Carlos Clement: Pérez Balladares me dijo: 'diseña dos celdas de lujo, una para mí y otra para ti'

Actualizado
  • 29/09/2022 00:00
Creado
  • 29/09/2022 00:00
Las memorias de un arquitecto que fue consultado por varios jefes de Estado por sus singulares diseños
El último diseño del arquitecto es una nueva cárcel, que trazó con una plumilla. Un proyecto que ha empastado y espera poder presentar en algún momento al gobierno.

Basta entrar en el complejo Heritage, Parque Lefevre, para apreciar el talento arquitectónico que en medio siglo caracterizó a Carlos Clement. Este es un espacio de ocho residencias distintas que él mismo diseñó con elementos como agua, vegetación y piedras, y que combinó con el cemento de la modernidad, para que sus parientes lo habitaran.

En una amplia terraza que exhibe algo semejante a un riachuelo, con una alfombra verde natural que se extiende por un magnífico jardín, el arquitecto comparte sus vivencias.

En este acogedor espacio quedó al descubierto un hombre humilde, amante de los amigos, que aun cuando le pesan los años, seguirá diseñando hasta por pasatiempo.

Aunque ha sido una carrera llena de premios, que trascendió al plano internacional, el arquitecto quiere que lo recuerden como el buen tipo que es, al que no “le gusta meterse con nadie”.

A lo largo de su vida profesional fue consultado por diferentes presidentes. Ernesto Pérez Balladares, en una ocasión, le propuso diseñar una nueva cárcel para el país.

Clement le advirtió que el costo que ofrecía la empresa que anteriormente lo había contratado era de $15 mil por cada reo. Pérez Balladares respondió irónicamente: “Vas a tener que construir dos celdas de lujo adicionales, una para ti y otra para mí”.

El “arquitecto que diseñó la ciudad de Panamá”, como ha sido apodado por sus emblemáticas obras, como el edificio Hatillo y la torre del Banco General, y decenas de espectaculares residencias y edificios de apartamentos, cerró la conversación con un obsequio: “Los amigos estaban allí”, un libro que recoge su obra arquitectónica, en la que agradece el apoyo recibido durante su carrera, y que escribió para memoria de los nietos.

Un libro en el que con fina caligrafía resalta nuevamente su humildad: “reciba como testimonio del gran cariño que le tengo y para agradecer haberme escogido como padrino de esta bella sección: “El Panamá que queremos”, cuando la agradecida era otra por haber recibido memorables momentos de un arquitecto de 80 años.

¿Qué ha significado una década de retiro, lejos de lo que le gusta hacer?

He viajado bastante. He conocido lugares muy lindos, por cierto. Ahora hago sudokus para entretenerme. También me voy a la casa de la playa.

Y, ¿si lo llaman para diseñar?

La vez pasada me encontré con un alumno mío, me dijo profesor quiero que trabaje conmigo en unos proyectos. Le dije: ¡llámame! porque estoy desesperado sin hacer nada.

¿Cuál fue su primera obra?

Me gradué de la Universidad de Panamá con 21 años. El primer trabajo que me dieron fue el edificio Hatillo. Hice un libro para dejar una memoria a mis nietos, que es un repaso de todas mis obras y los premios que he ganado.

¿Cuántos ha ganado?

40 premios por las mejores obras de arquitectura en Panamá.

¿40 en cinco décadas de carrera?

Sí. A veces ganaba tres en un año.

¿Y su obra más emblemática?

Ha sido el edificio que diseñé para la Internacional de Seguros y el Banco de Colombia en ese entonces. Un jurado la consagró como la obra del año.

¿Y lo que más le gusta diseñar?

Son casas. Yo hice esta urbanización (Heritage). Los terrenos los compré a la familia Eleta porque aquí quedaban las antenas de RPC Radio. Son solo ocho casas, cada una con un diseño distinto.

¿Por qué cree que le han denominado el 'arquitecto que diseñó la ciudad'?

Curiosamente asistí a una fiesta, me encontré con un arquitecto colombiano que me dijo que me quería conocer, porque preguntaba quién construía los planos de las obras que remodela. Le habían dicho Carlos Clement. Yo hice la casa matriz del Banco General, en la avenida Aquilino de la Guardia, cerca de la Ave. Balboa. Ese es otro edificio que ganó el premio de la década 1990 a 2000. También hice el centro comercial Los Pueblos (Juan Díaz). En Chiriquí, una urbanización en unos terrenos de mi padre. Allí Mello Alemán hizo un grandísimo mall.

