• 13/08/2022 10:56

Olmedo y la épica victoria de Junín

La batalla de Junín, victoria militar patriota del 6 de agosto de 1824, sedujo inmediatamente la imaginación de poetas y escritores

“Esa batalla que torció el destino de América: Junín, resplandeciente como un sueño.” (Borges, La Moneda de Hierro, 1976). 

La batalla de Junín, victoria militar patriota del 6 de agosto de 1824, sedujo inmediatamente la imaginación de poetas y escritores que, como contemporáneos de la gesta independentista sudamericana, contribuyeron con sus creaciones al proceso estético que coadyuvó a pensar la nación, convirtiéndolos así también en protagonistas de los sucesos políticos requeridos para construirla.

Uno de ellos fue José Joaquín de Olmedo que exaltó el triunfo en Junín con la oda “Canto a Bolívar” originalmente editada en Guayaquil en 1825, fue luego impresa en Inglaterra -donde Olmedo ejercía como diplomático del país de los incas-, Francia y diversas naciones latinoamericanas, incluido el Perú. El escritor Iwasaki (2012) señala que aun cuando la oda fue citada en varias antologías, no fue publicada en España sino casi un siglo después; una penosa omisión del poema épico más importante del s. XIX en lengua castellana.

Olmedo, guayaquileño, era abogado egresado de la inveterada Universidad Mayor de San Marcos de la ciudad de Lima, la sólida formación humanista adquirida en la entonces capital del virreinato peruano le permitió utilizar los giros poéticos adecuados para presentar, aludiendo a la herencia espiritual ancestral representada en la figura del Inca Huayna-Cápac, la metamorfosis del Libertador Bolívar de héroe militar a fundador de naciones (Sinadert-Seewlad, 2012).

Afirma el investigador ecuatoriano Vallejo (2012) “[…] en nuestra América, durante los procesos independentistas, el poeta civil experimenta por lo general un tránsito político que va desde su vocación monárquica, pasa por los anhelos de poder de los criollos que se sentían los legítimos representantes de dicha monarquía, y —una vez agotada la experiencia constitucionalista de las Cortes de Cádiz y la vuelta al régimen absolutista de Fernando VII— desemboca en una lucha por la independencia de su lugar de origen que es asumido como la Patria”. Y este pareciera que fue el devenir creativo de Olmedo que estuvo permanentemente comprometido con las causas de la libertad, la moral y el progreso.

El historiador Serrano (1925) describe escuetamente la batalla en su “Historia de España”: “[…] el ejército de los patriotas, de soldados grancolombianos, peruanos, chilenos y argentinos, transmontó los Andes peruanos, llegó a Pasco, y el 6 de agosto de 1824 se vio ante las tropas españolas de Canterac en la Pampa de Junín. Cargaron unos y otros, no se disparó un solo tiro, y en menos de una hora terminó aquel combate de arma blanca, choque sordo de sables de la caballería patriota mandada por el general argentino Necochea, que se cubrió de heridas y laureles, contra la caballería española que cargó maestra y terriblemente dirigida por Canterac en persona. Se dispersaron prematuramente los jinetes españoles en una persecución de sus contrarios. Cargaron dos escuadrones peruanos que habían quedado intactos, juntándose rehechos los de la primera carga y quedaron dueños del campo”.

El triunfo de Junín significó la proximidad de la derrota definitiva de las fuerzas de la Corona; además del entusiasmo de los poetas, los legisladores republicanos se hicieron eco de la algarabía general brindando premios a todos los combatientes pero por razones que tuvieron que ver con la situación financiera del inicio de la república peruana, estos reconocimientos simbolizados en medallas esmaltadas en forma de cinco rayos no se otorgaron de inmediato “[…] quedando un vacío que finalmente llenó el Congreso de la República con la dación de un decreto el 29 de marzo de 1828, ratificado por el presidente José de la Mar el 2 de abril del mismo año” (Dargent, 2000).

Por su parte, el Congreso de Colombia dispuso se otorgasen emblemas de tela y bordasen escudos para honrar a los soldados de su país que habían participado en la campaña. El decreto del 11 de febrero de 1825 especifica que los veteranos colombianos de la campaña en el Perú serían condecorados con un escudo bordado sobre fondo rojo, de oro para los oficiales y de seda amarilla desde sargento abajo con la inscripción “Junín y Ayacucho” (Dargent, 2000). Circularon, además, en Lima, para uso del público, enigmáticas medallitas conmemorativas en Plata de Ley cuya creación no respondía a ningún dispositivo legal sino a la euforia popular; fue la iniciativa comercial privada de entusiastas orfebres patriotas cuyos nombres la Historia no ha conservado. Estas piezas mostraban el escudo nacional en el anverso y las palabras “Junín y Ayacucho” entre laureles en el reverso además de la letra “G”. Los especialistas descifraron el enigma décadas después encontrando que la “G” respondía a la seca de la ciudad del Cuzco como seña del lugar donde fueron fundidas las medallitas.

Dentro de breve tiempo se conmemorará el bicentenario del poema épico “Canto a Bolívar” (citado también como “La victoria de Junín”), oportunidad para rememorar al autor, poeta, jurista y prócer guayaquileño que vivió intensamente las transformaciones, cambios, avances, limitaciones y contradicciones de las nacientes repúblicas sudamericanas ¡Salud a la musa audaz de un Píndaro divino nacido en la hoy, Perla del Pacífico!

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