China, comercio en el Salvaje Oeste y usura implacable

Actualizado
  • 11/05/2020 10:38
Creado
  • 11/05/2020 10:38
En estos días hacer negocios con el gigante asiático es extremadamente arriesgado por las trabas burocráticas y el campo minado por timadores profesionales

Las fábricas chinas son las mayores productoras de material sanitario y hospitalario en esta pandemia. Se aprovechan de esa circunstancia, dictan las condiciones de compra y exigen la cancelación total de los pedidos por anticipado, incluso sin que los clientes vean el producto. Las cadenas de suministros chinos son opacas, complejas y las reglas cambian constantemente.

The Wall Street Journal reveló que para comprar 110 millones de mascarillas, Estados Unidos pagó precios exorbitantes sin certificar los proveedores. En medio de la pandemia las empresas chinas están vendiendo artículos defectuosos.

Esa situación está afectando la diplomacia de la mascarilla, una puesta en escena china para limpiar su imagen de culpabilidad por la pandemia iniciada en Wuhan.

En países donde hay escasa transparencia en los manejos de los negocios con el Estado, es más fácil enviar productos de baja calidad. En Europa es más difícil -aunque también se cuelan- porque tiene instituciones más robustas.

La confianza ganada por China en los últimos 20 años, fue dilapidada en pocos meses al conocerse que mintió al resto del mundo en algo tan básico como la salud pública.

Timadores profesionales

Convertido en el principal proveedor mundial de mascarillas, batas, guantes, desinfectantes, ventiladores y kits de pruebas, en estos días hacer negocios con China es extremadamente arriesgado por las trabas burocráticas y el campo minado por timadores profesionales.

Los pedidos fraudulentos se han sucedido uno tras otro. Alemania, Canadá, España, Finlandia, Holanda, México, República Checa y Reino Unido son algunos ejemplos. Los gobiernos consideran intolerable que el régimen chino permita atracos ante la mayor emergencia sanitaria del siglo. Ese es el lado oscuro de la dependencia crítica que tiene el mundo de las empresas chinas.

Margrethe Vetager, vicepresidenta de la Comisión Europea, pidió al bloque invertir más en sus empresas para evitar el desembarco chino. Las empresas chinas no son bienvenidas porque llegan a hacer negocios con “medidas competitivas injustas”. Bélgica, Grecia y Holanda han protestado porque en los negocios chinos “lo militar y lo civil están siempre conectado”. “Todas las obras e inversiones que promueven tienen un objetivo geopolítico”, dijo un empresario holandés, al diario La Razón.

El gobierno de Tokio anunció que invertirá $20,000 millones para que sus empresas salgan de China y se ubiquen en Japón o en otros países asiáticos, como India. De ese modo, el primer ministro Shinzo Abe, enfrenta al régimen comunista chino por su manejo del coronavirus y por problemas de seguridad nacional.

El programa japonés perfila reducir la dependencia de China ante urgencias como la pandemia actual y beneficiar a otras naciones de Asia Pacífico.

Trump y Peter Navarro, su principal asesor comercial, han aprovechado la pandemia como una oportunidad para redoblar esfuerzos con el fin de obligar a las compañías multinacionales a mudar su producción a Estados Unidos.

Navarro ha propuesto reglas que obligarían a los proveedores de los servicios de atención médica en Estados Unidos a comprar únicamente equipo de protección y medicamentos a proveedores estadounidenses. Las fábricas chinas producen el 80% de los antibióticos del mundo y los componentes básicos de una gran variedad de medicamentos.

Fuentes aseguran Trump está coordinando con Australia, Corea del Sur, India, Japón y Vietnam, además de empresas y organizaciones de la sociedad civil, para restructurar la cadena de suministros globales. Bajo la figura de una Red de Prosperidad Global, la Casa Blanca está promoviendo un tratamiento multilateral por la excesiva dependencia de China. 

Estados Unidos también está invitando a sus empresas a que se reinstalen en Canadá y México, como parte del renovado acuerdo comercial. El objetivo es obligar a China a realizar reformas políticas internas o cerrarle la inversión extranjera y debilitar su modelo económico exportador. El PPCh subsidia las empresas estatales y tolera el robo de propiedad intelectual.

Salvaje, Salvaje Oeste

En palabras del asesor del gobierno irlandés en compras médicas, Paul O’Brien, China es el “Wild, Wild, West”. En una entrevista con el diario digital español El Confidencial, relató que en China nada es ganga. Por el contrario es una experiencia deprimente. “He visto a gente con bolsas llenas de dinero esperando fuera de los almacenes para ofrecer más, como si fuera una subasta”.

Hay víctimas de intermediarios oportunistas. Precios que se multiplicaban por 10 en minutos, pedidos que no corresponden a las órdenes de compra, cancelación de venta de artículos por contraofertas de último minuto. Las formas más brutales de capitalismo en el que los fabricantes e intermediarios ponen las condiciones, con abusos y exigencias.

