• 16/09/2009 02:00

El sufrimiento de una hermosa costilla

“El mancebo miró a la dama y le pidió agua para las manos. Ella, rápidamente lo hizo y luego él le aclaró ¡Ah! ¡Cuántas gracias doy a Di...

“El mancebo miró a la dama y le pidió agua para las manos. Ella, rápidamente lo hizo y luego él le aclaró ¡Ah! ¡Cuántas gracias doy a Dios, porque habéis hecho lo que os mandé! Pues, de lo contrario, y con el disgusto que estos estúpidos me han dado, habría hecho con vos lo mismo que con ellos?”.

“Ellos” eran el perro, el gato y el caballo a quienes él había acuchillado, porque no le habían obedecido en darle agua para lavar las manos y que ante su silencio, sucumbieron al enfado de este chico, que posteriormente hizo la misma solicitud a la joven que había desposado y que tenía fama de mal carácter en el pueblo.

La historia de la pareja es uno de los cuentos de “ El conde Lucanor ”, de Don Juan Manuel, con unas cincuenta narraciones en el primero de sus cinco libros, llenas de consejos morales, escritas en el siglo XIV e influidas por acontecimientos o anécdotas árabes e indios y que se considera una de las mejores obras de la literatura española del medioevo.

Pero esta historia en su versión macabra no está tan lejana ni en el tiempo ni en el espacio. Los diarios locales expusieron cómo hace unos días, Plácido y Zulibeth en Quebrada López, Nueva Providencia, Colón, vivieron una realidad cercana a la del conde Lucanor, pero con la variante que el personaje real, sacó a la infortunada a la fuerza de la casa, la llevó a la quebrada y la destazó, igual que al perro que la defendía.

Hace pocas semanas, otro hombre persiguió en iguales circunstancias a su concubina, quien se defendía de la agresividad marital; la alcanzó con una pedrada y luego le dio muerte por el encono causado quizás por alguna circunstancia trivial, principal motivo de las desavenencias que están detrás de la muerte de unas 53 mujeres, según registra el Observatorio de la Defensoría del Pueblo en los primeros ocho meses del 2009.

La violencia intrafamiliar es uno de los principales platillos servidos en estas relaciones de hombres y mujeres y donde a ellas les queda el peor sabor, porque lo llevan marcado en el cuerpo y en el alma, ante el silencio propio, el de otros miembros del círculo más cercano, el vecinal y en muchos casos hasta de las autoridades que deben desarrollar una gestión para proteger a la parte más afectada.

En ocasiones, la burocracia o el indolente e ineficaz procesamiento de datos, quejas, reclamaciones perjudican a las más vulnerables de estas atormentadas relaciones. La cultura que ha creado los papeles de hombre y mujer en la sociedad, también ejerce desde los estereotipos los condicionamientos para que el hombre se sienta por encima de quien es su igual socialmente.

Una dama asistió a diario a la Ciudad Judicial en San Miguelito en búsqueda de apoyo por una situación de acoso de un esposo maltratador. Allí dieron vueltas con el trámite hasta que ella se esfumó. Alguien avisó un día que había sido localizada y descansaba al fin, pero en la morgue.

¿Cuántas veces hemos visto esta película de terror intrafamiliar? Esas cifras que presenta el Observatorio no exponen cuántos relatos y testimonios de hostigamiento, sufrimiento y amenazas; algunos, en el contexto de la pobreza no solo económica sino cultural y moral. Otros, sazonados con factores más complejos, pero todos caracterizados por un sentimiento de inequidad, construida históricamente.

Un conjunto de factores hacen más crudos los casos. Hay una línea cultural que promedia este mal en el país, así como consideraciones psicológicas que vienen como adherencias y es el sentido de dependencia física, material y social que llevan consigo las mujeres.

Decía Simone de Beauvoir al respecto que “ muchas de las características que presentan las mujeres no les vienen dadas de su genética, sino de cómo han sido educadas y socializadas ”. Por eso hay ese condicionante de falta de conciencia que tienen que enfrentar quienes promueven el “ feminismo ” cuando trabajan para que “ ellas ” vean, analicen e interpreten su propia condición.

Carmen Naranjo, la escritora costarricense, me decía una vez que la principal enemiga de las mujeres en este tema de la conciencia, eran ellas mismas y que cuando tenían que tomar decisiones en relación a sus derechos, actuaban en función de lo que marcaba la tradición y el papel que históricamente habían desempeñado.

Hace exactamente 60 años que Beauvoir, la escritora, filósofa y humanista considerada por muchas feministas como su profesora, escribió “ El segundo sexo “, considerada una de las primeras obras que analiza el estado de las mujeres en diversas dimensiones y aquí resalta la idea de que “ la mujer ha sido definida a lo largo de la historia siempre respecto a algo: como madre, esposa, hija, hermana ?”.

Considera la autora francesa que uno de los principales retos, entonces, es “ reconquistar su propia identidad específica y desde sus propios criterios ”. Hay una idea de “ internalización de la propia incapacidad ” que define o da a la mujer ese papel detrás del hombre y no a su lado, por ilustrar el profundo esquema sociocultural que define la relación de pareja.

Hace algún tiempo se consolidó en Panamá un proyecto sobre instancias de comunicación en las instituciones y centros que atienden a la mujer víctima de la violencia. El diagnóstico sobre el que se partía era la ausencia de coordinación e información. La preguntas básicas eran: “ ¿a dónde ir en caso de agresión o amenaza y cómo actuar? ”.

Estas incertidumbres descansan en un gran escenario en el país, que por desgracia aún no adquiere suficiente madurez o peso en los problemas sociales por resolver, a pesar del surgimiento de juzgados e instancias procesales.

Cada muerte de una mujer, pone en evidencia la necesidad de ajustar y perfeccionar estas herramientas; los indicadores fatales no pueden seguir en aumento. Esa costilla es importante para la estabilidad de la familia y, por ende, de la sociedad panameña.

*Periodista, escritor y docente universitario.modestun@yahoo.es

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