• 27/11/2009 01:00

Receta: cómo lograr que los pobres sigan siendo pobres

La campaña de promoción de control de precios conocida como “salario mínimo” ha sido muy efectiva como campaña ideológica, más no como m...

La campaña de promoción de control de precios conocida como “salario mínimo” ha sido muy efectiva como campaña ideológica, más no como medio para mejorar la situación de los pobres. Un mejor nombre para el salario mínimo (SM) es el de “salario de sobrevivencia”, porque el mismo pretende que al asalariado se le pague no en concepto del trabajo que realiza, sino en virtud de sus necesidades de vida; es decir, que se le pague lo mínimo que requiere una familia para vivir. Pero la pregunta que pocos nos hacemos es si esta política cumple su cometido.

Lo primero que logra el SM es un aumento del costo de vida, junto con otros efectos negativos, lo que ha sido muy bien documentado, pero rechazado, porque va contracorriente. Entre los primeros grupos afectados por un SM están los trabajadores con menos preparación y capacidad; mientras que los más beneficiados son los agrupados en sindicatos y grupos de presión política.

Pocos conocen cómo se inició la política de un SM; nació en los EE.UU con el Davis—Bacon Act en el distrito de Long Island y su propósito fue defender a los trabajadores locales en contra de otros de ofrecían trabajar por menos. Más que nada fue una movida de tipo racista en contra de afroamericanos que necesitaban trabajar y estaban dispuestos a hacerlo por menos; pero los blancos de Long Island buscaron el amparo político para bloquear las aspiraciones de ese grupo étnico.

El SM no es una solución económica, sino una quimera. Esta tendencia arguye que al dictar un mayor salario para cierto grupo, habrá más dinero en circulación y esto beneficiará al comercio. Sin embargo, en los EE.UU en su momento las leyes de SM fueron revocadas en base a estudios que señalaron que estas políticas eran inefectivas, discriminatorias y que impactaban a quienes pagan impuestos.

En la construcción el trabajo laboral es inversamente opuesto al precio; es decir, se contratan más personas cuando el precio es menor. Por otra parte, la oferta laboral varía de acuerdo a los precios; mientras mejor se gana, más personas quieren trabajar en la construcción. En un mercado no intervenido los salarios buscarán un nivel acorde con la oferta y se logra un punto de equilibrio. Pero cuando se obligan aumentos artificiales en salarios mínimos al punto en el cual la cantidad de trabajo ofertada excede la cantidad de demanda, entonces vemos un aumento en el desempleo.

La afectación negativa producto de la intervención central en la economía es inmensa y difícil de ubicar y cuantificar. El problema es que el mercado es demasiado complejo como para que algunos iluminados en centros de mando puedan decidir en todo momento qué es lo que conviene en todo el comercio y la industria.

*Empresario.jbennett@cwpanama.net

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