Estado, se observa en ellos la profundización de todas las crisis. Allí está el ejemplo del pésimo de Ecuador y la indiscutible inestabilidad de Paraguay. Es posible que esas experiencias foráneas tengan a la clase política opositora panameña trillando aún en el sendero constitucionalista y democrático. Pero no pienso igual con relación a los cabeceos de ciertos sectores del poder económico y de algunas potencias del cuarto poder. Me fundamento en las persistente, sistemática y creciente campaña montada para desacreditar la gestión del Gobierno y a sus figuras representativas estratégicas. Ayer se acusó a la Policía Nacional, sin presentar pruebas, de ser el ente más corrupto de la República; hoy se acusa al Contralor General de incorporar factores de corrupción en la construcción o habilitamiento de un camino carretero que conduce a una finca de su propiedad. El Contralor, a mi juicio, dio una respuesta favorable a su conducta. Si el diario denunciante no tiene pruebas en contrario a los descargos convincentes de Weeden, debería expresarlo atendiendo la urbanidad periodística y la tradición de un diario fundado en la verdad. Desde luego, es del todo positiva la declaración de Weeden de no comparecer a los tribunales en acción penal contra los periodistas investigadores. El periodista dice su palabra, el afectado presenta su respuesta y no existe mejor fallo, por perdurable y justo, que el fallo del pueblo. De allí que, al margen de este caso, aprovechó para solicitar a todos los demandantes de periodistas que retiren sus demandas para que la libertad de expresión en Panamá no tenga nada que la pueda manchar.

Es obvio que, en una democracia, el papel de la oposición es indispensable para dar claridad y para auxiliar a los gobernantes en sus tareas difíciles. Entiendo que el cruel Tiberio fue quien le exigió al Senado verticalidad política. “O me hacen oposición, o los disuelvo”, dijo a los senadores romanos. Es probable que sólo sea una leyenda, pero ese es el papel de la oposición, ¡hacerla! Hacerla en torno a los graves problemas del país, con sustancia, con luces prospectivas, no fundada en trivialidades y en discos rayados, sino en soluciones positivas como si fueran concebidas sensatamente en un permanente Gabinete a la sombra.

En los últimos días, vamos observando un esfuerzo de la oposición por estar a la altura de su papel. El PRD y la DC, en alianza política definida, más allá del ruedo legislativo, denunciaron la transferencia de intereses (FECI) y censuraron la conducta del ministro Delgado, del controlador Weeden y de la superintendente Cárdenas.

En los tiempos de la dictadura tales observaciones hubieran ido al cesto de las necedades. Pero en la democracia, otro es el papel de los funcionarios sujetos a la crítica pública. Ellos dieron didácticamente su respuesta, fundada en derecho.

El PRD y la DC dieron un traspié que servirá para que cada panameño saque sus propias conclusiones. ¿Apreciación errónea de los hechos? ¿Obsesión opositora? El saldo estimulante de todo lo ocurrido lo encontraremos en la reacción de los funcionarios aludidos, en su respeto a la opinión pública.

En la democracia, la crítica a las actuaciones de los funcionarios públicos debe merecer inmediata respuesta. En fin, la globalización viene provocando la revolución de la miseria. Si no lo entendemos así, y si no imitamos la cordura española, Panamá será escenario de convulsiones políticas gravísimas y volveremos al sistema de los gobiernos breves, como ocurría durante la dictadura militar.

El artículo original fue publicado el 17 de marzo de 2001.
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