• 15/12/2023 16:31

Ambientalistas de Tik Tok

Oponerse a un contrato (por regalías insuficientes o por defectos legales), no justifica destruir la minería, una industria que funciona hace 60 años

Aunque todas las industrias impactan el ambiente, la minería pagó el pato del hastío del pueblo con los políticos.

Las protestas fueron al son y ritmo de Suntracs, pero también de unos muchachos que metieron al país en un atolladero. Son los ambientalistas de Tik Tok, menores de 30 años, que no participaban en política y marcharon para expresar frustración legítima.

Siento pena por ellos. Se dejaron marear, entre muchos otros, por William Hughes, Guillermo Cochez, Alida Spadafora, Nelson Jackson, Silvio Guerra, Lilian González Guevara, Lina Vega, Raisa Banfield, Harley Mitchel, José Chen Barría y Soledad Porcell. Además, su protesta se contradice porque la transición que ellos exigen, requiere de cobre para turbinas eólicas, paneles fotovoltaicos, vehículos eléctricos, acumuladores, etcétera.

El “cambio climático”, es el argumento principal de los ambientalistas. Sobre este, ignoran o desconocen que hace miles de años el ambiente sufre inestabilidad, incidiendo en la capacidad de las especies para sobrevivir. El término se popularizó en 1972 con la publicación de un informe de MIT. Su autora, Donella Meadows, pronosticó que “si incrementamos la industrialización, la producción de alimentos y la explotación de recursos, colapsaremos en 2072”.

Otro argumento debutó en 1987. La señora Brundtland, ex primera ministra noruega, presentó un informe ante la ONU que estableció el desarrollo sustentable, una creencia que yo comparto. Consiste en satisfacer las necesidades de la generación actual sin afectar que las futuras las satisfagan también.

Ya que el 98% de los panameños son católicos o cristianos, mencionaré otra creencia. En Génesis, Dios sentenció al hombre a tener“dominio sobre toda la Tierra, los peces del mar, las aves del cielo y el ganado”. Sea usted creyente o no, la realidad es que hace 50 mil años el Homo sapiens domina. Daré ejemplos.

Primero, la agricultura y la ganadería. Ambas inciden en el ambiente. La ganadería ocupa un tercio del planeta, degrada la tierra y reduce la biodiversidad para producir pastos y forrajes. El científico panameño Stanley Heckadon, ya estudió nuestra cultura de destrucción de bosques en Azuero y gracias a él yo me pregunto, ¿será que Panamá vale más sin ganadería?

Si decidimos no criar más vacas, tengo malas noticias para quienes crean que ser vegetarianos resuelve el problema. En el mundo, la agricultura representa la mayor proporción de uso de superficie, consume el 67% del agua y nos asesina con nitratos, fosfatos y plaguicidas. Para salvarnos de contaminantes cancerígenos, ¿será que Panamá vale más sin agricultura?

En segundo lugar, urbanizar también produce impactos importantes. Removemos cerros, manipulamos cuerpos de agua y talamos árboles. Las urbes generan montañas de basura y contaminación por aguas servidas. Entonces, ¿será que Panamá vale más sin ciudades?

En tercer lugar, mi ejemplo favorito: el Canal de Panamá. Si en 1904 hubiese existido un Ministerio de Ambiente (o una Greta Thunberg posteando tuits a 5.6 millones de seguidores), jamás se hubiera inaugurado la obra que nos transformó en 1914. ¿Por qué? Porque partimos el país en dos pedazos, excavando 300 millones de metros cúbicos para crear una fosa de 81 kilómetros de largo. Talamos árboles, afectamos fauna e inundamos poblados. Fue una catástrofe ecológica. Aunque el canal sirve al 6% del comercio marítimo mundial y nos aporta 2400 millones anuales, ¿será que Panamá vale más sin el Canal?

Oponerse a un contrato (por regalías insuficientes o por defectos legales), no justifica destruir la minería, una industria que funciona hace 60 años. Irónicamente, al expresar sus frustraciones ciudadanas, los ambientalistas de Tik Tok crearon un grave problema económico a sí mismos y a todo el país. Con su berrinche lograron algo de cuyas consecuencias nos lamentaremos todos.

Afirman que “el pueblo triunfó y el país ganó”. Me entristece recordar que detrás el principio democrático de atender el clamor popular, se oculta algo que el psiquiatra Freud ya explicó: el odio unifica las masas.

Debimos encontrar puntos de equilibrio entre la protección y el desarrollo de “nuestra casa común”, como dice el papa Francisco en su encíclica sobre el medio ambiente. Pero aquí tomamos decisiones basadas en dogmas, mientras que la ciencia y la razón son pendejadas de los especialistas aburridos que deberían mantener la boca cerrada. Desperdiciamos la grandiosa oportunidad de crecer mediante la riqueza de doce yacimientos de minerales en seis de nuestras diez provincias.

Muchachos: sean consecuentes. Marchen para exigir que no haya canal, ciudades, cultivos y ganado. Regresemos al Paleolítico y, como ocurría en aquel periodo, salgan a cazar su comida. Así como son hábiles para postear videos en redes sociales, lo serán con el arco y la flecha. Ustedes habitarán la tierra en las próximas décadas, pero en su idealismo legítimo, hoy fueron una presa ingenua de los impostores que en el fondo les menosprecian.

El autor es investigador de mercados.

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