• 12/02/2016 01:01

Itzel, la irrepetible

‘Honraremos tu memoria y tu quehacer, querida amiga. Compromiso, como solías decirme'

Conocí a Itzel Velásquez desde pequeña, en el seno de un hogar sólido. Ya había nacido así, hermosa, comunicativa, inteligente y locuaz. Dejé de verla por un tiempo cuando se fue a estudiar a Chile y la reencontré a su regreso junto a los exilados chilenos que tuvieron que salir de su patria después de la muerte de Allende. Yo trabajaba en el IPHE, lugar en donde se les dio acogida. Recuerdo en ese entonces su abundante cabellera, su cuerpo esbelto y su capacidad organizativa y su solidaridad para los compañeros del exilio.

De lejos seguí sus actividades siempre relacionadas con la cultura y en búsqueda permanente de superación. Más tarde, por razones de relevo, yo salía de Canal Once y su nombre fue sugerido como directora, en mi reemplazo, lo que me llenó de satisfacción y alegría, porque era la persona adecuada, para el proyecto. En ese momento debía ir a Japón a fortalecer la cooperación con los japoneses. Itzel me acompañó. Allí profundizamos nuestra amistad.

Ella asumió, con esa inteligencia y percepción que siempre la acompañó, la profundad del proyecto. Durante sus más de diez años en la dirección, le dio crecimiento, nuevas ideas y no permitió que el mismo se desmoronara o se convirtiera en otra cosa, como era el interés de quienes veían a la televisión solo como un producto sujeto a los vaivenes del mercantilismo. Su sólida formación y la cultura heredada de sus padres, quienes han sido personas significativas dentro del desarrollo cultural del país tanto en la esfera educativa, Gloria, y en la periodística, Mario Velásquez, le dieron esa fortaleza.

Continuamos nuestra amistad, cercana a veces, lejana otras, de acuerdo con nuestras actividades y circunstancias. Conversábamos cotidianamente sobre literatura, política, periodismo, cultura, economía, etc. Su búsqueda del conocimiento era inmensa. Su pensamiento crítico y capacidad de análisis, asombraba. Su verbo, directo y fuerte y no hacia concesiones cursis ni repuestas banales ante los acontecimientos. Aunque entre nosotras había una década de diferencias, nuestra comunicación siempre fue fluida y cercana. Itzel enseñó a distinguir entre la maraña de acontecimientos, la certeza, a no obnubilarse por las emociones, a centrarse en la verdadera fuente. Así lo hizo presente en sus columnas, en su primer libro, en el segundo y en el que había empezado a escribir recientemente.

¿Cuándo empezó a escribir su tercer libro? Ante la enfermedad, la tendencia común es el aislamiento, la depresión y la autocompasión, pero para Itzel no. Su autoestima no se lo permitía. Empezó ese libro durante una enfermedad que cada vez le restaba fuerzas. Escribía sus acertadas columnas en circunstancias difíciles. No perdió su intelecto ni su sentido del deber ante los fenómenos que afectaban a nuestro país y a la humanidad. Siempre conservó su carácter. Yo no había leído los periódicos cuando Itzel me llamaba para resumirme los acontecimientos de Siria, el problema de los inmigrantes y las situaciones que acechaban a este descontrolado mundo. Siempre estuvo integrada, con sus amigos, con la vida y con su cálida familia.

Irrepetible Itzel. Desde la palabra escrita hasta su voz clara y nítida que no hacía concesiones. Irrepetible en su belleza física y espiritual. Irrepetible como periodista, cronista, entrevistadora, columnista, novelista, (Las mujeres que amaron a Tino Hunter), intérprete de realidades (El fin de la tregua), irrepetible como amiga, como hermana, como hija, como madre.

Muy consciente de su prematuro viaje, nunca hubo en ella amargura ni desesperación. En nuestra última conversación le preocupaba la situación en el hermano país Haití, la no gobernabilidad, el rumbo que tomaría y cómo le iría a su embajadora, su querida amiga Xiomara Pérez. Así era la irrepetible Itzel, muy consciente de que el paso por la vida tiene que involucrarnos con los acontecimientos, con la humanidad, con nuestra función de comunicadores y la influencia que podemos y debemos ejercer en nuestro ámbito.

Itzel, la irrepetible, nos dio una lección de estoicismo, valentía, perseverancia, humanidad, inteligencia y nos señaló también un camino a seguir. Honraremos tu memoria y tu quehacer, querida amiga. Compromiso, como solías decirme.

PERIODISTA Y DOCENTE UNIVERSITARIA.

Lo Nuevo
comments powered by Disqus