Así se vivió el emotivo funeral del papa Francisco. El evento reunió a mas de 200.000 personas en la Plaza San Pedro, con la presencia de 130 delegaciones...
- 29/11/2014 01:00
La acción fiscalizadora de los medios
En buena hora, los medios de comunicación —salvo algunas excepciones— han asumido la gran responsabilidad y han jugado el papel protagónico y decisivo en la lucha frontal contra la corrupción y la impunidad. Los casos insólitos y aberrantes de corrupción que han salido a la luz pública han sido del conocimiento por la acción de medios de comunicación libres e independientes y con la colaboración de la sociedad civil se lograron ‘desenmascarar’ las prácticas corruptas de exfuncionarios que lesionaron los recursos del Estado con una gran desfachatez sin pudor ni decoro de ninguna naturaleza.
Es imposible para los medios de comunicación ocultar y guardar silencio ante los escándalos de corrupción. El silencio es el mayor cómplice de la corrupción y quien lo oculte, patrocine, proteja o tolere terminará formando parte ella. El Gobierno anterior dejó una secuela perniciosa en la administración del Estado en los últimos cinco años. El país no se recupera del estilo de gobierno autoritario de quien manejó las finanzas públicas como si fueran un ‘supermercado’, que deformó el sistema democrático y representativo, manipuló la justicia y generó como, es evidente, una ‘cultura de corrupción’ generalizada.
Lo que ha ocurrido debe servir de experiencia a los actuales gobernantes. Los actos de corrupción son posibles si no existe un estricto, rígido y transparente control de los recursos del Estado. La ausencia de una ‘rendición de cuentas’ ha favorecido concebir la función pública como una plataforma de los funcionarios deshonestos para cometer actos de corrupción rampante e impunes.
La corrupción es el impuesto de los pobres y marginados. Los pobres pagan la corrupción, porque allí están los hospitales sin medicinas, los niños desnutridos y sin educación, la juventud desempleada, los adultos mayores sin atención ni una pensión decorosa, las madres solteras y desamparadas, los que no tienen viviendas, salud, transporte, y tantas necesidades sentidas no resueltas.
En la homilía que dedicara el papa Francisco el pasado 8 de noviembre de 2013 centró sus atinadas reflexiones en el ‘administrador deshonesto’ y señaló en tono enérgico ‘quien lleva a casa dinero ganado con la corrupción da de comer a sus hijos pan sucio’.
Percibo una falta de confianza y credibilidad en la ciudadanía. Los exfuncionarios que atentaron de manera descarada contra el patrimonio del Estado deben ser castigados con toda severidad y devolver al Estado los fondos lesionados. Más aún, no se pueden ‘capturar’ peces pequeños, cuando los ‘peces grandes siguen nadando en el mar’. Existen en las conciencias de los ciudadanos algunos elementos perturbadores y hasta un profundo temor de que los autores de los casos de corrupción no serán castigados, por el contrario, flotarán en los vericuetos y laberintos legales, en consecuencia, quedarán impunes. Es un temor que tiene sus raíces en ‘base al expediente histórico’ en el que los responsables de abuso del poder y el mal uso de los recursos del Estado pervierten el imperio de la Ley y crean ‘atolladeros burocráticos legaloides’. Ojalá esto no ocurra, porque los panameños sufriremos de una terrible decepción y profundas decepciones.
Las Naciones Unidas declararon el 9 de diciembre de cada año ‘Día Mundial contra la Corrupción’. Ese día, sin duda, debe dedicarse a fortalecer las instituciones democráticas, a vigorizar la confianza y la credibilidad ciudadana y comprometernos a que jamás regresen los gobernantes que establecieron ‘camarillas perniciosas’ y que se enriquecieron ilícitamente acumulando riquezas y bienes mal habidos en forma ‘grosera’. Celebremos el próximo 9 de diciembre íntimamente convencidos de que nos espera un mejor futuro y que ‘la corrupción no podrá contra la esperanza’.
*LICENCIADO EN CIENCIAS ECONÓMICAS Y ADMINISTRATIVAS.