Los conciertos políticos

Actualizado
  • 15/10/2022 00:00
Creado
  • 15/10/2022 00:00
Para los abogados el vocablo concierto no solo tiene una connotación musical. En el siglo XIX, y antes, el concierto era todo convenio o acuerdo. Aún en la década de 1960 se usaba como un pacto entre dos o más personas.
Los conciertos políticos

Las palabras van definiendo los hechos y omiten algunas veces el rigor de ciertas reglas. Lo que tradicionalmente tiene un nombre y un significado, el ingenio, que es creativo, describe con las mismas palabras otros actos o figuras.

Recuerdo al expresidente Sanguinetti iniciar su discurso tras otro del expresidente Betancourt con las siguientes palabras: “después del solo de violín que hemos escuchado, no quedan ideas para mi concierto”. No era una simple metáfora lo que había escuchado. Entendí que un discurso bien estructurado es un solo del talento. Y cuando Sanguinetti dijo que quedaba sin ideas para su concierto, capté toda la evolución del vocablo. Siempre había pensado que el concierto era la presentación de magos de un instrumento musical o la ejecución de una orquesta prestigiosa. Las actuaciones de los panameños Alfredo de Saint Malo o Narciso Garay Díaz en los mejores escenarios artísticos del mundo se identificaban con la palabra concierto.

Para los abogados el vocablo concierto no solo tiene una connotación musical. En el siglo XIX, y antes, el concierto era todo convenio o acuerdo. Aún en la década de 1960 se usaba como un pacto entre dos o más personas.

En mis correrías electorales como candidato a diputado por la provincia de Chiriquí, 1964, me tropecé en Tolé con un viejo amable y locuaz, de apellido Alvarado o Contreras, que cuidaba una pequeña fuente llena de aguas milagrosas perteneciente a Rafael Murgas. Luego de los saludos y de presentarme como buen amigo de Rafael, lo abordé sobre el propósito de mi viaje y sin muchos pormenores le solicité su respaldo electoral. Su respuesta tuvo un sabor de historia feudal: “Vea”, me dijo, “no le puedo dar mi palabra porque yo tengo un concierto político con don Juan Castrellón y tendría que hablar primero con él”. Mis gestiones fueron totalmente infructuosas, pero el viejo “concertado” me regaló a renglón seguido su mejor concierto, el relativo a las bondades reconstituyentes de las aguas milagrosas.

En las últimas décadas ya el concierto dejó de ser únicamente de música clásica. Ahora los conciertos son también de música popular. Lo que antes denominaban “un toque”, y tal vez una retreta o una representación o una presentación, ahora es un concierto. Antes nadie hablaba de los conciertos de Carlos Gardel o los del popular Cascarita. Se justifica claramente que hoy se denomine concierto por la armonía, montajes, modernidad, equipos, efectos, decorados, luces etc., puestos en escena y sobre todo por la real erudición musical y espectacularidad de sus intérpretes.

Sin embargo, lo que deseo destacar es que priman en mis recuerdos las palabras del uruguayo Sanguinetti referentes al “solo de violín” y al concierto de las ideas. Aquello se me ha actualizado, luego de leer algunos cables que hablan con muchos elogios del último concierto musical de Rubén Blades, porque lo que se dice tiene una insólita coincidencia con el concierto político del viejo cuidador de las aguas milagrosas con don Juan Castrellón.

Rubén Blades, una vez terminó su extraordinario concierto musical celebrado en Nueva York, habló del concierto político que tiene celebrado con Martín Torrijos. Si bien es cierto que el concierto político anunciado no estuvo precedido de un discurso tipo Betancourt, si dejó en claro, empero, que su concierto político sería matizado con reiterados conciertos musicales en las plazas de la República. Sin duda, los adversarios del concierto PRD (¿PP?) - RB tendrán el especial cuidado de llevar a esas mismas plazas a otros concertistas de música popular, de fama continental, lo que convertiría el próximo concierto político de 2004 en un pacífico, movido y bailable concierto musical. Los principales actores de las concentraciones políticas no serían los candidatos, sino los cantantes.

