La patria ante la mala fe

Actualizado
  • 21/05/2022 00:00
Creado
  • 21/05/2022 00:00
Los panameños somos solidarios con Colombia en su titánica lucha contra los carteles de la droga. Admiramos los valores culturales históricos y científicos de la patria de Santander. Lloramos cuando asesinan a sus líderes y formulamos siempre nuestros mejores votos por el futuro de Colombia. No respondemos ante los agravios de modo infantil. Es que somos seres maduros, positivos, y sabemos que las patrias no son sus gobernantes
La patria ante la mala fe

Nuestro país desde hace muchos años se encuentra sometido a severas críticas. Se le viene juzgando por la conducta de sus antiguos gobernantes y no se hace la mínima diferenciación entre estos y la patria. Como en los tiempos de Franco era lo mismo para los estultos España y Franco.

En las últimas semanas ha arreciado el comentario mordaz contra Panamá. En el diario El Espectador, de Colombia, en su editorial del 18 de diciembre último, al comentar la designación de Noriega como jefe de Estado se dice con refinado y gratuito irrespeto: “Ahora el general Noriega ostentará el título, a más del poder, ante un pueblo que todavía no tiene conciencia de su nacionalidad...”

Y agrega: “La que pasa por oposición carece de raigambre popular ni es inspirada por la pasión de crear un país independiente”.

En fecha más reciente, el embajador de México ante Estados Unidos se indignaba porque en un programa de televisión se comparaba a México con Panamá como país de igual catadura en el negocio de las drogas. Rechazaba con visible disgusto el símil: ¿Cómo se compara a Panamá con México?, decía indignado.

La patria ante la mala fe

La historia de nuestra patria registra igual consideración en otros episodios.

Si unos zapadores franceses quisieron hacer un Canal y la iniciativa derivó en delito, el nombre Panamá fue en el mundo sinónimo de estafa. No se decía una estafa en tal negocio, sino un “Panamá”.

Aguilera Malta, novelista ecuatoriano, nos calificó de “cabaret con calles”. La United Fruit Company da el nombre Panamá a una de las plagas del banano. Y como para olvidar las penas una bebida que embriaga lleva también el nombre Panamá. Históricamente se nos ha estrujado, señalado, irrespetado. Es una conspiración contra nuestro buen nombre que no cesa.

El panameño, empero, pone la otra mejilla. Somos solidarios con Colombia en su titánica lucha contra los carteles de la droga. Admiramos los valores culturales históricos y científicos de la patria de Santander. Lloramos cuando asesinan a sus líderes y formulamos siempre nuestros mejores votos por el futuro de Colombia.

De México, otro tanto, apasionado de su historia, el intelectual panameño profundiza en el conocimiento del valor de un pueblo, de su consagración a la libertad, del hermoso culto a sus muertos ilustres para que nunca mueran en el recuerdo de su pueblo. No respondemos ante los agravios de modo infantil haciendo presente nuestra colección de irrespetos. Es que somos seres maduros, positivos, y sabemos que las patrias no son sus gobernantes. Que, así como Franco no era España; ni Rojas Pinilla y tantos otros sátrapas no eran Colombia ni Porfirio Diaz era México ni el fraude ni la droga simbolizan la raza y el espíritu de México y Colombia. Así exigimos, de igual modo, que se entienda que Noriega no es Panamá. Se debe reconocer que también tenemos extraordinarias virtudes. Una de ellas es nuestra apasionante, obsesiva y perpetua vocación de libertad. Esa misión que a todo nos viene desde la cuna de la patria y desde nuestra propia cuna, es lo que nos debe hoy congregar como panameños. Es absolutamente irresponsable que todo el país no esté consagrado a la reconstrucción nacional, al logro del funcionamiento de los órganos del Estado y a la pacificación de todos los ánimos, consagraciones estas que coadyuvan en la exigencia del cese de la intervención y el recobro de la soberanía perdida.

Reitero, en vez de prolongar la repugnante lucha por los espacios políticos, lo que tiene paralizada la acción del gobierno, debemos unificar espíritus para sacar también al país del foso en que lo han hundido las mafias con asiento en Colombia y con ramificaciones en el nuestro.

Unirnos para salvar a la República. Para exaltar una vez más los preciosos valores de nuestra identidad nacional, como si estuviéramos en la aurora del 3 de noviembre de 1903.

Es nuestro supremo deber en estos momentos aciagos que no buscó su pueblo. Sería nuestra respuesta a quienes por ignorancia o sencilla mala fe estiman que Panamá no tiene conciencia de su nacionalidad.

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