¿Qué legado dejaría a la futura generación de arquitectos?

Que sigan diseñando. Yo veo edificios con muchos errores. Pero no me gusta meterme a criticar. Y si lo hago es de buena fe y no por envidia. Ahora hay un grupo de arquitectos jóvenes, muy buenos, que están diseñando. El que más me gusta es Arango, que trabajó conmigo.

Su obra trascendió a nivel internacional...

Sí. Hice cárceles en Honduras. A mí se me ocurrió hacer las cárceles en unos contenedores. También trabajé en cárceles en Buenos Aires.

¿No son muy calurosos los contenedores?

No. Yo los abrí de un lado.

¿Ha propuesto hacer cárceles en su país?

En la administración de Ernesto Pérez Balladares me dijo por qué no diseñaba para su gobierno una nueva cárcel. Al hablarle del costo que ofrecía Bougey's (que lo contrató en Buenos Aires, Argentina), de $15 mil por reo, me dijo que diseñara dos celdas de lujo adicionales, una para él y otra para mí. (sonríe con sutileza)

No fue hasta 2010 que Ricardo Martinelli me manifestó que su ministro de Gobierno (José Raúl Mulino) tenía interés de conversar conmigo para que emprendiera el diseño de la Nueva Joya. Los planos fueron completados y pagados en su totalidad. Pero finalmente una constructora colombiana terminó y concluyó el proyecto.

En esta administración le he pedido una cita a la ministra de Gobierno, pero no me atendió.

¿Cómo entró a diseñar cárceles después de diseñar, edificios, residencias, apartamentos y 'malls'?

Me llamó monseñor (Rómulo) Emiliani, que quería que visitara la cárcel todos los sábados para rezar. Le contesté que no sabía rezar. ¡Es la verdad! Al no poder ayudar con los rezos se me ocurrió una idea, que le gustó mucho. En El Renacer creé una escuela de idiomas porque había norteamericanos franceses, panameños, colombianos e italianos. Les compré unos diccionarios. Y les pregunté quiénes querían aprender inglés. Llamé a un gringo y lo convertí en profesor de inglés. Y, si querían aprender francés, buscaba uno que conociera el idioma. Así los fui llevando. Los sábados cuando regresaba, revisaba que estuvieran aprendiendo. Estaban felices porque tenían en qué entretenerse.

¿Dejó el proyecto?

Un día me llamaron aparte y me dijeron que tenían un tumbe. Yo no sabía qué era eso de tumbe. ¿Puedes imaginar mi ignorancia? Uno de ellos me comentó que tenía medio millón de dólares de un tumbe y quería compartirlo con su familia. Me pidió que le diera $250 mil a la mujer. Otros $250 mil para mí. Le dije que no me hablara de eso, que no servía para esa vaina, que lo que iba a pasar es que sabrían que la plata del tumbe la tenía yo y me matarían. Llamé a (Rómulo) Emiliani y le dije que no iba a seguir en esto.

¿Cómo le gustaría que lo recordara la sociedad panameña cuando no esté?

Como un buen tipo, que nunca me metí con nadie.

¿En qué se inspira para diseñar?

Yo empiezo a rayar y van saliendo las ideas.

¿Qué es lo mejor para usted?

Tener un buen amigo. Yo perdí a mis hermanos muy jóvenes. Yo tenía un hermano mayor que murió a los 39 años y el otro murió a los 50. Los amigos míos eran los que me recomendaban para los trabajos.

¿Por qué decidió ser arquitecto?

Estaba medio confundido. No sabía si estudiar ingeniería civil o arquitectura. Mis mejores notas eran de cálculo estructural. Un profesor me dijo que estudiara ingeniería civil, que arquitectura era de niñas. Arquitectura me gustó más.

Si tuviera la oportunidad de escoger nuevamente qué estudiar, ¿qué elegiría?

Me voy por arquitectura. Estoy satisfecho de haberla escogido.

¿Algo que no le haya preguntado y le gustaría compartir?

Yo tuve un socio muy bueno, que era el arquitecto Carlos Medina Candanedo. Él diseñaba muy bien. Yo siempre le preguntaba cómo veía mis diseños, me contestaba que muy bien. Él fue un magnífico arquitecto y amigo. Otra cosa, no se te olvide que soy miembro del Club de Leones de Panamá.

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