El punto que me inquieta es no dar largo espacio en este artículo a los “solos de violín” civilistas celebrados durante la dictadura, que son los que realmente motivan estos apuntes. Deseo recordar los “solos” que estremecieron y alentaron con gran coraje las luchas de nuestro pueblo para vencer a los golpistas. Los “solos de violín” de Guillermo Sánchez Borbón eran, en su hora, temerarias marsellesas espirituales, insufladores de aliento en los pechos cívicos de los demócratas, y cuando Sánchez Borbón entraba en el análisis de los arribistas y de los totalitarios, nada era tan parecido a un protocolo de autopsia.

Tal era de fina la disección anatómica y espiritual expuesta en la necropsia. Sus diagnósticos constituyeron severos epitafios de una era tenebrosa. Esos “solos de violín” no deben morir en el olvido. Eran los conciertos de una época en que el decoro nacional se jugó su identidad para que el canto libre y fraterno reemplazara por siempre el grito de terror de las víctimas y el llanto o lamento de sus deudos.

No debemos olvidar aquel 20 de septiembre de 1976. En esa fecha se dio el primer concierto universitario contra la dictadura. La partitura que los llevó a la calle se refería a la pobreza y a la falta de libertades. Los militares no esperaban tan temprano concierto, lo que causó desconcierto, y por carecer de tolerancia la “dictadura con cariño” de Torrijos dio una retreta de azotes a los noveles concertistas. Trescientos universitarios fueron arrestados. El jefe del operativo inhumano era el capitán Ayala. Allí, por órdenes del jefe del cuartel, un oficial de apellido Estribí se estrenó un juego estúpidamente ideado. Los concertistas debían permanecer de pie toda la noche y el que doblaba las rodillas, por cansancio, debilidad o sueño, recibía azotes para “el buen recobro de las fuerzas”. Uno de mis hijos se encontraba presente en ese concierto universitario y padeció tanto los golpes como el diabólico juego torturante. Fue el último en poner en libertad el G-2 Madriñán. Esos conciertos amargos no se pueden olvidar.

No obstante, es necesario que el rencor muera como hoja seca disipada por el tiempo, y debe morir porque el rencor produce patologías que degeneran en la obsesión de la venganza. Pero no se debe deshonrar el penacho de la propia estima que lleva por nombre dignidad. Ni ignorar los únicos conciertos que durante la dictadura dignificaban a una generación. No pueden caer en el olvido los “solos de violín de los abogados independientes, de la Cruzada Civilista, de los hoy por hoy, de las emisoras destruidas, de los desterrados, de los médicos y educadores demócratas, de los sermones del padre Villanueva ni las lecciones póstumas, a sus 88 años, dados por el Dr. Arnulfo Arias el Viernes Negro en la vía España, y de por tantos y tantas que nunca abandonaron sus conciertos rebeldes.

En verdad, el “solo de violín” de los “sediciosos” –como testimonio o como indagatoria– y el concierto civilista que simbolizó la lucha de una época, constituyen palabras y sinfonías que vestirán por los siglos de los siglos la historia vivida de la patria, digna de ser contada y cantada en los conciertos políticos y en los conciertos musicales que saturarán próximamente, con entera libertad, el oído de la nación. Estos pentagramas no se olvidarán porque permanecen en la conciencia nacional sobre atriles inmortales.

Los conciertos políticos
FICHA
Un vencedor en el campo de los ideales de libertad:
Nombre completo: Carlos Iván Zúñiga Guardia
Nacimiento: 1 de enero de 1926 Penonomé, Coclé
Fallecimiento: 14 de noviembre de 2008, ciudad de Panamá
Ocupación: Abogado, periodista, docente y político
Creencias religiosas: Católico
Viuda: Sydia Candanedo de Zúñiga
Resumen de su carrera: En 1947 inició su vida política como un líder estudiantil que rechazó el acuerdo de bases Filós-Hines. Ocupó los cargos de ministro, diputado, presidente del Partido Acción Popular en 1981 y dirigente de la Cruzada Civilista Nacional. Fue reconocido por sus múltiples defensas penales y por su excelente oratoria. De 1991 a 1994 fue rector de la Universidad de Panamá. Ha recibido la Orden Manuel Amador Guerrero, la Justo Arosemena y la Orden del Sol de Perú.

Publicado originalmente el 30 de noviembre de 2002.

Lo Nuevo
comments powered by Disqus