Hay que pagar primero sin derecho a ver los productos. Cuando llegan a destino son defectuosos y es muy difícil reclamar. El olor a negocio fácil sacó a relucir la voracidad en una jungla de hacer dinero en forma inescrupulosa.

La selva china. Un mercado salvaje. Desleal. A cuchilladas. Un bosque sin reglas. Sin honor, sin ética. Empresas con certificados falsos y sin permisos de exportación, burlando la transparencia en la contratación. Intermediarios llenándose los bolsillos. Cada semana la aduana cambia la legislación y hay que improvisar todos los días.

El año pasado estaban registradas 8,500 empresas como fabricantes de mascarillas. En el primer trimestre del 2020 más de 38,000 hacían mascarillas. Pero el 1 de abril China publicó una lista de solo 2,360 empresas con certificado de exportación de material médico y sanitario.

En febrero y marzo China exportó $10,000 millones en suministros sanitarios, según informó el director de Aduanas, Jin Hai, al diario China Daily. A inicios de abril eran $150,000 millones y a finales del mes la cifra ascendió a $350,000 millones.

Sin embargo, no todo pasa los controles de calidad. España tuvo que devolver 58,000 kits de pruebas defectuosos dentro de una orden total de 640,000 pedidos. Holanda regresó 1.3 mascarillas que no ajustaban ni filtraban según especificaciones. Bélgica no aceptó tres millones de mascarillas chinas que no cumplían con estándares de protección.

India rechazó los kits de pruebas de un pedido de cinco millones por los que pagó $40 millones por adelantado, porque no cumplían con las especificaciones de precisión. Gran Bretaña también rechazó un pedido de 3.5 millones de kits de pruebas por $20 millones y exigió reembolso. Kits de prueba defectuosos también han sido vendidos por China a Benin, Rusia y Serbia, entre una veintena de países.

La diplomacia de las mascarillas se volvió en contra de Pekín. El régimen comunista confiscó 90 millones de mascarillas defectuosas y 418,000 trajes protectores de mala calidad.

Hasta el 1 de marzo, China había exportado a 70 países 3,860 millones de mascarillas, 37.5 millones de equipos de protección, 16,000 ventiladores y 3 millones de kits de detección.

Mano amigo de África

En medio de la pandemia, millones de mascarillas de China han llegado al aeropuerto internacional de Adis Abeba, la capital de Etiopía, para ser repartida por toda África. Siguiendo la coreografia impuesta por Pekín, banderas chinas por todos lados, loas en los medios de comunicación y el presidente etíope tuiteando su agradecimiento a la generosidad del régimen de sus aliados comunistas.

La ampliación del aeropuerto fue financiada con préstamos chinos, convirtiéndolo en el hub del transporte aéreo en África oriental y la puerta de China al resto de ese continente. El etíope, Tedros Adhanom Ghebreyesus, llegó a la dirección general de la OMS por China y el voto africano.

El gigante asiático publicita su ayuda a África. Se proyecta como la amiga de un continente que, dependiendo de lo severo de la pandemia, puede perder hasta un 3% su PIB.

Los envíos de material sanitario y su máquina de propaganda, colocan a China como un líder indiscutible en África, mientras no se habla de deuda.

Gobernantes europeos, como el francés Emmanuel Macron, han instado, en medio de la pandemia, a la comunidad internacional suspender los pagos de la deuda africana, como un paso previo a la condonación total. El diario parisino Le Monde, se hizo eco de ese pedido en un editorial en el señaló directamente a China para que "también" cancele sus deudas con esos países.

Sin embargo, la condonación de la deuda china, diversificada y opaca, es un asunto escabroso. Nadie tiene muy claro cuál es la verdadera cantidad de deuda que los países en vías de desarrollo han contraído con China. Además, las dificultades para pagar sus deudas dejan en manos de Pekín el futuro de los países africanos.

"Estamos dispuestos a estudiar la posibilidad, si se hace en conjunto con la comunidad internacional", dijo la semana pasada el régimen chino. Se resiste a cumplir el acuerdo del G20 de suspender el pago de la deuda por un año. Aceptó una moratoria limitada sobre el servicio de la deuda de 76 países más pobres, que significa alargar los plazos y mantener las tasas draconianas de intereses.

La pandemia significará la caída de un 3% en la economía mundial y uno de cada dos empleados en el mundo perderá su trabajo.

Oscuro manejo de deuda

Pekín renegociará sus deudas en forma bilateral país por país, alejado de una solución conjunta. Hay mucha oscuridad sobre lo que los países realmente le deben a China, que ha superado ya al Banco Mundial como el mayor prestamista individual para África.

