• 23/06/2017 02:00

La policía en las calles de Colón

Sin embargo, todo parece indicar que ha habido retirada. La presencia de las unidades ya no se hace sentir. 

La inseguridad se ha disparado. En Panamá nos acercamos a los niveles de los países vecinos de Centroamérica. Los caídos son la asonada de que convivimos en una sociedad donde la vida pareciera haber perdido valor y la violencia, en la mente del ciudadano, pasa a convertirse en parte de la vida cotidiana. Los disparos no distinguen edades ni condiciones ni sexo, aunque el dolor y la frustración nos alcanzan a todos. Frente a este tétrico panorama, donde reina el miedo, ¿cómo responden los actores de poder llamados a garantizar a sus asociados la tan necesaria tranquilidad social?

Uno de los casos recientes, triste y lamentable como todos los demás, fue el del futbolista de la Selección Nacional Amílcar Henríquez. El deporte no ha escapado a los sinsabores de este trágico episodio. Es una ola que no disminuye, se incrementa más bien, aún de la política de seguridad del Gobierno nacional que, con aquello de Barrios Seguros, no logró el éxito esperado, más bien un total fracaso. Los señalamientos o promesa del Ejecutivo, y de los representantes de los organismos de seguridad, dicen que se está haciendo lo necesario para dar con los causantes de la rapante criminalidad. Sin embargo, la población no lo percibe así.

Una de las respuestas, de reciente data en lo que respecta al número de unidades y tiempo de dedicación, ha sido el reforzamiento de la presencia policial en las calles, y para ello, para el caso de Panamá y Colón, se funda el destacamento ‘Fuerza Águila'. Es una política que nos parece correcta, funcional y que ayuda a aminorar los espacios en que se mueve el delito, dando además algo de tranquilidad en el movimiento de la ciudadanía. El asunto, y sobre esto ya hay quejas, es la sostenibilidad de esta política que, por lo general, es coyuntural y que, de ser así, se manda un mensaje que agudiza el problema, más que atenderlo con la seriedad que el problema exige.

En efecto, en Colón se hizo sentir, en los dos últimos meses, la presencia policial en las entradas y salidas de las áreas críticas donde los homicidios han estado al orden del día. Y, aunque ello no ha detenido necesariamente la ola de las acciones delictivas, lo cierto es que la medida podría generar buenos resultados. Pero, no puede ser solo esta acción la que será la panacea, por lo que habría que contemplar, igualmente, impulsar otras acciones, como el patrullaje, sin límite de tiempo, en fortalecer la comunicación que ponga a la población en relación directa con las garitas policiales.

Sin embargo, todo parece indicar que ha habido retirada. La presencia de las unidades ya no se hace sentir. Solo quedan los ‘conos fluorescentes' que alertaban al transeúnte. Y es esto lo que, al final, dice de la debilidad de la planificación policial para responder a las exigencias que imponen el delito. Es una medida que debe ser retomada. Pero no es solo colocar unidades a la intemperie, con limitaciones del instrumental de seguridad requerido, como se ha venido dando. Garantizar la seguridad implica el uso de los dineros necesarios para una efectiva operación y éxito de la política definida. Invertir en seguridad es, como reza el adagio, un mal necesario, y es así porque vivir sin miedo es un derecho esencial para la convivencia humana.

*DORINDO JAYANS CORTEZ, DOCENTE; ALEJANDRO SALAZAR, COORDINADOR DEL OBSERVATORIO, CRU DE COLÓN.

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