• 12/04/2021 00:00

¿'Generación de cristal'?

“La que habla de “generación de cristal” resultó ser una generación llena de valerosos navegantes de mar calmo, valientes cuando el mar está tranquilo y el cielo despejado […]”

Cuando hablan de la generación de cristal, ¿hablamos de la generación que aún después de 13 meses, sigue buscando excusas para no enviar a sus niños a la escuela porque aquellos, los viejos, tienen miedo? ¿Hablamos de la generación a la que pertenecen los dirigentes de gremios magisteriales que se rehúsan al retorno a las clases escolares en modo presencial hasta que los hayan vacunado a todos, por delante de la población anciana y la de enfermedades crónicas? ¿Se refieren a la generación que condenó los “parkings” de los jóvenes -población cuyo riesgo con COVID-19 es menor que el de la influenza estacional común- y ha pretendido que estos se aislaran y dejasen de llevar sus vidas sociales normales, con el trillado cuento de que ello era necesario para salvar al abuelito?

En otras épocas, de hecho, en toda la historia precedente de la humanidad, el lema por antonomasia ante una crisis que amenaza la supervivencia del grupo siempre fue “mujeres y niños primero”. Por eso los botes salvavidas del Titanic eran prioritarios para ellos. Siempre existió la idea de que en caso de tener que elegir qué vidas salvar, los adultos ofrecerían sus puestos en los botes salvavidas para que fuesen ocupados por los niños y por mujeres, particularmente en edad reproductiva, es decir, jóvenes. Me parece impensable que la generación a la que tocó sufrir el hundimiento del Titanic hubiese pretendido que los jóvenes se sacrificaran y dejasen de ocupar los botes, para que fuesen ocupados por ancianos. Habría sido una deshonra para estos.

Llevamos ya más de un año de pandemia, causando mucho daño a niños, adolescentes y adultos jóvenes. Hace unos días conversaba con un joven padre de familia. Juan me contaba que su mujer perdió su empleo al inicio de la pandemia. Él trabaja en el sector de la construcción, y tiene un año sin trabajar. Tienen dos hijos, de 5 y 7 años. Al inicio de la pandemia, pensando -como quizás en ese momento pensamos la enorme mayoría de los panameños- que las medidas de restricción durarían unas pocas semanas, Juan y su mujer hicieron uso de sus ahorros para poder subsistir. Pero los ahorros se agotaron hace tiempo. Juan ahora hace de lo que sea para procurar llevar el pan a casa: jardinería, albañilería, pintura, limpieza de patios, acarreos, y similares.

Resulta entonces que la generación que creció viendo a John Wayne, Clint Eastwood, el Bond de Connery, y otros ídolos machos rudos de pelo en pecho, no tuvo problema en mandar a destruir las fuentes de ingresos de miles de adultos jóvenes como Juan y su mujer. Esa generación no ha tenido problema para etiquetar como “actividades no esenciales” un sinfín de actividades económicas de las que dependían decenas de miles de padres jóvenes, y por tanto los hijos menores de edad de esos trabajadores. Esa generación no ha tenido problema en aislar adolescentes durante meses, y privarlos de la necesaria interacción con sus pares (amistades, noviazgos), causándoles así graves problemas de depresión y otras crisis de salud mental. Tampoco tuvo problema esa generación de rudos tarzanes, para privar a los niños de su escuela, ni de exigir ahora que niños de hasta segundo grado deban llevar, no ya solo las mascarillas -que en ellos son no solo innecesarias e inútiles, sino netamente nocivas para su desarrollo psicosocial, sin mencionar el surgimiento de alergias y otras reacciones en la piel, jaquecas y otras incomodidades de seriedad- sino, además, caretas faciales.

Hemos visto sacerdotes que, en lugar de denunciar estas cosas, incluyendo la flagrante violación al derecho de reunión para adoración religiosa que se viene dando desde marzo de 2020, han preferido hablar de generación de cristal para referirse a esos mismos jóvenes a los que ellos, los viejos, han permitido con su silencio cómplice que sean dañados sistemáticamente por medidas poblacionales que para esos niños y jóvenes no tienen beneficio, pero sí daño.

La que habla de “generación de cristal” resultó ser una generación llena de valerosos navegantes de mar calmo, valientes cuando el mar está tranquilo y el cielo despejado, que asumen banderas de causas políticamente correctas, muy populares y que por tanto no les representan riesgo alguno a sus reputaciones ni relaciones personales ni profesionales. Pero al momento en que el mar se ha embravecido y hay fuerte tormenta, no se han atrevido a elevar sus voces para denunciar el crimen que con los indefinidos cierres de escuelas y demás restricciones sanitarias, se está cometiendo contra niños, preadolescentes, adolescentes y adultos jóvenes, restricciones que a estos solo les causa daño, sin beneficio.

Generación de cristal, sin duda.

Abogado
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