Pekín y el Banco de Desarrollo de China prestaron más de $152,000 millones a los países africanos entre 2000 y 2018, según un informe de la Escuela de Estudios Internacionales de la Universidad estadounidense Johns Hopkins, lo que representa el 20% del total de la deuda africana y en más de la mitad de los casos hasta el 20% del PIB de todo el continente.

Pero hay un problema. De acuerdo a estudios del Instituto Kiel y la Universidad de Harvard, la cantidad de deuda de los países africanos con China es mucho más grande de lo que reportan las cifras oficiales. La mitad de los préstamos chinos a países en desarrollo está "oculta". Ni el Banco Mundial ni el FMI tienen datos precisos. Hasta el 2017, China había prestado $400,000 millones a 106 países en desarrollo, que no aparecen en los registros de deuda de los organismos financieros internacionales ni en las agencias calificadoras de riesgo.

Los investigadores apodan a esa financiación “deudas escondidas”, a través de financiamiento principalmente de empresas constructoras chinas. Un 60% de los préstamos chinos se otorgaba a tasas de interés más altas y vencimientos más cortos que los del Banco Mundial.

El peligro, advierte el Post, es que la ayuda Estados Unidos y Europa, pública y privada, y la que los organismos multilaterales de financiamiento destinen para aliviar las crisis económica de los países pobres, termine canalizada hacia los bancos chinos.

“No puede haber una respuesta internacional efectiva y coordinada a la crisis financiera que enfrenta el mundo entero, especialmente las naciones más pobres, a menos y hasta que China acepte aclarar completamente sus préstamos al exterior. A Pekín no se le debe permitir el egocentrismo en las finanzas globales”, subrayó el Post.

China ha declarado la importancia de la gobernanza global. Pero trabaja más en controlar sus relaciones bilaterales. Barcos y aviones salen de china con equipo sanitario con destino a países donde exigen a los gobiernos que tengan una recepción oficial, con carteles en las calles y bandera nacional.

Pekin logró que el himno nacional se escuchara en balcones de algunas ciudades italianas. Las segundas intenciones de la ayuda sanitaria son evidentes para ampliar la hegemonía neoimperialista china.

Sin embargo China está generando desconfianza. Es difícil reparar la credibilidad cuando se conoce que China mintió al mundo, ocultó la gravedad de la enfermedad y hay múltiples llamados internacionales a investigarla por su responsabilidad en su origen y propagación.

Implacable usura china

China no “busca el beneficio mutuo”, de los países donde se instala. Ese es el eufemismo para encubrir una trampa de deuda despiadada con la que Pekín persigue aumentar su peso diplomático y geopolítico global.

Cuando los países son incapaces de pagar sus deudas, China las intercambia por participaciones para hacerse con el control de bienes estratégicos como puertos, aeropuertos, autopistas, centrales eléctricas y redes de comunicación. Hacia finales del 2019, por lo menos 23 países endeudados con China tenían riesgo de pago y amenazas de confiscación de bienes.

Con la crisis del coronavirus es poco probable que Pekín acepte un alivio real y a mediano plazo de la deuda. La usura implacable de China, respecto al alivio de la deuda africana, acabará dinamitando sus esfuerzos diplomáticos y propagandísticos con el coronavirus en ese continente.

En China solo existe lo que dice el régimen. Un régimen que no se erosiona por la falta de libertad de prensa sino por la economía. Desde la década de 1970 los chinos dejaron de pelear por sus libertades y derechos políticos a cambio de un desarrollo socioeconómico.

Estados Unidos facilitó a China los carriles del modelo económico capitalista para abandonar 40 años de miseria y postración. Líderes chinos creen que encarnan el mandato histórico de recuperar su pasada jerarquía como jugador global.

“China ha logrado combinar al mismo tiempo lo peor del nacionalismo, lo peor del capitalismo y lo peor del comunismo. Todo ello, con la última tecnología”, dijo el escritor español Ramón González Ferriz, a El Confidencial.

Un editorial de The Washington Post, del 22 de abril, reconocía que “ésta crisis nos ha ensenado, por las malas, el verdadero costo de hacer negocios con China”. “La salud pública no es la única área en la que la insistencia de China en jugar sus propias reglas, no transparentes, puede amenazar la estabilidad internacional. Las finanzas globales, especialmente las de los países más pobres del mundo, también enfrentan lo que podría llamarse riesgo de secreto chino”.

Al final es una lucha ideológica por quien gana en la narrativa de la pandemia, si las democracia occidentales o el PPCh y sus aliados externos. China debe aplanar la curva de desconfianza. Pudo haber hecho mucho más para evitar la propagación del coronavirus y cada día enfrenta más críticas y acusaciones con fundamento. Los postmortem son para después de los hechos. Nadie puede dar por supuesto que ésta historia ha terminado.

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